LA COMBUSTION DE LA FARSA
Bastardos sin gloria (Unglourious Basterds) de Quentin Tarantino con Brad Pitt, Melanie Laurent y Christoph Waltz.
Como punto de partida, Bastardos sin gloria ofrece una alteración desde su título original: Inglourious Basterds, en lugar de Bastards. Lo cual simboliza la ostentación de Quentin Tarantino para abordar un argumento referente al periodo más cruento de la historia contemporánea: el nazismo. La idea de una alternativa disímil, a la de los hechos históricos, se complementa con un entramado de intertextualidades que rebalsan la capacidad intangible de una película en materia receptiva. Hasta aquí nada resulta estrambótico al mundo de Tarantino.
El primer capítulo presenta al Coronel Landa (Christoph Waltz), apodado “el cazador de judíos”, quien extermina a todos los miembros de una familia judía francesa, salvo Shossana, una joven que logra escapar. En este primer capítulo, llamado Érase una vez los nazis ocuparon Francia, Tarantino extrae de la videoteca el comienzo de su película favorita: El bueno, el malo y el feo, que muestra al gran Lee Van Cleef transformarse en un ser absolutamente despiadado y cruel, tal como sucede con el Coronel Landa. El final del primer capítulo termina con un homenaje retórico a Más corazón que odio, específicamente el plano de Shossana que es dejada escapar por Landa, o podría decirse por Tarantino, conciente de la estructura del hilvanado de una venganza que se viene y que es ineludible.
El segundo capítulo es un perfil de los héroes, “los bastardos”. Entre ellos se encuentra el alter ego de turno del director: el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), un sureño sin otro objetivo más que matar nazis con la mayor brutalidad posible, para ello recluta ocho soldados judíos americanos dispuestos a encaminar una cruzada sangrienta. La historia de Shossana y la de los súbditos de Raine transitan por andireveles distintos y confluyen en un final simultáneo y único: el cine. Ese ferviente disfrute por lo cinematográfico -casi masturbatorio- de Tarantino está puesto, peligrosamente, por primera vez en un plano único y absoluto. Diálogos como: “En Francia respetamos a los directores” o “ver a Donnie matar nazis es lo más cercano que tenemos de ir al cine” drenan la excitación adolescente del director sobre el valor y el poder del cine. Este poder está en manos de Shossana, ya adulta, propietaria de un cine parisino, epicentro de la desmesura: masacre y venganza al estilo operístico como operación de venganza.
El segundo capítulo basta para olvidarse de la posibilidad de u
n film bélico fidedigno, porque Tarantino trata de apropiarse de los hechos históricos para contar una farsa: "Cómo el cine hubiera acabado con el nazismo", de eso se trata Bastardos sin gloria, lo que puede parecer una genialidad o una tremenda idiotez. La grandilocuencia tarantinesca está al servicio exclusivo de la combustión de esta farsa. Esta idea de combustión surge a partir de la ironía que representa la incineración vengativa de Shossana mediante la quema de negativos fílmicos, explícita y literalmente, el cine acaba con el nazismo. Shossana es el personaje más realista y verosímil del contexto histórico y Landa es el más racional, el que actúa con una lógica tenaz e inquebrantable. “Los bastardos” son los "infiltrados” de la historia, son los embajadores de la desproporción tarantinesca. Si se los extirpara, sería una mera historia de venganza y, por cierto, no sería una película de Quentin Tarantino.
n film bélico fidedigno, porque Tarantino trata de apropiarse de los hechos históricos para contar una farsa: "Cómo el cine hubiera acabado con el nazismo", de eso se trata Bastardos sin gloria, lo que puede parecer una genialidad o una tremenda idiotez. La grandilocuencia tarantinesca está al servicio exclusivo de la combustión de esta farsa. Esta idea de combustión surge a partir de la ironía que representa la incineración vengativa de Shossana mediante la quema de negativos fílmicos, explícita y literalmente, el cine acaba con el nazismo. Shossana es el personaje más realista y verosímil del contexto histórico y Landa es el más racional, el que actúa con una lógica tenaz e inquebrantable. “Los bastardos” son los "infiltrados” de la historia, son los embajadores de la desproporción tarantinesca. Si se los extirpara, sería una mera historia de venganza y, por cierto, no sería una película de Quentin Tarantino. En su primera incursión en el cine bélico, el niño malo de Tennesse no revisita el género desde las trincheras sino desde su propio cine, desde la dialéctica de las mesas. Esas charlas eternas en las cuales los personajes están sentados durante interminables minutos hablando sobre la nada, esas disgresiones que terminan en un sinsentido absoluto, resignificadas en el dramatismo de las acciones posteriores con resultados ambivalentes que, a veces (como el caso de la escena del bar), bordean el tedio. La idea de la dispersión en el cine tarantinesco no siempre resulta efectiva o apropiada. A diferencia de la saga “Kill Bill", que paradójicamente tiene a una protagonista unidimensional, las demás películas no proponen líderes de relato. El destino y los objetivos de los personajes están elididos, olvidados, fuera de cuadro, en definitiva fuera de la historia que a Tarantino le importa contar, como sucede en Tiempos violentos.
La farsa, que no es más que la voluntad caprichosa de Tarantino, ofrece una lectura que, podría decirse, bordea el mal gusto. Es una idea que marcha por el filo del sainete, la de una falsa realidad: los buenos se imponen, matan muchos nazis y la venganza contra los principales ideólogos del mal se consuma. Lamentablemente, la realidad ha sido y es otra, más triste y más cruel que la ficción. El clímax de lo amoral es la cara de Shossana, casi de registro futurista, proyectada en la pantalla del cine, mientras todo se incendia: "Esta es la cara de la venganza judía", dice. En este final Tarantino mete en una licuadora El padrino y Scarface y lo que queda no es más que un jugo diluido de un artificio efectista.
Bastardos sin gloria es eso, la combustión de una farsa que deja un Hollywood funesto: diversión, hamburguesas y un toque picante de amoralidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario