lunes, 22 de octubre de 2012

Cine - Crítica

Inocencia, melancolía y adolescencia 


Un reino bajo la luna (Moonrise Kingdom)
por José Tripodero

Todas las películas de Wes Anderson son aventuras y extrañamente su obra más celebrada, Los excéntricos Tennembaum, es la que más esconde esta característica. Viaje a Darjeeling, Vida acuática, El fántastico Sr. Fox y hasta Bottle Rocket tienen una estructura con un contorno de aventuras. Lo evidente e indudable es que todas estas películas no pueden clasificarse a partir de un purismo genérico sino todo lo contrario, hay que pensarlas desde el estilo, en este caso en el de una estética melancólica que Anderson fue construyendo en diferentes niveles. En lo temático siempre hay una familia disfuncional y dentro de ella los hijos son los que por medio del arte escapan de ese mundo hacia un exterior menos convulsionado. En Un reino bajo la luna (título casi igual de bello de pronunciar que Moonrise Kingdom) dos niños casi adolescentes son los protagonistas exclusivos de una historia agridulce de amor en una isla de Nueva Inglaterra a mediados de la década de 1960, no es casual que el director sitúe los acontecimientos en un lugar ficticio y alejado de la parte continental de Estados Unidos, es decir todo es singular en este mundo representado, como bien se muestra en la primera escena que es meramente descriptiva de una casa de muñecas (en lo visual) y de la orquesta didáctica para niños de Benjamin Britten (en lo dialogal) con la que cierra además – también de manera perfecta – la película.

Hay dos destinos que colisionan, el de Sam (Jared Gilman) un niño huérfano y experto en vida salvaje pero que no es aceptado por su grupo de boy scout y Suzy (Kara Hayward) quien es ignorada por sus hermanos y por sus excéntricos padres (Bill Murray y Frances McDormand). Ambos se conocen al azar o no, quién sabe y no importa, lo cierto es que el flechazo de esa primera mirada entre ambos marca sendos destinos que en definitiva es un solo, cartearse para finalmente emprender juntos un escape al corazón del bosque. En su camino se cruzan con diversos obstáculos, no sólo por el contexto peligroso sino también con aquellos que son inevitables en un primer acercamiento hacia el amor, el escape es un viaje a la iniciación de ambos. Mientras Sam es dulce a su modo pero algo tosco, Sara posee un magnetismo sin apelar más que a la mirada, con la que hipnotiza e irradia ternura.

El bosque como gran locación le permite a Anderson sacar a  relucir su capacidad para el uso de los colores y para generar pequeños momentos de tensión aventurera, como así también exponer una sutileza estética en el uso de los recursos fotográficos y escénicos, esto último evidenciado en los travellings en la casa de Suzy. Nada está librado al azar ni siquiera las pequeñas intervenciones de Tilda Swinton, Bob Balaban y Harvey Keitel, todo tiene un sentido pero a contramano del Hollywood más ramplón propio de estos tiempos y de la tecnología más obsoleta porque en el cine de Wes Anderson hay una sana melancolía, un gusto por lo divinamente rudimentario, por los libros, por la pintura al aire libre, etc.

En Un reino bajo la luna la melancolía habita por partida doble, en primer lugar está la adolescencia; ese camino que se transita hacia a una adultez inevitable, lo que significa perder la inocencia más pura y también está la huella de una década que en su final parece haberle soltado la mano al espíritu de un mundo inocente para agarrar la de uno inevitablemente violento; que claro el autor deja en suspenso, elidido o bien da por sobre entendido. 


Dirección: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson y Roman Coppola
Fotografía: Robert Yeoman
Edición: Andrew Wesiblum
Música: Alexandre Desplat
Interpretes: Jared Killman, Kara Hayward, Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray y Frances McDormand.
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012
Duración: 94' 

Trailer

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