por José Tripodero
Tesis sobre un homicidio
- se revelan algunos detalles de la trama -
Dirección: Hernán Golfrid
Guión: Patricio Vega sobre la novela del mismo nombre de Diego Paszkowski
Intérpretes: Ricardo Darín, Alberto Ammann, Calu Rivero, Arturo Puig, Fabián Arenillas y Antonio Ugo
Fotografía: Rodrigo Pulpeiro
Montaje: Pablo Barbieri Carrera
Música: Sergio Moure
Música: Sergio Moure
Nacionalidad y año: Argentina, España - 2012
Duración: 110'
Al igual que dos películas protagonizadas, también, por
Ricardo Darín como son El secreto de sus
ojos y La señal (la cual, además,
co-dirigió), Tesis sobre un homicidio
arranca por la mitad o bien avanzada la historia. En las tres películas el
personaje (siempre Darín) está en un punto de no retorno, en la primera de las
películas parece que sí porque ya jubilado, busca sacar frutos de su trabajo en
el Poder Judicial para escribir una novela sobre un caso no resuelto, en la
segunda lo vemos transpirado dentro de un baño mirándose al espejo con
preocupación y aquí, Roberto Bermúdez (un prestigioso hombre de derecho, Darín
quién más) duerme en un sillón, en el medio de un escenario que parece un
paisaje después de la batalla; todos sus libros, expedientes, fotos y demás
adornos están desperdigados por su lujoso departamento. En los tres casos el
orden del relato nos transporta a un principio, para conocer de qué manera el personaje alcanzó ese estadio del que no tiene chances de volver al punto de inicio, a un estado de equilibrio.
En El secreto de sus
ojos el ordenamiento de las piezas, es decir el relato, tenía una razón de
ser porque la historia proponía, desde la estructura, una vuelta de tuerca que
tiraba por la borda todos los principios del protagonista, lo ponía de verdad
en un punto de no retorno. En La señal
se vuelve al inicio sin mucho sentido, es tan sólo un desorden de los
acontecimientos que tiene más un sentido estético para no decir arbitrario, sí está claro que el detective ya cruzó todas las barreras posibles. Lo mismo sucede en Tesis..., ese comienzo que tiene a nuestro héroe tirado parece más una arbitrariedad, no alcanza ese mismo efecto que percibimos en el primer minuto una vez que el relato se arma con
principio, desarrollo y fin, porque si bien es el punto de partida del desbande
de Bermúdez, su obsesión tiene un tiro corto, no levanta vuelo en lo que resta
del film y acaba abruptamente, en un final que por la forma pretende dejar
suspenso pero, como dice el protagonista: "todo está en los detalles"
para descubrirlo. Esos detalles son los que precisamente atentan contra la
buena intención, de la mayoría, de los intentos del Cine Argentino por hacer
género.
El género, como fenómeno, es la cobija del espectador (a
veces también del realizador) que se halla seguro ante una historia, eso es lo
que persiguió al director Hernán Goldfrid en su segunda película. Se percibe un
miedo por salirse del eje clásico de las piezas que conforman la estructura
genérica, de ahí que sus personajes secundarios son simples accesorios móviles
en función de lo único que parece interesar: quién fue el asesino. Los
personajes de Arturo Puig, Fabián Arenillas y Antonio Ugo (recientemente
fallecido) sólo tienen un puñado de intervenciones, por cierto sólidas, pero
sin peso porque sólo cumplen, están para asistir a nuestro investigador de
turno que es Bermúdez, que se puede interpretar como una colaboración con la estrella
que es Darín; el número diez, el jugador que sostiene al equipo. El secundario
con más desarrollo es el de la hermana de la víctima (Calu Rivero, en su debut cinematográfico), a quién Bermúdez contacta
e intenta utilizar para resolver el misterio.
El crimen es lo de menos, sin embargo se le da un espacio
que no merece al hincar permanentemente en los detalles obsoletos: que la
víctima fue cortada con un cuchillo Tramontina, que el asesino usó formol o que
dejó uno de los guantes de látex en la escena del crimen. El móvil del
protagonista, es decir el camino iniciado para investigar el hecho por su
cuenta, parte de una debilidad; que el cuerpo de una joven fue dejado en el
estacionamiento de la Facultad de Derecho frente a la ventana del aula dónde
dictaba su seminario y que el sospechoso, según el propio Bermúdez, es uno de
sus alumnos (el español Alberto Ammann) con quien entabla una suerte de disputa personal, otra de las puntas para explicar su obsesión. Lo que lleva al fracaso a nuestro investigador, inevitable en el género
detectivesco cualquiera sea su soporte, es su propia teoría sobre hacerle caso
a los detalles para resolver cualquier caso, ya que los detalles son los que derrumban y tanto hincapié se hace en esta particularidad que el concepto de tesis nunca se plantea, no hay una explicación que no pase de una mera charla de café (o whisky), por lo tanto cualquier teoría planteada se disipa.
En el transcurrir hallamos, nuevamente, una posibilidad desperdiciada, en dos oportunidades se hace referencia al “caso Latorre”, como un error en la carrera de Bermúdez que parece haber traído alguna consecuencia grave, sin embargo nunca se profundiza, solamente se menciona, como si esto fuese suficiente para entender que estamos en presencia de un obsesivo de la "justicia" y que por tal motivo el asesinato a unos metros de su aula es un excusa perfecta para volver al ruedo.
En el transcurrir hallamos, nuevamente, una posibilidad desperdiciada, en dos oportunidades se hace referencia al “caso Latorre”, como un error en la carrera de Bermúdez que parece haber traído alguna consecuencia grave, sin embargo nunca se profundiza, solamente se menciona, como si esto fuese suficiente para entender que estamos en presencia de un obsesivo de la "justicia" y que por tal motivo el asesinato a unos metros de su aula es un excusa perfecta para volver al ruedo.
Tesis… es una
pretensión de ser una variante de El
secreto de sus ojos, la que también se inmiscuía en el mundo judicial pero
a diferencia del film de Campanella, aquí Goldfrid prefiere la seguridad de su
estructura que el riesgo, por ejemplo como ya se dijo a dejar volar a sus
personajes o a su puesta de cámara, como sucede en la escena en la que Bermúdez
busca algo desesperadamente y en forma proporcional la cámara lo sigue girando
a 360º, una escena que recuerda a otra de la brillante Blow Out (intitulada aquí El
sonido de la muerte), en la que el personaje de John Travolta (un
sonidista) ponía su estudio patas para arriba en busca de una cinta, claro esa
película es de Brian de Palma, un director que maneja el género como pocos y
que se arriesga también… como pocos.
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