viernes, 3 de mayo de 2013

Cine - Crítica

La reconfirmación
por José Tripodero

Iron Man 3

Dirección: Shane Black
Guión: Drew Pearce, Shane Black
Fotografía: John Toll
Montaje: Peter S. Elliott, Jeffrey Ford
Música: Brian Tyler
Intérpretes: Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Guy Pearce, Don Cheadle y Ben Kingsley
Nacionalidad y Año: EE.UU. - China, 2013 Duración: 131' 

La tercera parte de una saga suele ser una reconfirmación o el final de un ciclo. Iron Man 3 se ubica en la primera columna, es una potenciación de todos los elementos que constituyen el universo contemporáneo de Marvel: la construcción de un verosímil propio y el uso de la hipérbole para magnificar todo un aparato transpositivo, hasta el momento, ideal por sus respuestas artísticas (en promedio aceptables) y por el boom obsceno en las taquillas, que hizo ebullición con Los vengadores el año pasado. Esta tercera parte de la saga del excéntrico, canchero y muchos adjetivos más que representa Tony Stark, es un cúmulo de muchas cosas en lo formal aunque simple y sobrio en lo narrativo. Mientras al protagonista lo persiguen unos fantasmas muy edulcorados de lo “que pasó en Nueva York” (en referencia a la batalla final en Manhattan al final de Los Vengadores), su casa y bunker es tirada abajo por El Mandarín; la síntesis de un terrorista según EE.UU, es decir un hombre de medio oriente que se viste en forma zaparrastrosa y emite sus mensajes hackeando las redes televisivas desde vaya uno a saber que lugar inhóspito del mundo. Como se dijo, Marvel construye su propio verosímil, por eso es que al descubrir el punto de la localización de este villano nadie tiene derecho ni a chistar.


Antes de la caída del héroe, el film se remonta brevemente a 1999 cuando Tony todavía no era Iron Man pero sí era ya un millonario que atraía a científicos (más bien científicas) y es ahí que se ve la otra pata del mal por venir. El clásico e infaltable investigador desquiciado que tiene en sus manos el mejor de los inventos pero para ser utilizado con el peor de los fines. Para no restarle simpleza, el camino de Tony (luego ver su casa reducida a cenizas con partes flotando en el Océano) comienza nuevamente en una línea de partida. El azar en la historia – pero con precisión en el guión- lo lleva a un punto perdido del centro de los EE.UU., conoce a su ladero de turno (un niño de ocho años) y pergeña junto a él su regreso para acabar con este malévolo terrorista y el científico del principio.

Marvel sabe que el camino de la seriedad y la gravedad es cosa de su archirival DC Comics y sus mejores hombres: Batman y Superman. El ahora súper potentado de las transposiciones cinematográficas sabe que lo mejor es la sutileza narrativa, o sea nada de conflictos internos del personaje o flashbacks a un pasado tormentoso infantil o adolescente. Tony Stark es Iron Man, todo el mundo lo sabe. Es saludado en la calle, tiene encuentros no deseados con fans y sale en revistas, es la cara opuesta de la maldición de la identidad que sufren los héroes como Batman o el propio Spiderman, ambos no pidieron ser lo que son.

El halo de progresión, porque hay que darle algo nuevo al público, está en la cantidad de minutos y protagonismo en ciertas situaciones de acción que tienen Pepper Potts (Gwyneth Paltrow) y el Coronel Rhodes (Don Cheadle) sumado a dos villanos que se acoplan a la perfección y hacen olvidar al cachivache de Mickey Rourke de la película anterior, los casos de Guy Pearce  -quien goza hoy de un dulce y justo revival- y Ben Kingsley en un papel radiante de parodia, no vale la pena adelantar nada de su devenir en el relato.

Dos componentes utilizados a conciencia son los que se destacan en esta tercera parte de la saga Iron Man; el clásico y recontra transitado camino del héroe –ya mencionado- y el placer por la sana destrucción hasta el punto de la desmesura, que puede entenderse por la cantidad de involucrados en los efectos visuales y en la producción, lo que hace que los créditos finales duren casi 11 minutos.

 

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