sábado, 29 de marzo de 2008


Somnolienta eficacia
Búsqueda desesperada (Spartan) de David Mamet con Val Kilmer, Derek Luke, William H. Macy y Kristen Bell.

El prestigio de teórico que cubre el contorno de David Mamet es indudable, sus libros son de los más leídos en el campo de la escritura cinematográfica y su pasado como dramaturgo es intachable. En cambio su filmografía como director es algo predegosa, sus últimos dos films, incluido este, han sido lanzados directamente a video con retrasos considerables

Búsqueda desesperada (título estúpido si los hay) plantea un relato clásico de suspenso: hay una desaparecida; la hija de alguien importante del que no sabemos quien es, para rescatarla llaman a un especialista, de quien tampoco sabemos su nombre, sólo que entrena a militares. Estas dos preposiciones permiten a Mamet construir una premisa pura, en la que despliega aquellos elementos que conforman el paradigma de Hollywood, paradigma en el que se embandera ideológicamente en sus libros.

El film navega aguas calmas en la primera media hora, no se plantea en ningún momento aventurarse, ni arriesgarse, por lo que la tentación al primer bostezo es casi irresistible. La decisión, innegable, no es azarosa, los movimientos del relato se sostienen en la sorpresa (personajes importantes que son eliminados, tiroteos imprevistos dramáticamente, traiciones, etc.). Sin embargo esos giros no se despegan de la mera eficacia y generan pocos menos que algo de sobresalto.
La historia del secuestro que se entremezcla con la trata de blancas se cuela de manera imperceptible, habilidad innata y mecánica de Mamet. La terquedad y el egocentrismo también son parte de su naturaleza, entre sus principios están: el uso del guión de hierro, tomar al actor como una mera herramienta, entre otros. Dentro de su concepción el guión sostiene todo como si fuera una gran columna de mármol, sólo, que de vez en cuando esa columna no es tan resistente.

Este film se apoya no en base a las grandes ideas habituales de Mamet sino en el efectismo de acciones dramáticas, el juego de lo inesperado en el momento menos esperado. El gran antagonista de las últimas películas del guionista de Los intocables es el aburrimiento, jamás se propone narrar con la fotografía, crear atmósferas con piezas musicales o utilizar la cámara para ofrecer panorámicas que escapen de una claustrofobia no buscada. Ni tampoco Val Kilmer ni el siempre sobrio William H. Macy como villano colaboran demasiado para salir de un tedio que está por encima de la construcción narrativa y que poco importa.

David Mamet es la estrella de sus películas, nadie ni nada más. También lo era Hitchcock, padre de la gramática cinematográfica, al que parece querer imitar con sus últimas dos películas.
En búsqueda desesperada cualquier aspecto del lenguaje del cine ha sido absorbido por la historia y el relato, por lo tanto no queda más que someterse estrictamente a un guión eficaz.

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