lunes, 9 de marzo de 2009

Estreno del mes: Gran Torino

Cada herramienta en su lugar


Gran Torino de y con Clint Eastwood.




Walt Kowalski en su garaje le dice a su vecino, el joven Thao: “Cada una de estas herramientas tiene un propósito”. Clint Eastwood hace nuevamente una ostentación de la sobriedad y de la corrección cinematográfica, casi todas las lecturas sobre el film podrían partir de la figura del mítico realizador, lecturas que comprenden tanto su filmografía como su vida personal, su costado republicano por ejemplo.
“Gran Torino” no le huye a los convencionalismo, impuestos por el ignoto guionista Nick Schenk, ni tampoco a la narración circular. El protagonista Walt Kowalski (Eastwood) es un veterano de la guerra de Corea que vive sólo, rodeado de vecinos orientales a los que se los pasa maldiciendo. Su rutina de tomar cerveza y lavar su único tesoro, un Gran Torino modelo 1972, es quebrada cuando defiende a su vecino Thao de una pandilla de orientales.
Kowalski, rápidamente, en tiempos dramáticos comienza a construir una relación con Thao y su hermana Sue, relación que se ve amenazada por las intenciones de un barrio aterrado por la pandilla de orientales.
Los choques de cultura, el humor negro y racista son los platos fuertes de un guión que rebalsa de estereotipos y de un cierto conservadurismo visual en el que Eastwood logra crear su mejor papel actoral comparado sólo a su magnifica personificación de John Huston en “Cazador blanco, corazón negro”. Como fuerzas en pugna, los estereotipos de Nick Schenk vs la figura y la energía emanada por Eastwood disputan la primacía de cada minuto de esta historia, no obstante el realizador es el que logra timonear la dirección de la historia.
“Gran Torino” aborda muchas historias y temas; la ley por encima de la venganza, un alegato social sobre la mezcla de razas en EE.UU, la vida y la muerte hasta la posible redención de Harry Callahan.
Es evidente que los films de Eastwood engloban temas y críticas que no tienen como objetivo adoctrinar sino ilustrar. No resulta sorprendente que Eastwood a lo 78 años todavía trabaje para los estudios como si fuera un director joven de vídeo clips, lo que es hoy terriblemente una tendencia, la razón no es romántica sino casi estrictamente financiera: todos los films de Eastwood han arrojado ganancias, mayores o menores pero ganancias al fin.
“Gran Torino” es una marejada de aire clásico desde lo formal e intrínseco, inmerso dentro de una epidemia que afecta a casi todo el cine estadounidense, un cine en el que hoy predomina la artificialidad generalizada por sobre las historias y las composiciones visuales.
Cada aparición de Eastwood en la pantalla, a riesgos de exagerar, es un momento representativo de ese cine que hoy no existe, que pondera la palabra por la imagen o más bien, que entrecruza armoniosamente a ambas.
Clint Eastwood, al igual que Walt Kowalski, sabe como utilizar cada una de las herramientas porque conoce el propósito de cada una de ellas, algo que hoy parece tan simple pero que resulta más que complicado.

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