El flagelo de la droga
"Vivir al límite" (The Hurt Locker) de Kathryn Bigelow con Jeremy Renner, Antonie Mackey y Brian Geraghty.
La directora Kathryn Bigelow goza de su mayor popularidad en más de treinta años de carrera, como consecuencia de los premios obtenidos y los que puede llegar a obtener, paradojicamente esa popularidad llega con un film realizado absolutamente en forma independiente sobre el conflicto de Irak, que por otra parte ha sido una tematica que ha llevado al fracasado a todos los
films que la han tratado.
"Vivir al límite" comienza con una declaración de principios violenta, nada anormal para el que haya visto otros films de la Bigelow como "Días extraños" o "Punto Límite", en una calle de Bagdhad se encuentra un pequeño escuadrón con la intención de desactivar una bomba, sin la seriedad y el hermetismo dialéctico del cliché hollywoodense, los personajes exponen una realidad de su trabajo como una cotidianeidad escalofriante para el resto de los mortales, pero que para ellos es como cualquier otro trabajo. Esta fastousa escena inicial hilada con una precisión fría y calculadora traslada la fuerza expansiva de la explosión hacia el espectador, Bigelow no apunta al artificio sino a un golpe de efecto, a una puesta en escena de un naturalismo truculento. Contruibuido por la mano maestra del fotográfo de Ken Loach, el británico Barry Ackroyd y el director de arte Karl Juliusson responsable de la recreación, según los que conocen Bagdhad, de una urbanidad casi idéntica de la capital iraquí.
En esta explosión el que perece es nada menos que el especialista anti-bombas, el reemplazo será el sargento James (Jeremy Renner) quien posee un perfil antagonista al de sus dos compañeros, Sanborn y Eldrige, ambos deseosos de volver a casa y alejarse por completo del terror de la batalla diaria deberán soportar la altanería y la irresponsabilidad de James, quien en su primera misión pone en riesgo su vida, implícitamente una demostración de búsqueda de la mayor adrenalina posible. Las fuerzas en pugna, miedo vs. adrenalina, prevalecen como motor de un relato que enaltece la tensión en sus tiempos muertos, en esa espera de la próxima bomba o del próximo enfrentamiento. Mientras Sanborn y Eldrige cuentan los días para volver, James vive el día a día y es consciente de la muerte, luego de quitarse el traje anti-bombas en el medio de una misión dice: "Bueno, si voy a morir, quiero morir cómodo".
La adrenalina como impulsora de un personaje no es ajena en el mundo de Kathryn Bigelow, basta con recordar a los protagonistas de "Punto límite", quienes se movían en caminos opuestos pero con el mismo objetivo: la búsqueda permanente del peligro y del riesgo. "Vivir al límite” no es el santo grial de la guerra de Irak, no responde preguntas ideológicas ni baja línea, aunque tampoco se queda parada en el medio del camino viendo las balas pasar. Allí donde realizadores como Oliver Stone o Steven Spielberg no podrian evitar emitir juicios de valor ni tampoco teñir la historia con moralinas explícitas, Bigelow plantea un realismo crudo sin artificios ni diálogos inverosímiles puesto en boca de personajes patrioteros o sentimentaloides que buscan proyectar una identificación con una causa nacional o con un pensamiento progre.
La directora, por oposición al prejuicio que algunos le tienen, trabaja con el género para hombres por excelencia: el bélico. Bigelow apela a cierto clasicismo del cine belicista estadounidense, sin embargo este film indirectamente plantea, un inexistente, manifiesto del cine bélico post
-moderno. Esas trincheras nerviosas de Vietnam son reemplazadas por la escenografía urbana, como lo cuenta el periodista y guionista del film, Mark Boal: "La guerra de Irak se lucha entre bombas". La lucha de las bombas es solitaria y Bigelow, hábil, utiliza este concepto para mostrar a su hombre, James, como un vaquero que me se mide sólo en un duelo sin nadie que lo pueda ayudar ni salvar más que él mismo, esto es una vuelta inexorable a la madre de todos los géneros por autonomasia: el western. Esas escenas del protagonista caminando hacía el posible lugar donde se esconde el explosivo, Bigelow retrata a su protagonista como a un astronauta que camina por suelo desconocido para el hombre, en el que un paso en falso puede llegar a acabar con él.
"Vivir al límite" (The Hurt Locker) de Kathryn Bigelow con Jeremy Renner, Antonie Mackey y Brian Geraghty.
La directora Kathryn Bigelow goza de su mayor popularidad en más de treinta años de carrera, como consecuencia de los premios obtenidos y los que puede llegar a obtener, paradojicamente esa popularidad llega con un film realizado absolutamente en forma independiente sobre el conflicto de Irak, que por otra parte ha sido una tematica que ha llevado al fracasado a todos los
films que la han tratado. "Vivir al límite" comienza con una declaración de principios violenta, nada anormal para el que haya visto otros films de la Bigelow como "Días extraños" o "Punto Límite", en una calle de Bagdhad se encuentra un pequeño escuadrón con la intención de desactivar una bomba, sin la seriedad y el hermetismo dialéctico del cliché hollywoodense, los personajes exponen una realidad de su trabajo como una cotidianeidad escalofriante para el resto de los mortales, pero que para ellos es como cualquier otro trabajo. Esta fastousa escena inicial hilada con una precisión fría y calculadora traslada la fuerza expansiva de la explosión hacia el espectador, Bigelow no apunta al artificio sino a un golpe de efecto, a una puesta en escena de un naturalismo truculento. Contruibuido por la mano maestra del fotográfo de Ken Loach, el británico Barry Ackroyd y el director de arte Karl Juliusson responsable de la recreación, según los que conocen Bagdhad, de una urbanidad casi idéntica de la capital iraquí.
En esta explosión el que perece es nada menos que el especialista anti-bombas, el reemplazo será el sargento James (Jeremy Renner) quien posee un perfil antagonista al de sus dos compañeros, Sanborn y Eldrige, ambos deseosos de volver a casa y alejarse por completo del terror de la batalla diaria deberán soportar la altanería y la irresponsabilidad de James, quien en su primera misión pone en riesgo su vida, implícitamente una demostración de búsqueda de la mayor adrenalina posible. Las fuerzas en pugna, miedo vs. adrenalina, prevalecen como motor de un relato que enaltece la tensión en sus tiempos muertos, en esa espera de la próxima bomba o del próximo enfrentamiento. Mientras Sanborn y Eldrige cuentan los días para volver, James vive el día a día y es consciente de la muerte, luego de quitarse el traje anti-bombas en el medio de una misión dice: "Bueno, si voy a morir, quiero morir cómodo".
La adrenalina como impulsora de un personaje no es ajena en el mundo de Kathryn Bigelow, basta con recordar a los protagonistas de "Punto límite", quienes se movían en caminos opuestos pero con el mismo objetivo: la búsqueda permanente del peligro y del riesgo. "Vivir al límite” no es el santo grial de la guerra de Irak, no responde preguntas ideológicas ni baja línea, aunque tampoco se queda parada en el medio del camino viendo las balas pasar. Allí donde realizadores como Oliver Stone o Steven Spielberg no podrian evitar emitir juicios de valor ni tampoco teñir la historia con moralinas explícitas, Bigelow plantea un realismo crudo sin artificios ni diálogos inverosímiles puesto en boca de personajes patrioteros o sentimentaloides que buscan proyectar una identificación con una causa nacional o con un pensamiento progre.
La directora, por oposición al prejuicio que algunos le tienen, trabaja con el género para hombres por excelencia: el bélico. Bigelow apela a cierto clasicismo del cine belicista estadounidense, sin embargo este film indirectamente plantea, un inexistente, manifiesto del cine bélico post
-moderno. Esas trincheras nerviosas de Vietnam son reemplazadas por la escenografía urbana, como lo cuenta el periodista y guionista del film, Mark Boal: "La guerra de Irak se lucha entre bombas". La lucha de las bombas es solitaria y Bigelow, hábil, utiliza este concepto para mostrar a su hombre, James, como un vaquero que me se mide sólo en un duelo sin nadie que lo pueda ayudar ni salvar más que él mismo, esto es una vuelta inexorable a la madre de todos los géneros por autonomasia: el western. Esas escenas del protagonista caminando hacía el posible lugar donde se esconde el explosivo, Bigelow retrata a su protagonista como a un astronauta que camina por suelo desconocido para el hombre, en el que un paso en falso puede llegar a acabar con él. El montaje propio de un Sam Füller o un Sam Peckinpah ponderan las escenas de alto impacto llevándolas a un nivel superlativo de convulsión y nerviosismo virgen en el cine post-moderno. Los fondos europeos con los que contó la producción del film le otorgaron a su directora la libertad de poder cortar su propia película y la absoluta disposición del proyecto, que le permitieron ciertos deslices y empaparse con lugares comunes del cine indie: los jumpcuts, los mencionados tiempos muertos, escenas enteras con silencio absoluto sin musicalización extra diegetica y los actores desconocidos que colaboraron también con el tinte realista de la historia.
Si bien el relato innecesariamente tambalea en el medio con una cruzada vengativa del protagonista por un niño iraquí, del que se había hecho amigo, el estado de tensión y alerta es casi permanente como cualidad inalterable durante las dos horas y pico del film. La cita inicial perteneciente al periodista Chris Wedges: “La adrenalina de la batalla es a menudo una adicción potente y letal, ya que la guerra es una droga”, es el punto neurálgico de este relato naturalista sobre el conflicto de Irak, un placer casi perverso que representa estar en una zona de combate.
“Vivir al límite" es quizás el film independiente más redituable de esta era y es a la vez el más personal y exitoso de la carrera de Kathryn Bigelow, quien, lejos de plantear un estudio moral sobre una guerra que se desarrolla todavía en tiempo presente, realiza un film sobre como lo terrorifico se convierte en una necesidad adictiva y al mismo tiempo cotidiana e insoslayable.
Trailer "The Hurt Locker"Si bien el relato innecesariamente tambalea en el medio con una cruzada vengativa del protagonista por un niño iraquí, del que se había hecho amigo, el estado de tensión y alerta es casi permanente como cualidad inalterable durante las dos horas y pico del film. La cita inicial perteneciente al periodista Chris Wedges: “La adrenalina de la batalla es a menudo una adicción potente y letal, ya que la guerra es una droga”, es el punto neurálgico de este relato naturalista sobre el conflicto de Irak, un placer casi perverso que representa estar en una zona de combate.
“Vivir al límite" es quizás el film independiente más redituable de esta era y es a la vez el más personal y exitoso de la carrera de Kathryn Bigelow, quien, lejos de plantear un estudio moral sobre una guerra que se desarrolla todavía en tiempo presente, realiza un film sobre como lo terrorifico se convierte en una necesidad adictiva y al mismo tiempo cotidiana e insoslayable.
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