sábado, 1 de septiembre de 2012

Cine - Crítica

Mel juega de local



Vacaciones explosivas (Get the Gringo)

Es sabido que Mel Gibson actualmente no es un ícono de Hollywood. En los últimos años ha sido noticia por escándalos personales o por declaraciones poco felices, por no decir denigrantes hacia muchos sectores. Lo cierto, también, es que desde su vuelta con el oscurísimo thriller Al filo de la oscuridad, el actor-director ha producido sus más diversas y desaforadas performances, capaz de reinventarse y de no caer en la trampa de producciones efectistas o estrictamente comerciales -caso Bruce Willis-. Algo de exploratorio, en cuanto a lo compositivo, había en el pequeño papel que eligió interpretar en  El detective cantante, esa extrañeza dirigida por Keith Gordon y producida por el propio Mel. Su amiga Jodie Foster en La doble vida de Walter  lo llevó a expresarse a través de un títere, papel por el que caminó en el filo del verosímil más flexible.

La síntesis de esta resurrección artística en Gibson está en Vacaciones explosivas, un compendio podrido de situaciones hiperbólicas autoconcientes, alejadas de los arquetipos narrativos de Hollywood. El comienzo palpitante nos sitúa a metros de la frontera entre EE.UU. y México cuando dos delincuentes son perseguidos por varias patrullas. Esa persecución termina del lado mexicano y con una posterior disputa entre las autoridades de ambos países para definir quien se hace cargo del muerto y de Mel, dos millones de razones hacen que los mexicanos se queden con el Gringo, a quien le dan una estadía en una cárcel llamada El pueblito. Desde entonces todo lo que sigue es una tarantineada en bruto porque aparece el signo de esta época: el reciclaje. Este concepto sería injusto de aplicárselo como base piramidal, precisamente es una resultante que funciona como punta de lanza socavada, es decir no hay una orientación específica que permita decir esto es una cita o un guiñó a un film en particular porque Vacaciones explosivas tiene el espíritu de lo anterior y de lo metareflexivo,  habla de sí mismo en clave, poniendo sobre la mesa las operaciones de lo postmoderno. Ejemplo, el contexto de la cárcel - pueblo que evoca el terreno postapocalíptico de El guerrero del camino como así también el uso de la voz en off áspera de Revancha, ambos films protagonizados por Gibson. También aduce convencionalismos pertenecientes a una acción sucia y noventosa, claramente por la fotografía y el encuadre de las escenas de mayor adrenalina, específicamente en la secuencia del largo tiroteo.  

Esa autoreflexión tiene sus posibilidades y restricciones, en el terreno de lo primero está el desapego de lo genérico, en elevar el grado de improbabilidad de las situaciones, es decir el espectador no es inducido a preguntarse sobre la existencia de una cárcel de estas características en la realidad, sino que la cárcel opera como metáfora pero no como un infierno en la Tierra sino como un espacio de violencia concéntrica y aquí es dónde aparece el orden de las restricciones: las convenciones genéricas, tanto de la acción como de la trama carcelaria, provocando una sensación rutinaria muy tangible. Hay una historia de amor (leve pero la hay), un entramado bien cerradito que une todos los puntos y conflictos de los personajes principales y por sobre todo aparecen algunos motivos infaltables del cine de Gibson como torturas y castigos físicos evidenciados a partir de huellas corporales, que tienen un poder dramático y angustiante, ya en código serio o sea en un carril opuesto a lo hiperbólico planteado en un principio.

Esos cimientos tan postmodernos plantados como principios tienen una solidez que no tambalean a pesar de los convencionalismos con los que el género suele darse latigazos así mismo. El sostén de este film está en la metodología, en la implementación de los elementos que juegan a su favor, todo lo que representa al postmodernismo y al diálogo con films anteriores del propio protagonista sobre los que bordea sin ser explícito pero que deja librado a la imaginación del cinéfilo y también con el orden de la representación de "lo mexicano" para el imaginario estadounidense, algo que han explotado con brillantez Peckinpah y en menor medida el tandem Rodríguez – Tarantino. Este éxito de Gibson y del debutante Adrian Grunberg, injustamente mencionado recién en el final de esta crónica, radica también -más allá de la forma desmesurada del film- en la misma lectura que han tenido los realizadores mencionados, no mirar a México desde el Norte sino posicionándose en el mismo campo de batalla, a la par y al mismo nivel. En ambos terrenos, en el de la acción y en el de la historia, Mel Gibson juega de local. 


Dirección: Adrian Grunberg
Guión: Adrian Grunberg,  Mel Gibson y Stacey Perskie
Fotografía: Benoit Debie
Edición: Steven Rosemblum
Música: Antonio Pinto
Interpretes: Mel Gibson, Daniel Giménez Cacho, Kevin Hernández y Peter Stormare
Nacionalidad y Año: México, EE.UU. - 2012
Duración: 95' 
Trailer

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