lunes, 20 de agosto de 2012

Tony Scott (1944-2012)

El último boy scout


Al conocerse la noticia de la inesperada muerte de Tony Scott, lo que siguió fue una sensación de que el director de Hombre en llamas dejaba una carrera trunca. Quizá se deba a que los amantes del cine de acción, hasta en los peores tiempos del género, siempre contábamos con "la nueva de Tony Scott", al menos una vez cada dos años. La verdad es que el inglés debutó allá por 1983 con El ansía, film que contenía una de las presentaciones más atrapantes de la historia gracias a la cooperación mutua del montaje paralelo y de la música de Peter Murphy. Desde entonces Tony nunca paró, como el personaje principal de su último film Imparable: un tren. Sí, él era capaz de hacer una película sobre un tren que, por una suma de coincidencias, nadie podía parar.

Después de su opera prima, el éxito le llegó casi en bandeja gracias a Top Gun (1986) ícono cinematográfico hollywoodense de los ochenta (junto a Volver al futuro) y una especie de secuela llamada Días de trueno (1990), en la que se cambiaban los aviones supersónicos por autos de carrera de Nascar. En el medio trastabilló con la segunda parte de Un detective suelto en Hollywood (1987) -a la que le sumó más acción que comedia y eclipsó en cierta medida el histrionismo irritante de Eddie Murphy- y con el drama romántico Revancha (1989), al que sin embargo Quentin Tarantino nombró como la obra maestra de Tony Scott.

A principios de la decada del noventa, dejó la seriedad de lado para hacer una buddy movie irónica y despojada de cualquier verosímil llamada El último boy scout (1991), su verdadera obra maestra en la que Bruce Willis disfrutaba de su mejor momento tirando one liners perfectos mientras liquidaba a mafiosos del fútbol americano en Los Ángeles. Allí, Willis, interpretó a Joe Hallenbeck; un detective privado de poca monta, un perfecto arquetipo de antihéroe que le caía como anillo al dedo, su primera frase en el film (mirándose al espejo) es: “Nobody likes you, everybody hates you, you’re gonna lose, smile you fuck” (“Nadie te quiere, todos te odian, vas a perder, sonríe maldito”). La escena previa tiene uno de los comienzos más impactantes del cine de acción de los noventa, sin embargo aquí no hay persecuciones ni tiroteos, tan sólo una gran corrida de un partido de fútbol americano. De eso hablamos cuando decimos que Tony Scott era un genio de la acción porque podía imprimirle la misma atmósfera de adrenalina y vértigo a una historia como la de El último boy scout como a otra con un tren fuera de control, sin villanos ni armas ni conspiraciones, el caso de la mencionada Imparable (2010), su última película como director. Esta facilidad para montar en forma de vídeoclip fue la que lo llevó a tener fuertes peleas con la crítica, que lo catalogó en muchas oportunidades como un director que hacía avisos publicitarios de dos horas en vez de cine, lo cual no estaba muy alejado de la realidad ya que Tony dio sus primeros pasos gracias a su hermano Ridley (el "bueno" de la familia según los críticos) quien tenía una agencia de publicidad.

Tarantino le dio a leer dos guiones en 1991, uno era Perros de la calle (1992) y el otro True Romance (1993). Tony quería dirigir el primero de ellos pero el autor le dijo que ese ya estaba apartado. Finalmente la historia de una valija perseguida por un montón de personajes (en el sentido más libre de la palabra) quedó en sus manos. Probablemente True Romance sirva como ejemplo de un uso del McGuffin en un sentido moderno y paródico, completamente autoconciente del recurso y hasta incluso autoreferencial, a partir de algunos diálogos. Ese film además contó con un desfile de estrellas, casi como si Woody Allen hubiera hecho una de acción. Christian Slater y Patricia Arquette eran los protagonistas pero también hacieron sus aportes: Christopher Walken, Dennis Hopper (ambos en una escena memorable), Brad Pitt, Gary Oldman, Samuel L. Jackson, James Gandolfini, entre otros.  

En la mitad de la década llegaron sus films más impersonales y menos vertiginosos: Marea roja (1995) y la inexplicable El fanático (1996) con Robert De Niro. En 1998 con Enemigo público volvió a recurrir a la tecnología, en este caso para usarla contra sí misma. Este relato paranoico le sirvió para reconciliarse con el vértigo, el montaje frenético, la acción más clásica y hasta incluso se dio el gusto de homenajear a La conversación, al incorporar a Gene Hackman haciendo de un personaje plagado de similitudes con el de Harry Caul que hizo en el film de Coppola. La recuperación seguió en ascenso con Juego de espías (2001) una clásica historia de mentor-alumno y Hombre en llamas (2004) de nuevo con Denzel Washington, que se transformó en su actor fetiche. Un año más tarde le llegaría el turno de la experimentación al realizar Dominó (2005), la excitante vida de Domino Harvey, quien renunció a su carrera como modelo para transformarse en una caza recompensas. En Dominó, Tony se permitió jugar fotográficamente saturando los colores y trabajar, también, con coreografías inacabadas de acción que tenían una resolución fuera de cuadro o simplemente en el imaginario del espectador. Claramente el público esperaba un film de acción al estilo Angelina Jolie y por eso le dio la espalda, fue un rotundo fracaso de taquilla y de críticas.

Hacia el final de su carrera realizó tres films junto a Denzel Washington: Dèjá Vú (2006), Rescate del metro 123 (2009) e Imparable (2010), su mejor film después de El último boy scout. También produjo (junto a Ridley) las series Numb3rs (2005-2010) y The Good Wife (2009-2012), actualmente en el aire. Su cine arraigado a la acción más pura y con un estilo propio (especialmente en el uso de la fotografía) se sentirá más por su ausencia de ahora en más, al saber que no podremos volver a decir “bueno al menos todavía tenemos a Tony Scott para disfrutar una de acción". 

Dos videos: una corta entrevista y una de las mejores secuencias de títulos de los 90, perteneciente a El último boy scout 



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