Al conocerse la noticia de la inesperada muerte de
Tony Scott, lo que siguió fue una sensación de que el director de Hombre en
llamas dejaba una carrera trunca. Quizá se deba a que los amantes del cine
de acción, hasta en los peores tiempos del género, siempre contábamos con
"la nueva de Tony Scott", al menos una vez cada dos años. La verdad
es que el inglés debutó allá por 1983 con El ansía, film que contenía
una de las presentaciones más atrapantes de la historia gracias a la
cooperación mutua del montaje paralelo y de la música de Peter Murphy. Desde
entonces Tony nunca paró, como el personaje principal de su último film Imparable:
un tren. Sí, él era capaz de hacer una película sobre un tren que, por una suma
de coincidencias, nadie podía parar.
Después de su opera prima, el éxito le llegó casi en
bandeja gracias a Top Gun (1986) ícono cinematográfico hollywoodense de
los ochenta (junto a Volver al futuro) y una especie de secuela llamada Días
de trueno (1990), en la que se cambiaban los aviones supersónicos por autos
de carrera de Nascar. En el medio trastabilló con la segunda parte de Un
detective suelto en Hollywood (1987) -a la que le sumó más acción que
comedia y eclipsó en cierta medida el histrionismo irritante de Eddie Murphy- y con el drama romántico Revancha (1989), al que sin embargo Quentin
Tarantino nombró como la obra maestra de Tony Scott.
A principios de la decada del noventa, dejó la
seriedad de lado para hacer una buddy movie irónica y despojada de
cualquier verosímil llamada El último boy scout (1991), su verdadera
obra maestra en la que Bruce Willis disfrutaba de su mejor momento
tirando one liners perfectos mientras liquidaba a mafiosos del fútbol
americano en Los Ángeles. Allí, Willis, interpretó a Joe Hallenbeck; un detective
privado de poca monta, un perfecto arquetipo de antihéroe que le caía como
anillo al dedo, su primera frase en el film (mirándose al espejo) es: “Nobody
likes you, everybody hates you, you’re gonna lose, smile you fuck” (“Nadie te
quiere, todos te odian, vas a perder, sonríe maldito”). La escena previa tiene
uno de los comienzos más impactantes del cine de acción de los noventa, sin
embargo aquí no hay persecuciones ni tiroteos, tan sólo una gran corrida de un
partido de fútbol americano. De eso hablamos cuando decimos que Tony Scott era
un genio de la acción porque podía imprimirle la misma atmósfera de adrenalina
y vértigo a una historia como la de El último boy scout como a otra con
un tren fuera de control, sin villanos ni armas ni conspiraciones, el caso de la mencionada Imparable
(2010), su última película como director. Esta facilidad para montar en
forma de vídeoclip fue la que lo llevó a tener fuertes peleas con la crítica,
que lo catalogó en muchas oportunidades como un director que hacía avisos publicitarios de dos horas en vez de cine, lo cual
no estaba muy alejado de la realidad ya que Tony dio sus primeros pasos gracias
a su hermano Ridley (el "bueno" de la familia según los críticos)
quien tenía una agencia de publicidad.
Tarantino le dio a leer dos guiones en 1991, uno era Perros
de la calle (1992) y el otro True Romance (1993). Tony quería
dirigir el primero de ellos pero el autor le dijo que ese ya estaba apartado.
Finalmente la historia de una valija perseguida por un montón de personajes (en
el sentido más libre de la palabra) quedó en sus manos. Probablemente True
Romance sirva como ejemplo de un uso del McGuffin en un sentido
moderno y paródico, completamente autoconciente del recurso y hasta incluso
autoreferencial, a partir de algunos diálogos. Ese film además contó con un
desfile de estrellas, casi como si Woody Allen hubiera hecho una de acción.
Christian Slater y Patricia Arquette eran los protagonistas pero también hacieron
sus aportes: Christopher Walken, Dennis Hopper (ambos en una escena memorable),
Brad Pitt, Gary Oldman, Samuel L. Jackson, James Gandolfini, entre otros.
En la mitad de la década llegaron sus films más
impersonales y menos vertiginosos: Marea roja (1995) y la inexplicable El
fanático (1996) con Robert De Niro. En 1998 con Enemigo público
volvió a recurrir a la tecnología, en este caso para usarla contra sí misma.
Este relato paranoico le sirvió para reconciliarse con el vértigo, el montaje
frenético, la acción más clásica y hasta incluso se dio el gusto de homenajear
a La conversación, al incorporar a Gene Hackman haciendo de un personaje
plagado de similitudes con el de Harry Caul que hizo en el film de Coppola. La
recuperación seguió en ascenso con Juego de espías (2001) una clásica
historia de mentor-alumno y Hombre en llamas (2004) de nuevo con Denzel
Washington, que se transformó en su actor fetiche. Un año más tarde le llegaría
el turno de la experimentación al realizar Dominó (2005), la excitante
vida de Domino Harvey, quien renunció a su carrera como modelo para
transformarse en una caza recompensas. En Dominó, Tony se permitió jugar
fotográficamente saturando los colores y trabajar, también, con coreografías
inacabadas de acción que tenían una resolución fuera de cuadro o simplemente en
el imaginario del espectador. Claramente el público esperaba un film de acción
al estilo Angelina Jolie y por eso le dio la espalda, fue un rotundo fracaso de
taquilla y de críticas.
Hacia el final de su carrera realizó tres films junto
a Denzel Washington: Dèjá Vú (2006), Rescate del metro 123 (2009) e Imparable (2010), su mejor film después de El último
boy scout. También produjo (junto a Ridley) las series Numb3rs (2005-2010)
y The Good Wife (2009-2012), actualmente en el aire. Su cine arraigado a
la acción más pura y con un estilo propio (especialmente en el uso de la
fotografía) se sentirá más por su ausencia de ahora en más, al
saber que no podremos volver a decir “bueno al menos todavía tenemos a Tony Scott
para disfrutar una de acción".
Dos videos: una corta entrevista y una de las mejores secuencias de títulos de los 90, perteneciente a El último boy scout
Dos videos: una corta entrevista y una de las mejores secuencias de títulos de los 90, perteneciente a El último boy scout
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