Argo
por José Tripodero
por José Tripodero
* Atención se mencionan detalles del final *
Hay una sensación que resuena luego de ver Argo, opus
tres de Ben Affleck como director. Es la que surge del mecanismo construido a
partir de estructuras genéricas bien definidas: el thriller político y la comedia
introspectiva (el cine adentro del cine). De la misma manera que Tarantino
planteaba una farsa sobre como el cine pudo acabar con el nazismo en Bastardos sin gloria, la historia de
Argo cuenta como el cine funcionó
como plan para salvar a unos empleados de la embajada norteamericana en Irán que
lograron escapar luego del estallido social en 1979 como consecuencia del fin
de la dictadura del Sha que se exilió
velozmente en EE.UU, que es lo que finalmente desencadena la ira y la violencia
contra ese país por parte de los hombres del Ayatolah Khoemini, el hombre detrás
de la revolución y de la toma de rehenes en la embajada estadounidense. Si el
director hace un mea culpa en nombre de la CIA (algo casi sin precedentes) en los primeros cinco minutos del film al sintetizar lo sucedido en Irán desde 1953 hasta 1979 (cuando asume y cae el Sha respectivamente como
dictador, gracias a EE.UU.) también resume, además, logros y desaciertos de la CIA en ese país pero esto no es lo importante para Affleck, es simplemente un disparador.
La idea de un gris agente de la CIA, Tony Méndez
(interpretado en tono monocorde por el propio Affleck) es traer a estos
ciudadanos, que están asilados en la embajada canadiense, a partir de la producción
de una falsa película de ciencia ficción a rodarse en Irán. Si pensamos que el
aeropuerto de Teherán está más controlado que el Fuerte Knox y que los
revolucionarios no tardarán demasiado en descubrir que faltan seis empleados en
la embajada, la idea de Méndez parece inverosímil y poco menos que disparatada.
Son los tiempos del éxito del sci-fi en Hollywood y filmar algo más o menos
parecido a La guerra de las galaxias
si que no es disparatado ni inverosímil. Por eso este hombre gris de la agencia
más poderosa del mundo al que su jefe (el hoy ocupadísimo Bryan Cranston) le dice: "todo depende de tí pero... sin
presiones" deberá reunirse con dos productores que deciden entrar en el
timo (los geniales Alan Arkin y John Goodman), publicar la noticia en Variety,
hacer llamados de castings, ir a fiestas de lanzamiento de films... básicamente
hacerle creer a todo el mundo (incluyendo a los Iraníes y a Hollywood) que el
film Argo se va a realizar, ni hablar cuando tiene que convencer sobre el plan a los seis que va a rescatar.
Méndez, a quién las palabras de otros personajes y de él
mismo lo describen como un especialista en este tipo de operaciones nunca lo
vemos transpirar, gritar o moverse como un agente de acción. Es una especie de
James Bond de escritorio que emprende una misión suicida sin la mínima
esperanza de éxito, es más le dice al propio Secretario de Estado que su idea
es la menos mala de todas las que se propusieron, entre ellas sacar del país a los seis
hombres y mujeres en bicicleta a través de las montañas.
Esa mirada introspectiva del cine que se filma así mismo le
permite a Affleck recortar la historia en dos partes. Cuando Méndez ronda con los
productores de la falsa película, la pelicula verdadera (la de Affleck) gana en
poderío dialogal y se tiñe una atmósfera de comedia farsesca que no se percibía
desde Mentiras que matan, esa pequeña
joyita de Barry Levinson escrita por David Mamet -en tiempos de Clinton y el Sexgate. En cambio hacía el final, cuando la historia va por el
carril de la seriedad, lo que gana es la tensión -especialmente en la secuencia del aeropuerto- y el suspenso de un clásico del
thriller político. El final, como dijimos, se bifurca en dos momentos; por un lado el casi nulo reconocimiento a Méndez por
su labor en la misión suicida –lo que hubiera sido el mejor final- y por otro con
la llegada a casa para reencontrarse con su mujer (a quién no la habíamos visto
en todo el relato) en un hogar yankee modelo, al que no le falta una bandera
que flamea. En la victoria por el éxito de la misión se diluye toda la perspectiva
de los primeros minutos, esa que parecía tener una mirada crítica y dura sobre el
accionar de la política exterior estadounidense. Lo que queda es la farsa, el éxito
mencionado de la misión y la frutilla que representa en el espectador el "basado
en una historia real". Claro, todo no (siempre) se puede.
Dirección: Ben Affleck
Guión: Chris Terrio
Interpretes: Ben Affleck, Bryan Cranston, Alan Arkin y John Goodman
Fotografía: Rodrigo Prieto
Montaje: William Goldenberg
Música: Alexandre Desplat
Nacionalidad y Año: EE.UU. - 2012
Duración: 119'
Trailer
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