Cuando la moral mata a la incorrección
por José Tripodero
Dirección: Robert Zemeckis
Guión: John Gatins
Intérpretes: Denzel Washington, Kelly Reilly, Don Cheadle, Bruce Greenwood y John Goodman
Fotografía: Don Burguess
Montaje: Jeremiah O'Driscoll
Música: Alan Silvestri
Música: Alan Silvestri
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012, Duración: 138'
Zemeckis es un gran
narrador, al igual que su amigo Spielberg, posee esa capacidad
pendular de entretener por un lado pero también puede posarse con éxito sobre temas más serios.
Por eso es que llama la atención que su nueva producción El vuelo sea tan elemental en muchos aspectos, especialmente por
las consecuencias de decisiones banales, por ejemplo en la elección de un tema
de Joe Cocker (“Feelin' Alright") para resaltar que el personaje está
recuperado, complementado con una cámara nerviosa que lo toma de frente. Este
tipo de esquemas básicos se repiten a lo largo de una película que cuenta con
propiedades clásicas del cine de Zemeckis, incluso de esas en las que puede
desatar todo su talento para moldearlas, extenderlas e introducirles, incluso,
un aura novedosa en el uso de las formalidades, más específicamente en la
composición de los planos, algo que siempre impacta en su cine; revisar el
preciso momento en el que el avión se da lleno contra el océano Pacífico en Naúfrago, también la secuencia del skate
en Volver al futuro o numerosos
ejemplos más en esa joyita llamada Forrest
Gump. En El vuelo el talento para
el uso de la cámara está en la secuencia del accidente, dividida en dos partes;
planos interiores de un avión comercial en el que se ve a un piloto
experimentado llamado Whip Whitaker (Denzel Washington) llevar a cabo maniobras
imposibles y también planos exteriores que muestran sus consecuencias, como construcción cinematográfica esta secuencia es impecable en cuanto a ritmo, pulso narrativo y montaje. Tales acciones tomadas por el piloto son las de un genio que logra evitar un accidente de
proporciones trágicas y salvar a casi un centenar de personas pero no así a
otras seis, entre tripulantes y pasajeros. Sobre la minoría se pone el ojo,
porque si bien en un principio se corona a Whitaker como un héroe, una
posterior investigación minuciosa lo pone como sospechoso de haber causado el
desperfecto, producto de su adicción al alcohol y a la cocaína.
La palabra cocaína
quiebra todo, ya desde la escena inicial en la que vemos un desnudo poco
convencional en el Hollywood ramplón y conservador de estos tiempos y que tiene
como remate a un personaje que ni bien se levanta se toma una línea y se pone
el uniforme de piloto, el contraste de las dos acciones es la que pone de
manifiesto la falta de corrección en un personaje del cual no conocemos nada
pero que será el que liderará el relato de la historia, el inicio es
tremendamente prometedor y fascinante por su poder de síntesis en el montaje.
Claro, la ruina de esta secuencia animadora para lo que prosigue se cae a
pedazos por lo dicho, en elecciones tan tontas como una canción innecesaria (al
menos) y una puesta de cámara impertinente que rompe el clima predispuesto. En
otros momentos (como también se dijo) este esquema básico de situación extrema
+ música que explica por si no se entendió, se repite burdamente al poner
"Sweet Jane” de Lou Reed mientras se muestra a un personaje que cae luego
de haberse inyectado heroína. Tampoco funciona del todo la relación entre
Whitaker y Nicole (la británica Kelly Reilly), una joven que el piloto rescata
y que se la lleva a vivir con él, todo ese metraje se disipa por el propio
rumbo que toma el relato, ya que prefiere seguirle el rastro al misterio (no
tan misterioso) del siniestro aéreo inicial. En este último tramo se destacan
los oficios de Don Cheadle como el abogado defensor de Whitaker, Bruce
Greenwood como el enlace entre el piloto y la aerolínea y una breve escena de
John Goodman, el dealer y lo más cercano a un amigo que tiene el aparente
héroe.
Hacía el final se produce
una de las grandes contradicciones, esa incorrección contra el sistema
discursivo de Hollywood, que queda en la mera apariencia de una primera escena,
impacta de frente con la moralidad más moral y con el sistema
salomónico al que nos tiene acostumbrado la meca del cine, esto aquí aparece en
la forma de un héroe de último minuto para dejarnos aliviados ante el horror de
haber mostrado un desnudo "diferente" y a un piloto alcohólico y
cocainómano. El mensaje final es aunque haya salvado muchas vidas su estilo de
vida lo condena, pero no tanto porque lo que importa siempre, y esto la
historia de EE.UU. lo demuestra, es la leyenda y no los hechos estrictamente
fehacientes, es así que Whitaker va a la cárcel (apenas unos años) por la
lógica de haber sido, en parte, culpable de la muerte de seis personas pero
tiene su indulto moral como padre ausente que busca reparar daños con su hijo adolescente.
Trailer
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