viernes, 14 de junio de 2013

Cine - Crítica

Pacto Nolan - Snyder
por José Tripodero

El hombre de acero (Man of Steel)

Dirección: Zack Snyder
Guión: David S. Goyer sobre una historia propia y de Christopher Nolan
Fotografía: Amir Mokri
Montaje: David Brenner
Música: Hans Zimmer
Intérpretes: Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Kevin Costner, Russell Crowe, Diane Lane, Laurence Fishburne 
Nacionalidad y año: EE.UU., Inglaterra, Canadá - 2013 Duración: 143' 

Era sabido que Warner intentaría resucitar a una de sus materias primas más productivas como lo es Superman. Hace no muchos años Bryan Singer erró con su estrategia de prolongar la saga, porque su idea de exponer a un personaje en un estado sombrío en un mundo hostil para su persona generaba antipatía y, en el mejor de los casos, indiferencia.  Para el regreso del originario de Krypton los ejecutivos fueron bien perezosos –pero no tontos- y convocaron a Christopher Nolan, el salvador de la otra mina de oro: Batman. Esa misma estrategia implementó el director, quien recurrió al guionista David S. Goyer (Batman inicia). Zack Snyder, responsable de épicas y fantasías digitales como 300, Sucker Punch y la transposición de Watchmen, otro producto de DC Comics, no parecía encajar entre estos nombres más bien “serios”.

En la primera parte Snyder parece emular la fórmula de Nolan, por lo que parte del grado 0 del personaje: su nacimiento en el planeta Krypton. Así comienza el film, con un primerísimo primer plano del rostro de Lara, la madre de Kal-El / Clark Kent / Superman y su padre el científico ecologista Jor-El (el enorme Russell Crowe). El pobre bebé no podía nacer en un momento peor, el planeta está a las puertas de un apocalipsis por la escasez seria de recursos y como consecuencia el General Zod  (Michael Shannon, el villano del año por lo menos) toma el poder mediante un golpe de Estado con las peores intenciones. Jor-El esconde una suerte de Códice, que guarda los datos genéticos para crear nuevos kryptonianos, en una nave con el bebé que tiene su destino aquí, en la Tierra. El planeta perece pero los villanos, con el mencionado general a la cabeza, alcanzan a ser sentenciados a una “zona fantasma”, esta pena resulta ser una salvación ya que los salva de la destrucción del planeta. No hace falta haber leído ni dos páginas del cómic para saber que volverán por Kal-El.

La economía de Snyder y Goyer, en términos narrativos, atraviesa poco a poco durante el metraje la línea ecuatorial dramática para transformar la historia en un inmenso prólogo, que salpica datos y no extiende ninguna escena más allá de la tolerancia del espectador medio actual. La excepción podría encontrarse en la última hora, en la que Snyder parece revelar su identidad. Dejá el traje de Nolan a un costado y así destruye medio pueblo de Smallville, vuela autos digitales por el aire y entabla duelos de tortazos contra las paredes entre “el hombre de acero”, Zod y los suyos.  Los momentos más logrados surgen de los flashbacks, recurso utilizado para armar el relato desde la llegada a la Tierra hasta su actualidad, ya como un hombre treintañero, al borde de mostrar a este mundo sus dones. En esos viajes hacia atrás en tiempo y espacio, se ve una relación con su padre terráqueo (otro secundario brillante, interpretado en este caso por Kevin Costner) en la que se mueve por la pugna entre silenciar sus poderes y sacarlos a la luz, con la que consecuencia que ello podría acarrear.  La inserción de otro personaje clave en la historia, porque sabemos que casi todo está pre configurado por la existencia previa del cómic como texto fuente, es la de Lois Lane (Amy Adams, extraña en el papel). La periodista que descubre la identidad de Clark Kent y ve el accionar en vivo y en directo de sus habilidades sobrenaturales antes que nadie (a excepción de los padres postizos del extraterrestre), es el principal puente entre él y los humanos, sin embargo la relación entre ambos está construida de la misma manera en la que elevan los nuevos edificios de 1 y 2 ambientes: a los ponchazos y con materiales bien baratos. Así es que es muy difícil no caer en tonteras dialogales como “creen que eres el enemigo porque no te conocen” o “soy más estadounidense que cualquiera”, cuando repele con esta afirmación la posibilidad planteada por un general sobre atentar con estos súper poderes “los intereses de Estados Unidos”.

El hombre de acero es una conjunción del éxito de la estructura transpositiva nolaniana y el “cine espectáculo” más contemporáneo, ese que demuestra con todos sus dispositivos digitales que le es posible romper todo –literalmente- , hacer atravesar cualquier superficie a los personajes y generar un caos que incluye muchedumbre corriendo, rascacielos que se desploman, etc. La evidencia del poder industrial de Hollywood, hoy por hoy, pasa por la ebullición de la imagen, que rebalsa de datos desmesurados y que en conjunto no construyen un todo sino una sucesión de acciones desperdigadas, la sensación de completitud está en la costuras de las escenas y secuencias simplemente por acción del montaje. El regreso de Superman al cine se puede sintetizar en una suerte de pacto entre el productor Nolan y el director Snyder: “En la primera parte hacemos algo realista y en la segunda rompemos todo… trato hecho". 


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