El desprecio
por José Tripodero
Dirección y Guión: Sally Potter
Fotografía: Robbie Ryan
Montaje: Anders Refn
Música: Amy Ashworth
Intérpretes: Elle Fanning, Alessandro Nivola, Cristina Hendricks, Alice Englert, Timothy Spall
El gran problema que puede tener
cualquier historia, no importa el lenguaje, es que termine en cualquier
punto del relato y dé lo mismo, esto es lo que le pasa al nuevo film de Sally Potter. Desde el primer
minuto, en una economía de planos y situaciones, ya sabemos que la amistad
entre Ginger (Elle Fanning) y Rosa (Alice Englert) es de sangre. No son
hermanas simplemente por no provenir de la misma madre y/o padre pero sí lo son en
la vida, que incluye la cotidianeidad escolar, las pequeñas salidas y el
coqueteo con la parranda. Lo que sigue a
este comienzo sintético y efectivo es el desprecio por los personajes y por la
historia, el vilipendio se conecta entre una pegatina de planos nerviosos y un
fraccionamiento de hechos que desnutren un relato que cuenta con materias
primas atractivas.
Ginger comienza a tener una
conciencia por el contexto actual que la rodea. ¿Cuál es? Londres 1962, en el mes que la
crisis de los misiles cubanos sucumbía al mundo entero. Rosa, en una envoltura
religiosa de lo más edulcorada, se interesa más por el padre de su amiga,
Roland (un profesor liberal, interpretado por el buen actor Alessandro Nivola), quien estuvo preso por negarse a integrar las fuerzas armadas de su país. Así como la relación entre Rosa y Roland crece, la de Ginger y Rosa decae hasta
tocar el fondo del escándalo, que incluye a su madre (la pelirroja Cristina
Hendricks de la serie Mad Men) odiada
por su hija e ignorada por su marido.
La estrategia de la directora de Orlando pretende, a través de un montaje
arbitrario, pegar situaciones que se entremezclan con los acontecimientos casi
al mismo nivel. Es así que en una escena trivial tenemos una duración igual o
mayor que en otra en la cual se revela un hecho dramático que cambia el relato
por completo, se desaprovecha el uso de los tiempos, de la imagen y de las composiciones actorales. Proporcionalmente y estéticamente Potter no privilegia, esconde y
expone a piacere sin sonrojarse a
pesar de salpicar aguas peligrosas como el tratamiento de la polarización
mundial o la libertad sexual, que aparece acotada y retraída hasta lo mínimo
posible. Los opuestos en pugna no sólo están en el contexto social o en los personajes, sino
también en el tratamiento de los elementos formales. Los primeros planos de Elle
Fanning, con un montaje y una música risibles, demuestran que el rostro
luminoso de un actor o actriz, que ocupan una pantalla de cine en su
completitud, pueden ser desperdiciados
en manos equivocadas. Las apariciones casi fugaces de Annette Bening, Timothy Spall y Oliver Platt exteriorizan aún más el desprecio que se vislumbra desde el sexto minuto de este film, al que probablemente la indiferencia lo entierre en el olvido.
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