lunes, 3 de junio de 2013

Cine - Dossier

Sobre el cine de M. Night Shyamalan -séptima entrega-
por José Tripodero

Lo que nació como un cuento para sus hijos, Shyamalan lo transformó en una fábula cinematográfica sobre dos mundos: el actual y el "perdido", aquel en el que los seres manifiestan pureza y bondad. Esta historia de hadas y ninfas acuáticas que se entrecruza con humanos de diversas clases, termina de concretar el interés sobre la metáfora acerca de la contemporaneidad social, que nacía hacia el desenlace del anterior film, La aldea, injustamente maltratada también al igual que esta obra

La dama en el agua (Lady in the Water, 2006) con Paul Giamatti, Bryce Dallas Howard, Jeffrey Wright, Freddy Rodriguez y Bob Balaban

La fábula, como operatoria, ya se asomaba hacia el final de la obra anterior del protagonista de este dossier, en La dama en el agua se materializa desde un prólogo realizado con una animación rudimentaria pero bien didáctica sobre dos mundos separados: el de los hombres (el cínico) y el de las hadas (el de lo bueno y lo puro), que pretenden advertir al hombre terrenal de los males y de las tempestades que se avecinan.La dama del título se aparece, moribunda, en una piscina de un complejo de edificios de gente de clase media-baja, lo que funciona como una suerte de Arca de Noé, con representantes simbólicos de comportamientos humanos bien reconocibles.  El protagonista es el encargado de este complejo, interpretado por el siempre sobrio Paul Giamatti, quien es el que encuentra a la dama. Shyamalan atina en las metáforas fantásticas pero descuida en algunos pasajes el envolvente verosímil, aunque esta grieta se obtura por su gran capacidad para narrar desde el orden de lo formal; desarrollado y refinado desde su tercer film en adelante. En esta historia se vuelven a trazar esos juegos dialécticos de espejos que había en Unbreakable con los televisores y los vidrios, aquí sucede con el agua y los personajes que se refractan como si fueran una versión distorsionada de lo que verdaderamente son. Sin tener el vuelo ni la brillantez de la mencionada Unbreakable, La dama en el agua es un cuento de hadas reconocible por sus formalidades y marcas recurrentes y es, también, de esas historias que la razón queda a las puertas de una sensibilidad que no puede comprender, lo cual excede el maniqueísmo habitual de “buena” o “mala” con el que se suele calificar a una obra artística. 

 

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