miércoles, 5 de junio de 2013

Cine - Dossier

Sobre el cine de M. Night Shyamalan -octava entrega-
por José Tripodero

El fin de los tiempos es de las obras menos aceptadas y a la vez más ninguneadas de M. Night Shyamalan. La clave seria de un apocalípsis sin zombies, enfermedades epídemicas o violencia sin sentido dejó a los espectadores y a la crítica sin cobija para refugiarse en el sub-género. No obstante el director decide operar con las características del thriller para narrar una historia sobre un suceso anormal que tiene como consecuencia suicidios en masa y que acecha a una parte de la población del este de los Estados Unidos. 

El fin de los tiempos (The Happening, 2008) con Mark Wahlberg, Zooey Deschanel, Ashlyn Sánchez y John Leguizamo

La economía narrativa es una virtud de Shyamalan, incluso cuando se trata de historias sobre apocalipsis o cualquier amenaza contra la humanidad. Este estilo que se proyecta desde Señales, se planta desde el título The Happening (destrozado en la traducción local que le puso El fin de los tiempos) que significa El suceso. Los hilos de un posible desastre a escala mundial emergen con una ola de suicidios, “todo nació en Central Park”-repiten algunos pero nadie encuentra explicaciones a esta epidemia. Valiéndose de las estructuras del thriller, la historia sale disparada como los personajes que buscan refugio de un mal intangible. No por nada el protagonista es un profesor secundario de ciencias naturales (Wahlberg), que encastra a la perfección dentro del perfil psicológico de los personajes shyamalanianos, esos que pretenden resolver los interrogantes que escapan al raciocinio. El thriller se articula quirúrgicamente con la epidemia gracias al factor tiempo, que es lo que define a los buenos ejemplares del género; menos tiempo y más chance para que todo se termine por desplomar. Sin embargo, el desmadre del pulso narrativo hace acto de presencia en el peor momento; en el final cuando el protagonista encastra todas las piezas de los terribles acontecimientos. La amargura de los desenlaces de Shyamalan aparece por ausencia, en la mente cinéfila, la normalización de la vida llega en el punto más alto de esta montaña rusa, justo en la curva final del arco dramático en el que se borra todo rastro del thriller. El genero del que se nutre esta historia es eliminado de un plumazo pero si todo se acomoda nuevamente y opera como un reinicio también queda el reflejo de lo sucedido, como si la replica de este suceso pudiera aparecer repentinamente. Este apocalipsis ecologista desemboca en un flick clase B, que es delirante por la premisa propuesta y serio a la vez por la autoconciencia en el uso de las materias formales y genéricas.

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