domingo, 14 de julio de 2013

Cine - Crítica

Amistad en grado 0
por José Tripodero

Monsters University

Dirección: Dan Scanlon
Guión: Daniel Gerson, Ron L. Baird, Dan Scanlon
Montaje: Greg Snyder
Música: Randy Newman
Intérpretes: Billy Crystal, John Goodman, Helen Mirren, Steve Buscemi
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2013 Duración: 104' 

El comienzo de esta precuela de la éxitosa Monsters, Inc. no podría ser mejor, el niño Mike Wazowski va de excursión con su escuela a la planta de energía de Monsters (escenario de la película anterior) y descubre allí su pasión y las ansias incontenibles por convertirse en un “asustador”, el empleo más codiciado por todos. Luego de los títulos (menos ingeniosos que los del film del 2001) vemos al Mike ya universitario, en su primer día en el campus, excusa para el despliegue virtuoso de colores, texturas y movimientos de cámara que caracterizan a Pixar.

El camino del joven Wazowski, quien tiene mejores desempeños en la teoría que en la práctica de asustar, estará minado de situaciones propias del sub-género universitario (si es que existe tal cosa). Están revisitados rasgos inevitables como las fraternidades, las fiestas, los estudiantes cool con sus chaquetas y los estudiantes del “montón". Allí van a caer los dos héroes, Mike y Sully, quienes no son los mejores amigos precisamente de la primera película, ambos poseen lo que al otro le falta. Mientras el primero tiene toda la teoría de los sustos sabida al dedillo pero ningún atributo para ponerla en práctica, el grandote celeste con pintitas violetas es un asustador nato proveniente de varias generaciones en esto de generar energía mediante gritos de niños humanos.  Ambos serán los pilares de su fraternidad para ganar las “sustolimpiadas” y así regresar a la Facultad de Sustos, luego de ser expulsados por no alcanzar los objetivos académicos del primer semestre.


Pixar apela a los motivos universitarios para encastrarlos en la parodia más áspera sin mucha sutileza ni chispa humorística, el motor del relato es la disputa eterna entre nerds (el equipo del dúo estelar) y cools. Bajo esa estructura se cimienta una narración centrífuga que pierde valor, más allá de la redención final y el objetivo logrado, de una manera inesperada. La pérdida está dada por el propio final de la primera parte, en el que todo el aparato se caía a pedazos porque los protagonistas se topaban con una nena que no les tenía miedo, la cual oficiaba de punta de ovillo para desmantelar a la organización fraudulenta de Monsters, Inc. Esos gritos provocados por los sustos que tanto Mike y Sully buscan alcanzar a partir de una puesta a punto de la técnica del susto, se disipa porque lo que se descubría, era que la risa generaba mejores dividendos y era, además, más sana. Por eso todo el derrotero de esa precuela no hace más que sostenerse por el encuentro de ambos, que desencadena en una amistad basada en las diferencias, vistas como complementos para con el otro. Sin la frescura, la emoción (aquí es pura aventura, tipo montaña rusa) y la novedad, tres adjetivos bien llevados por esa ¿todavía? utopía maniobrada por el estudio Pixar,  Monsters University se acomoda simplemente en la columna de las aceptables películas de los creadores de obras maestras como Toy Story, por sólo nombrar una. La exigencia del público fanático espera el regreso de esa calidad distintiva, después de los tropezones que significaron Cars 2 y la muy Disney Valiente. 

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