Amistad en grado 0
Dirección: Dan Scanlon
Guión: Daniel Gerson, Ron L. Baird, Dan Scanlon
Montaje: Greg Snyder
Música: Randy Newman
Intérpretes: Billy Crystal, John Goodman, Helen Mirren, Steve Buscemi
El comienzo de esta precuela de la
éxitosa Monsters, Inc. no podría ser
mejor, el niño Mike Wazowski va de excursión con su escuela a la planta de
energía de Monsters (escenario de la película anterior) y descubre allí su
pasión y las ansias incontenibles por convertirse en un “asustador”, el empleo
más codiciado por todos. Luego de los títulos (menos ingeniosos que los del
film del 2001) vemos al Mike ya universitario, en su primer día en el campus,
excusa para el despliegue virtuoso de colores, texturas y movimientos de cámara
que caracterizan a Pixar.
El camino del joven Wazowski, quien
tiene mejores desempeños en la teoría que en la práctica de asustar, estará
minado de situaciones propias del sub-género universitario (si es que existe
tal cosa). Están revisitados rasgos inevitables como las fraternidades, las
fiestas, los estudiantes cool con sus chaquetas y los estudiantes del “montón".
Allí van a caer los dos héroes, Mike y Sully, quienes no son los mejores amigos
precisamente de la primera película, ambos poseen lo que al otro le falta.
Mientras el primero tiene toda la teoría de los sustos sabida al dedillo pero
ningún atributo para ponerla en práctica, el grandote celeste con pintitas
violetas es un asustador nato proveniente de varias generaciones en esto de
generar energía mediante gritos de niños humanos. Ambos serán los pilares de su fraternidad para
ganar las “sustolimpiadas” y así regresar a la Facultad de Sustos, luego de ser
expulsados por no alcanzar los objetivos académicos del primer semestre.
Pixar apela a los motivos
universitarios para encastrarlos en la parodia más áspera sin mucha sutileza ni
chispa humorística, el motor del relato es la disputa eterna entre nerds (el
equipo del dúo estelar) y cools. Bajo esa estructura se cimienta una narración centrífuga
que pierde valor, más allá de la redención final y el objetivo logrado, de una
manera inesperada. La pérdida está dada por el propio final de la primera
parte, en el que todo el aparato se caía a pedazos porque los protagonistas se
topaban con una nena que no les tenía miedo, la cual oficiaba de punta de
ovillo para desmantelar a la organización fraudulenta de Monsters, Inc. Esos
gritos provocados por los sustos que tanto Mike y Sully buscan alcanzar a
partir de una puesta a punto de la técnica del susto, se disipa porque lo que
se descubría, era que la risa generaba mejores dividendos y era, además, más
sana. Por eso todo el derrotero de esa precuela no hace más que sostenerse por
el encuentro de ambos, que desencadena en una amistad basada en las
diferencias, vistas como complementos para con el otro. Sin la frescura, la
emoción (aquí es pura aventura, tipo montaña rusa) y la novedad, tres adjetivos
bien llevados por esa ¿todavía? utopía maniobrada por el estudio Pixar, Monsters
University se acomoda simplemente en la columna de las aceptables películas de los
creadores de obras maestras como Toy Story,
por sólo nombrar una. La exigencia del público fanático espera el regreso de
esa calidad distintiva, después de los tropezones que significaron Cars 2 y la muy Disney Valiente.
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