jueves, 29 de agosto de 2013

Cine - Crítica

El molde de la propaganda
por José Tripodero

Amenaza roja (Red Dawn)

Dirección: Dan Bradley
Guión: Carl Ellsworth, Jeremy Pastore
Fotografía: Mitchell Amudsen
Montaje: Richard Pearson
Música: Ramin Djawadi 
Intérpretes: Chris Hemsworth, Isabel Lucas, Josh Hutcherson y Jeffrey Dean Morgan
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012 Duración: 93'

La industria del cine de Hollywood es la más importante del mundo y es, a la vez, la que menos vínculos tiene (y ha tenido siempre) con el Estado sin embargo es la que mayor impacto tiene en todo el mundo, a excepción de algunos países que cuentan con una cinematografía propia muy fuerte, en términos de producción y distribución, como los casos de Corea del Sur e India. Hollywood nunca necesitó del Estado para difundir su cine, la colonización cultural es la estrategia que mantuvo desde la época del Cine Clásico, la cual formó parte de un conglomerado económico como dispositivo de un capitalismo avasallante. Esa avanzada no siempre se hizo dentro de las reglas del juego limpio, en muchos casos Estados Unidos -como Estado- intervino en otros países a partir de sus fuerzas de seguridad  y casi siempre con algún pretexto que incluía algún riesgo para la libertad pero que no les motivaba más que la intención de someter un rumbo económico y/o político. Uno de los ejemplos más claros de esto último es lo que sucedió en el caso Irán-Contras, suceso que comenzó en 1979 y en el que el Gobierno de los Estados Unidos apoyó económica y militarmente a los contrarrevolucionarios que se oponían al gobierno sandinista, toda una cuestión que se potenció luego de la asunción del presidente Reagan. En 1986 Nicaragua llevó el caso a la Corte Internacional de Justicia, en junio de ese año el fallo contra el país norteamericano demostró que su accionar fue claramente un apoyo al terrorismo de estado de una nación extranjera. El saldo de muertos ascendió a 38.000 y las pérdidas económicas fueron extraordinarias por las minas colocadas en puntos estratégicos como puertos, con el fin de aislar al país centroamericano.


El director John Milius, miembro de la NRA (Asociación Nacional del Rifle) y autodenominado “fascista zen” realiza en 1984 Red Dawn, film sobre una invasión de soviéticos, cubanos y… sí, nicaragüenses al territorio estadounidense. El recorte narrativo se posa sobre un grupo de adolescentes que arma una especie de resistencia para combatir a estos soldados tercermundistas, que caen con la intención de adoctrinar a los gringos y así acabar con el capitalismo. Milius se toma en serio toda la historia, desde la pavada madre de la invasión al crecimiento fugaz de sus héroes que se convierten de buenas a primeras en soldados profesionales. No faltan matanzas gráficas de adolescentes y profesores de la secundaria del pueblito “típico”, ese, el bien icónico que está grabado en la memoria colectiva desde la época del Cine Clásico. Durante los 80’s han surgido productos propagandísticos desde moderados hasta bien desvergonzados, que generalmente eran los más baratos, basta con pensar en los films de Michael Dudikoff o incluso Chuck Norris, el abanderado más correcto de la década de la administración Reagan.  

La remake de esta propaganda, llamada aquí Amenaza roja, genera dos preguntas fundamentales. En primer lugar, ¿cuál es la razón para hacer una versión, en el 2012, de un producto pobre dramáticamente y poderoso como alegato de una fantasía contextual? Pocos pueden ser los argumentos y que no escapan de la idea de destapar el dispositivo pre configurado de la aventura extraordinaria patriotera, sin importar el momento internacional actual. Algo que tampoco se tuvo enconsideración allá por el año 1984, aunque poco tiempo después se demostrara que los enemigos retratados distaban completamente de la realidad y hasta incluso de una construcción seria, en términos de un verosímil. Los enemigos de la versión 2012 son los norcoreanos, que juegan aquí de suplentes ya que la intención inicial fue la de inventar una invasión de soldados chinos. Idea que algún contador del estudio vio como nefasta en términos económicos, pensando al gigante asiático como un gran mercado de distribución para el cine de Hollywood. Así es que en tiempo récord, con alteraciones digitales y algunas retomas, el mal pasó a ser Corea del Norte. La otra pregunta es de carácter local, ¿por qué se estrena este film que tiene todas las características de un straight to video, sumado a los antecedentes de la “obra” original y encima con un retraso de más de un año? A veces es difícil comprender a las distribuidoras -que con justa razón alegan problemas que exceden a su buena voluntad para estrenar ciertos títulos- cuando permiten la salida a la pantalla grande de cosas como Amenaza roja, que no es más que un vil intento por recuperar el espíritu de un cine de terror ideológico, a través de moldes añejos y desfasados para estos tiempos. Un episodio más en la historia de la fantasmal propaganda del Estado estadounidense a través de su industria cultural más penetrante.


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