lunes, 30 de septiembre de 2013

Cine - Crítica (no estreno)

Sin lugar para la comedia
por José Tripodero

El increíble Burt Wonderstone (The Incredible Burt Wonderstone)

Dirección: Don Scardino 
Guión: Jonathan M. Goldstein, John Francis Daley
Fotografía: Matthew Clark
Montaje: Lee Haxall
Música: Lyle Workman
Intérpretes: Steve Carrell, Steve Buscemi, Olivia Wilde, James Gandolfini, Jim Carrey,  Alan Arkin
Nacionalidad y año: EE.UU., 2013 Duración: 100'

Es imperativo que al final de este año se haga una lista de los films que no vieron la luz de la cartelera comercial y que sufrieron, por ende, el naufragio en el mar de la auto distribución digital. Sin analizar demasiado este estado de situación, podemos esbozar que la peor parte de esta injusticia se la están llevando las comedias. A esta altura es difícil –casi imposible- que se estrene el díptico sobre el fin del mundo bajo clave partuza con amigos de This is the End (co-dirigida y protagonizada por Seth Rogen) y la inglesa The World’s End (del trío conformado por el director Edgar Wright y los actores Simon Pegg y Nick Frost). Como se ve, nombres asociados a popularidad y calidad ya no garantizan una salida en pantalla grande. Otra comedia que pasa a ser parte de la lista negra de este año es El increíble Burt Wonderstone, una de magos. La comedia estadounidense siempre ha sabido explotar diferentes contextos asentados como correlatos de narraciones sobre diferentes temas: la amistad, el casamiento, el divorcio, la vejez, la maternidad, etc. Las formalidades y los rasgos retóricos son los que moldean el halo de novedad, para que las características del género no sean tan transparentes. Precisamente, la retórica actoral –aquí- es el aspecto que mejor funciona dentro de una historia sobre la amistad y la superación de un futuro acechante.



Burt Wonderstone (Steve Carrell) es un mago que conforma un dúo junto a su amigo de toda la vida, Anton (Steve Buscemi), ambos realizan un show en uno de esos monstruosos casinos-hoteles de Las Vegas. El problema es que sus trucos e ilusiones -presentados hasta el hartazgo durante la última década- ya no tienen la misma recepción, sumado a esto se da la aparición del futuro de la magia representado en Steve Gray (el gran Jim Carrey), una mezcla de Tu Sam y Criss Angel. Sus trucos van desde aguantar el pis durante doce días hasta sacarse una carta de adentro de una herida, este papel solo podía ser interpretado por alguien como Carrey, un actor que hace sus mejores roles cómicos cuando exhibe rasgos más oscuros e incómodos de ver, ejemplos claros en The Cable Guy y Me, Myself and Irene. Como sucede en las historias sobre hombres o mujeres que están en la cúspide, la narración los lleva por el clásico camino del héroe, que desequilibra sus vidas y los pone en situaciones extraordinarias hasta llegar al mero fondo, necesario para salir a flote.

La historia de El increíble… no es lo más interesante sino lo que los intérpretes hacen con ella, que recursos ponen en juego sobre la mesa narrativa, que por momentos abusa de los gags televisivos más propios para una sit com, un ejemplo: llamar a un personaje en una infinidad de veces por otro nombre que no es el suyo. De todos modos el sostén de esta comedia está en las interpretaciones de Carrell, Buscemi y Carrey, los tres se muestran ávidos de absurdo y referencias paródicas al mundo de los magos e ilusionistas, es decir están la sintonía que mejor les cabe. Como si los responsables supieran de antemano las limitaciones del guión, nutrieron y rodearon a los personajes principales de talentos natos para la interpretación de papeles secundarios. Desfilan por la pantalla el recientemente fallecido James Gandolfini como un chupa sangre dueño de una cadena de casinos-hoteles, Olivia Wilde exhibiendo buenos dotes para la comedia y Alan Arkin, un viejo zorro que ha explotado para el gran público en Pequeña Miss Sunshine hace ya algunos años, aquí -al mejor estilo Rip Torn en Dodgeball- compone una vieja y malhumorada influencia, que en este relato oficia del personaje que provoca la “resurrección” y la vuelta a las grandes ligas de Burt Wonderstone.
El increíble… es una de esas películas queribles por sus personajes y por una conexión amable con ese mundo kitsch que es Las Vegas, habitualmente mostrado en todo su “esplendor”. El lugar físico del juego en esta historia (ese que muchos llaman “la ciudad del pecado”) no es más que el asentamiento pertinente, es la cuna del espectáculo puramente ornamental. Allí radica el pellizco crítico que tienen muchas comedias de un mínimo vuelo   -al menos- porque lo kitsch aparece exagerado en los trajes de Burt y Anton, en la apariencia de Gandolfini, en la música que abre los shows de magia, etc. Esta mirada, que también lo es sobre el maniqueísmo retro vs. futuro, se maneja por la antítesis entre la distorsión de los rasgos expuestos de una época tatuados en la apariencia de dos tipejos anclados en los 80’s y la sutileza reflexiva -casi opaca- de un futuro pesimista, que se hace carne en el personaje del ilusionista-carnicero creado por Carrey. Las filmaciones de sus trucos callejeros y los avances de su programa de cable para Intense TV, retratan la desesperación por estar "adelantado a la época", así sea apenas por un paso. Ver el final que tiene este personaje para confirmarlo.





















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