por José Tripodero
Bruce Springsteen and The E Street Band Wrecking Ball Tour
Lugar: Estadio GEBA
Fecha y hora: Sábado 14 de Septiembre, 21:30 hs.
Duración: 3 horas, 20 minutos
Público: 12.500 personas
Un cuarto de
siglo después regresó Bruce Springsteen a la Ciudad de Buenos Aires, un reducto
que no acompaña masivamente como sí lo hacen los fanáticos europeos
(especialmente en España y en Irlanda). Si bien se dijo que no habría un grupo
soporte -pasada las 19:30 hs- se hizo presente Lovorne, el grupo de Luciano
Napolitano (el hijo del mítico Pappo), su presencia al menos colaboró para encender
los motores del rock. 21:15 hs, la hora señalada, la hora del show esperado y
la hora del Jefe. La apertura fue con This
Little Light of Mine, una suerte de góspel bien pertinente, en la que se
destacó el trío de coristas negros incorporado por Springsteen para este tour
enorme, que lo llevó por medio mundo y que -¡por fin!- se lo pudo ver en esta
parte del mundo con un espectáculo propio. En esta parte de la región, la gran
mayoría prefirió recortar la figura sobre el lado puramente estadounidense y
toda su simbología patriotera, lejos está Springsteen de desperdigar
nacionalismo en sus canciones y en sus presentaciones en vivo. Paradójicamente su disco más exitoso en Sudamérica sigue siendo Born in the USA, acusado injustamente desde entonces de ser pro-yanki nunca se le quitó tal etiqueta. De lado se dejó su costado más evidente de su repertorio temático; su interés por la clase trabajadora y sus canciones sobre el optimismo y las vicisitudes sobre relaciones amorosas -casi siempre trágicas o truncas-. Si sólo pudiera definirlo con una cualidad sería The Working Class Hero y nada más. Lo mejor sería volver sobre lo sucedido el sábado a la noche en GEBA.
La lista de
temas era lo de menos, a priori, y no porque no importara sino porque el
repertorio de Springsteen es enorme y la elección podía variar completamente con
respecto al show anterior sin que nadie quedase insatisfecho. Por eso es que
los tema de Wrecking Ball encendieron
a los fanáticos de igual manera que los hits más conocidos, bastaba sólo
escuchar una vez el estribillo de We Take
Care of Our Own para corearlo en la segunda oportunidad. Badlands, el tercer tema, encendió definitivamente
a todos con el clásico coreo introductorio y final para un tema que saca a
relucir las mejores aptitudes del Springsteen guitarrista. De esa joya llamada Darkness of the Edge of Town sonarían
más tarde Something in the Night –sorpresivamente-
y The Promised Land, una de los
tantas canciones a pedido que el público manifestó a través de pancartas y que
el gran Jefe “arrebató” para apilarlas detrás del escenario, como una suerte
de compendio del cual podía elegir que tocar. Algo que hizo durante varios momentos de la fría noche porteña. No Surrender, Downbound Train (con la involuntaria colaboración de un tren del
FF. CC. Mitre que pasó exactamente en el medio de la canción), Cover Me (otro de los temas “a pedido”) fueron
algunos de los revisitados de Born in the
USA. Ese disco que catapultó a Springsteen como estrella mundial, a pesar
de que ya tenía en sus espaldas cinco discos brillantes, entre ellos The River y Born to Run. El contacto directo con el público arrancó en la royorbisoniana Hungry Heart, que llevó a
Springsteen a pasear por todo el estadio, no hubo sector que no fuese
recorrido, incluso el de las horribles plateas que marcaban algo de
distancia con lo que sucedía en el campo.
Muchas canciones
se daban sin solución de continuidad, el único puente entre un tema y otro era el “one, two, three, four!”. Así se
dieron Thunder Road y Land
of Hope and Dreams –para cerrar la primera parte-, Bobby Jean, Glory Days y Dancing
in the Dark, un nuevo tridente de Born
in the USA ya en los bises. Antes, en el
medio, hubo una versión furiosa de Because
the Night, en la que se destacó el guitarrista Nils Lofgren con un solo. Otro de los tantos disfrute se dio con la melancólica The
River. La mayor sorpresa fue American
Skin (41 Shots) una canción bien de protesta sobre un caso de gatillo fácil
y que el Jefe sólo toca en contadas ocasiones. La vitalidad escénica llevó
al Jefe a moverse varias veces por todo el estadio con una banda que acompañaba
sin quitar ni perder protagonismo, a pesar de no exponer virtuosismo, cualidad
incoherente y desubicada para un show de esta clase. En cambio la electricidad,
la pasión y la mística de un hombre que acumula ya 17 discos de estudio más un
puñado de registros en vivo, son parte de las virtudes que hacen de Bruce
Springsteen una leyenda viva del rock y de sus cuestiones adyacentes, esas que
enmarcan “lo cultural” del estilo. Aquí en Buenos Aires, con un público
mezclado pero con mayoría de adultos pos cuarenta, Bruce Springsteen convocó a
12.ooo personas ávidas de repetir las 3 horas 20 minutos del sábado. ¿Cuántas
bandas o cantantes se bancan ese tiempo con un escenario de fondo negro para
sólo rockear? ¿Cuántos transforman el valor monetario de un ticket en un valor
simbólico? Bruce Springsteen y su banda nos dejaron con la sensación de
quedarles debiendo. Pero quedémonos con las palabras finales del Jefe sobre su
promesa de volver pronto a rockear por estos lados, en los que la recepción
masiva no le es proporcional a su música y carisma, que bien le cabe –también-
a su inmensa E Street Band. Hasta
aquí algo de raciocinio sobre una jornada tremendamente emocional y mágica, a
veces –y esta es una de esas veces- en las que las palabras no sobran, sino que
molestan.
2 comentarios:
Cuando uno escribe sobre este recital, es imposible no hacerlo de forma muy personal, por la emoción particular que generó. En mi blog linkié esta y otras reseñas que también me parecieron muy buenas. La mía está acá: http://www.mediosospechoso.blogspot.com.ar/
Un saludo!
Buenísimo Merrick, gracías por el linkeo! muy bueno lo tuyo también y es cierto, por eso escribí más con el corazón que con la razón. Saludos!
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