jueves, 17 de octubre de 2013

Cine - Crítica

Piratas del realismo
por José Tripodero

Capitán Phillips (Captain Phillips) 

Dirección: Paul Greengrass
Guión: Billy Ray 
Fotografía: Barry Akcroyd
Montaje: Christopher Rouse
Música: Henry Jackman
Intérpretes: Tom Hanks, Barkha Abdi, Barkha Abdirahman, Faysal Ahmed y Mahat M. Ali
Nacionalidad y año: EE.UU., 2013 Duración: 134'

La amenaza pirata en el Cuerno de África ha puesto en vilo a la comunidad internacional en los últimos años. Prácticamente todos los casos tienen un mismo patrón; una pequeña embarcación con hombres armados toma el control de un barco extranjero que navega por las costas de Somalia para exigir el pago de un rescate. Un alto porcentaje son pagados por aseguradoras, el resto de los casos de piratería se dividen en rescates exitosos por parte de la Marina estadounidense y también en casos fatales, que terminan con la muerte de rehenes y de piratas. Hollywood se interesó en la historia del Capitán Phillips (el secuestro del buque carguero Maesrk Alabama en el 2009 en las costas de Somalia) porque no se acomoda en ninguno de los casilleros sobre esta problemática, es claramente un caso extraordinario que tiene los ribetes para imantar la atención de los estudios de cine más poderosos del mundo.


Si se necesita intensidad -a partir de inyecciones de realismo- el director apropiado es Paul Greengrass, el mismo de las dos películas del medio de la saga Bourne. Su propuesta inicial tiene la apariencia de querer transitar por el camino de la antítesis, recurso que le es funcional para exponer el contraste de los dos personajes principales: el Capitán Phillips (Hanks) que vive en su hogar de clase media en Vermont junto a su mujer y a sus hijos, el otro es Muse (debut de Barkha Abdi), un “soldadito” reclutado por una red criminal que les presenta como única opción laboral (a los hombres de una comunidad) asaltar barcos que pasan cerca de las costas somalíes. Mientras Phillips reflexiona con su mujer, camino al aeropuerto, sobre el mundo que viene para sus hijos, Muse tiene que ganarse el respeto de su comunidad, el cual sólo puede lograr si obtiene una presa importante en alta mar.

El formalismo es la mejor carta que tiene Greengrass, esa supuesta capacidad de transferir las cualidades indentitarias del documental a la ficción, no por nada trabajó anteriormente con hechos verídicos; los films Domingo sangriento sobre la masacre del ejército inglés en una manifestación pacífica en Belfast y Vuelo 93, la historia del vuelo secuestrado por terroristas pero resistido por los pasajeros, que finalmente cayó en Pennsylvania el 11 de Septiembre del 2001. No es casual que el director inglés, a partir de los movimientos nerviosos de su cámara temblorosa, los zoom casi imperceptibles y los planos cortos, se haya convertido en la opción recurrente de los estudios de Hollywood para narrar estas historias reales. Desde su desembarco en la meca del cine, Greengrass hace gala de estos recursos, los cuales han sido el anzuelo para gran parte de la crítica que llama al cine del inglés como “cine realista”. Lejos de ese sintagma se halla este cine mainstream, bien encajado en el star system –a excepción de Vuelo 93, como parte de una estrategia de presentar a los actores como un colectivo- siempre ha trabajado con grandes figuras, antes Matt Damon en tres películas y ahora Tom Hanks en los protagónicos. Si bien el contorno de sus historias destila realismo, por lo ya dicho en relación a las atribuciones formales de sus películas, sus historias pertenecen a la línea de aquellas que narran hechos reales pero con licencias dramáticas.

Se pueden tomar dos caminos, ignorar los hechos reales y seguir Capitán Phillips por la senda del thriller angustiante o tomar los acontecimientos que verdaderamente ocurrieron. En la película de Greengrass, Phillips termina heroicamente ocupando el rol de rehén de los piratas que huyen en un bote salvavidas, de esta manera la numerosa tripulación del barco secuestrado permanece a salvo pero el capitán queda a merced de los piratas y de las acciones militares de los navíos que acuden al rescate, unas cuantas horas más tarde. Algunos de los tripulantes reales han manifestado lo contrario de lo que la historia cinematográfica afirma sobre muchas de las situaciones que se vivieron, la mayoría relacionadas con actitudes del propio Phillips, antes y durante el abordaje de los piratas. Aceptar o no lo que se ve, no legitima ni descredita el disfrute de la tensión impresa –especialmente en el tercer acto-, gracias al montaje dinámico de Christopher Rouse pero más que nada a la fotografía del hoy candente Barry Akcroyd (Vvir al límite). El fotográfo, también inglés, es otra pieza fundamental del cine reciente sobre hechos reales que involucran, al igual que este film, a las fuerzas de elite de los Estados Unidos, siempre  representadas en clave nerviosa y urgente, desde el uso de la cámara bien realista, aunque la historia y la story no concuerden ciento por ciento, entre sí, con esta categoría.
 
 

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