Los límites de la reflexión (sobre el
superhéroe)
por José Tripodero
Dirección y Guión: Jeff Wadlow
Fotografía: Tim Maurice-Jones
Montaje: Eddie Hamilton
Música: Henry Jackman, Matthew Margeson
Intérpretes: Aaron Taylor Johnson, Chloë Grace Moretz, Christopher Mitz-Plasse, Morris Chetsnut, Jim Carrey
Nacionalidad y año: EE.UU. - Reino Unido, 2013 Duración: 103'
La virtud que tiene Kick-Ass 2 es
la de independizarse como obra, sin la necesidad imperiosa de repetirse
temáticamente a su antecesora, la que funcionaba como un film de iniciación. Si
bien el protagonista, Dave / Kick-Ass (Aaron Taylor-Johnson) y su amiga Hit
Girl (Chloë Grace Moretz) son personajes derivados de la primera película, el
camino que entablan aquí es diferente, es el de la búsqueda urgente de la
identidad agregado a la cotidianeidad adolescente y sus motivos: el deseo
sexual, las castas escolares, etc. El comienzo promisorio, en el que
aparentemente ambos van a formar un dúo para continuar la lucha contra el mal,
se desvanece poco a poco hasta quedar separados, cada uno por su bando.
Kick-Ass se une a un grupo de “vigilantes” comandados por el Coronel Bands and
Stripes (un sutil Jim Carrey) mientras que Mindi, luego de prometerle a su
padre sustituto dejar el uniforme para siempre, busca encajar en el submundo
superficial de las adolescentes denominadas “mean girls”, aunque su alter ego nunca
desaparece por completo. La búsqueda de la identidad, en el tormentoso período
de la adolescencia, no está limitado a los buenos sino, que también, es el
objetivo del villano de turno: Motherfucker, el hijo del mafioso D’Amico
asesinado en la primera película por Big Daddy, el padre de Hit Girl, quien
también falleció.
Kick-Ass 2 es un film reflexivo de las fórmulas del cine de superhéroes, no sólo por las referencias más transparentes, puestas en los diálogos de los personajes (se habla de Batman y de Spiderman por citar sólo dos ejemplos) sino también por las propias acciones dramáticas puestas en juego, especialmente en la primera mitad, que es la más ágil y ácida en términos narrativos. Cuando se produce el primer quiebre serio es que la estantería comienza a tambalear, el director y guionista Jeff Wadlow recurre a los motivos que trabajó en clave meta, en el primer acto, para ajustarlos a un dispositivo genérico: la venganza, que surge y cruza de bando sin ser dueña de ningún personaje. Hacia el final, también, se siente la falta del humor más cínico que afloraba en los one-liners de Hit Girl porque la trama se pone seria y, a la vez, se ve necesitada de alcanzar el destino que el género -sobre el cual reflexionaba en la primera parte- parece exigirle. Por ejemplo, las muertes de personajes importantes tienen una carga trágica y solemne que parecen obligarle a los vivos a actuar en consonancia, como en una película clásica de superhéroes, hasta incluso la cadencia de la música extradiegética se asemeja demasiado a la compuesta por Hans Zimmer para la saga Batman de Christopher Nolan.
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