jueves, 14 de noviembre de 2013

Cine - Crítica

Cine berreta


El Mayordomo (The Butler)

Dirección: Lee Daniels 
Guión: Mark Strong 
Fotografía: Andrew Dunn
Montaje: Brian A. Kates, Joe Klotz
Música: Rodrigo Leao 
Intérpretes: Forest Whitaker, Oprah Winfrey, David Oyelowo, John Cusack, Cuba Gooding, Jr.
Nacionalidad y año: EE.UU., 2013 Duración: 134'

Contar la historia personal del mayordomo de la Casa Blanca durante seis administraciones, y que atraviesa varias décadas de sucesos determinantes, para narrar la ¿evolución? de un país, golpeado y dividido- realmente – por la segregación y el odio racial, puede generar expectativas e interés. Claro está, una buena premisa no hace una buena película por default, por eso es necesario entrar en el terreno del “como”.  El “como” es el factor que marca diferencia, entre un director y otro que hace uso y abuso de la tilinguería, en este casillero se encuentra Lee Daniels.


El berretismo de El mayordomo tiene su lógica porque quiere impactar y aleccionar con argumentos de madera a balsa, sin tacto, sin la pericia para narrar ni para construir climas dramáticos, en una palabra: busca avanzar a los tumbos. El tercer plano de la película –después de un par que nos presentan al protagonista- ya nos sitúa por la fuerza en la época del Sur profundo, allá por la década de 1920: dos hombres aparecen colgados en un tamaño corto y levemente contrapicado, que remarca la dureza de semejante quiebre, por si hacía falta arrugar más la nariz al ver tal golpe bajo. Luego la cámara vuelve con el pobre Cecil Gaines (Forest Whitaker) en versión anciano, sentado en la Casa Blanca a la espera de vaya a saber qué. Para no descuidar a un espectador desprevenido, Daniels insiste con la muerte gratuita y bien de frente: violan a la madre y matan al padre del niño Cecil. Irónicamente estos hechos representan el comienzo de su camino “triunfal”, desarrolla una carrera como sirviente al convertirse en un “house nigger” para la ama de casa  de buen corazón, inmediatamente luego de perder a sus padres a mano del hombre blanco (el hijo de la señora), dueño del campo de algodón en el que todos trabajaban.


El derrotero de este hombre, que llega al punto álgido de trabajar como mayordomo de seis administraciones presidenciales, tiene un correlato en el progreso de los derechos civiles de los afroamericanos. Esta progresión paralela es una suerte de Wikipedia audiovisual, que precisa remarcar con una fibra bien gruesa los hechos fundamentales, acompañados de una banda de sonido similar al del programa de Virigina Lago y de diálogos que figuraran, probablemente, en los clips durante la ceremonia de los Oscar. No se puede decir que Daniels no tuvo a su alcance una constelación de estrellas, su berretismo convierte en caricaturas a las composiciones de John Cusack , que interpreta a un Nixon malo y atemorizante, ya como vicepresidente, el casi cameo de Robin Wililams como un viejísimo Eisenhower. Hay peores, los casos de Lyndon Johnson (Liev Schreiber)  y JFK (James Mardsen). El primero tiene un puñado de escenas;  en todas ladra órdenes, el cierre de esta etapa es de lujo: vemos al pobre Cecil alcanzándole un jugo de ciruelas mientras defeca. JFK luce alterado por las revueltas en el Sur, claro no nos perdemos el lloriqueo de Cecil en un rincón cuando se entera de su asesinato.  El mayordomo es el cénit del cine berreta de Hollywood, lo peor es que películas de esta calaña reciben un apoyo incondicional por parte de la crítica, productores y actores, por lo tanto en el futuro probablemente suframos más ejemplos como este. 

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