lunes, 18 de noviembre de 2013

Música - Crítica

La ninfa silente


Lana del Rey en Festival Planeta Terra

Lugar: Tecnopolis
Fecha y hora: Jueves 14 de Noviembre, 22:30 hs.
Duración: 59 minutos
Público: 7000 personas

A días de distancia del huracán Justin Bieber, que arrasó con las billeteras de padres, bebidas de boliches e inodoros de hoteles, se presentó casi en forma silenciosa la neoyorquina Lana Del Rey en Tecnopolis. Además de la escasa difusión, su show se pautó como un relleno entre Travis y Beck. Nadie esperaba semejante recepción de una artista que, si bien tiene apenas un puñado de discos y EP’s, guardaba en Argentina una legión de fanáticas (y pocos fanáticos masculinos). Las “fans” no escatimaron en alaridos durante temas completos, ni hablar de los interludios o en las caminatas que hizo la cantante, coqueteando con la primera fila abarrotada, aunque hay que decirlo: firmó autógrafos, besó en la boca a chicos y chicas por igual y recibió cartas.

El comienzo no pudo ser mejor: luces apagadas y la intro de Scarface que comienza a sonar (¿cuántos se habrán percatado del detalle?). Ese tema de Giorgio Moroder no es una casualidad ni tampoco una impostación de un manager sino que es la propia cinefilia de Lana Del Rey; un personaje cargado de diferentes características, las cuales no sólo pertenecen al pop más teen sino que hay un cuidado musical que se envuelve en una estética más oscura que la de sus colegas, con los que se pretende comparar en forma errada. El primer tema fue Cola, una letra que tiene por primer verso lo siguiente: “Cola, my pussy taste like Pepsi Cola”. Le siguieron Body Electric y el primero de los hits: Blue Jeans. Ya para el tercer tema, la joven que salió vestida con una especie de baby doll que la hacía parecer una ninfa, descalza y sin maquillaje, tenía a sus concurrentes comprados, no sólo por la mera aparición en el escenario sino por la ductilidad para recibir algo de afecto, ya sea en gritos como así también en el coreo de las canciones.


Mucho se ha dicho de Lana Del Rey: que no sabe cantar, que es una reventada, que es parca, etc. Nada de esto se mencionó sobre Katy Perry o de Justin Bieber, al contrario se los defiende a capa y espada cuando alguno osa proyectar que su música no traspasará, siquiera, una década. Que Lana necesitó aceitar su espectáculo en vivo desde su aparición, es cierto. Por espectáculo entendemos la interpretación de las canciones – ella no baila, no explotan cosas en el escenario ni tampoco hay vídeos especialmente producidos para los shows-. Ya para Ride (probablemente su mejor canción, tanto en estudio como en vivo) el público estaba satisfecho, el final se anunciaba. La demora de Travis y otras banditas que la precedieron, se pasaron de su hora y afectaron el comienzo de la presentación que casi todas las 7000 personas fueron a ver.  Lana mostró su esfuerzo por ganarse, aún más, al público al explicar en español que tan sólo le quedaría tiempo para cantar una canción más –la décima, apenas, como si hubiera cantado un disco- y esa sería National Anthem, otro de sus hits. Tan sólo fueron 59 minutos, ni siquiera llegó a la hora. Nadie protestó, es justo decir que muchos sí hubieran querido ver y escuchar más de este fenómeno, que no nació de Youtube ni de un engranaje formado por un productor oportunista, sino por mérito propio y buen ojo de algunos, esos que cortan el bacalao en las grandes disqueras –palabra que quedará en desuso próximamente-. La conclusión es que Lana del Rey demostró que el metraje corto de una presentación en vivo no tiene nada que ver si se lo nutre de buena predisposición y de una lista de temas que deje por consenso saciada a la masa, algo que ciertos muchachitos y otros más experimentados debería copiar.  

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