jueves, 28 de noviembre de 2013

Cine - Crítica

Prisioneros del miedo
por José Tripodero

La sospecha (Prisoners)

Dirección: Denis Villenueve
GuiónAaron Guzikowski
Fotografía: Roger Deakins
Montaje: Joel Cox, Gary Roach
Música: Jóhan Jóhannsson
Intérpretes: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Maria Bello, Viola Davis, Melissa Leo, Paul Dano
Nacionalidad y año: EE.UU., Canadá 2013 Duración: 153'

En la primera escena de La sospecha, un joven apunta y con cierto atino mata de un escopetazo a un venado, su padre quién está a su lado lo palmea felicitándolo. En el regreso a casa, Keller (Hugh Jackman), el padre le da unas lecciones sobre estar preparado siempre para lo peor, es más, en el transcurso del metraje repite la frase: “Rezar para lo mejor, prepararse para lo peor”.  El direccionamiento de este nuevo film del canadiense Denis Villeneuve (Incendies) no pone el foco en una historia de cazador cazado, sino en una problemática que opera sobre el peor de los miedos: el secuestro y la desaparición de niños, de lo que ciertamente es muy difícil estar preparado.  


El miedo no está en no saber que sucedió sino en la idea de nunca saberlo. La sospecha maneja varias puntas, siempre con la rienda corta para tirar de ellas en los momentos que la alarma de lo confuso comienza a sonar. La investigación principal, sobre la desaparición de dos niñas, es la que motoriza el relato pero las acciones de las víctimas (los padres) son las que están bajo el microscopio de lo moral. Esa pregunta tan genérica, acerca de qué hacer bajo una situación tan extraordinaria y angustiante, es la que se traza como correlato de una investigación a contrarreloj.  Y precisamente, el tejido enunciativo se arma cuando la policía en vez de ser parte de la solución se convierte, según la óptica del damnificado, en parte del problema. Allí es que Keller tiene que decidir. Cuestionar sus decisiones y actos posteriores es lo que sirve en bandeja el director canadiense, porque las torturas gráficas, golpes y demás vejaciones son provocados por este padre desesperado sobre un sospechoso, al que apuntan todas las conjeturas para dilucidar el paradero de las niñas desaparecidas.

Si el recorte temático va por el lado de ese medio intangible, el contexto gris de un pueblo de Pennsylvania -sumido en la recesión y en el supuesto desamparo por parte del Estado-contribuye a la oscuridad atmosférica que se propaga  en esta historia, en la que no hay buenos más que los que no están, los niños. Los adultos son los responsables de todos los actos, son los que cometen los errores y las aberraciones, que no tratan de justificar pero que lejos están de mostrar arrepentimiento. El pulso narrativo de Villeneuve mantiene la vara alta de la intensidad y se regodea, además, en el factor del tiempo límite. Estos puntos, no sólo se evidencian en el rostro demacrado de Hugh Jackman -en su composición más visceral- sino también en la desesperación contenida del detective Loki, un Jake Gyllenhaal que emana nervio de sus ojos que parpadean, por momentos, sin cesar.


La sospecha tiene como mayor virtud sortear la solemnidad con la que se suele tratar el caso de las desapariciones o secuestros de menores (ver el caso de Río Místico) y construir en clave encolerizada una visión sobre los actos cometidos bajo los efectos de un miedo. Hacia el final, la escuela del policial marca el ritmo de un desenlance que pretende no dejar hueco sin tapar, en ese afán, hay una resolución pragmática de estirar los tiempos internos,  y que el propio género se encarga, también, de poner las piezas en su lugar. Esto no quita que las secuelas de lo sucedido no queden marcadas a fuego. 

No hay comentarios: