Sobre el cine de Martin Scorsese (5)
por José Tripodero
En todos los grandes directores
hay películas consagratorias, que marcan un quiebre entre la obra pasada y la
que vendrá, ese es el caso de Toro
salvaje. Obra iniciática, además, de un Scorsese seguro de sí mismo, de su
repertorio cargado de formalismo que acompaña a un pulso narrativo, algo que de
alguna manera le permitió manejarse en la banquina del Hollywood más ramplón.
Como es sabido De Niro entregó todo (incluyendo su cuerpo) a una composición
magnetizada por el nervio de un personaje como Jake LaMotta. Partido en dos por su capacidad boxística y por su incontenible ira en la vida real, es
probable que ese rasgo violento lo haya conducido por ambos espacios, sin discriminar
entre rivales y familiares.
Muestrario del intento por obtener la fama express o bien una lectura
sobre la TV y sus productos, El rey de la
comedia es probablemente la comedia más incómoda y subversiva sobre el medio. Hay más de una
decisión brillante en este film de Scorsese, raro después de la atención
obtenida con Toro salvaje, una de
ellas es la de colocar como antagonista a Jerry Lewis, en la interpretación de
un host de un late night show
bastante amargo. La incomodidad es lo que eleva el grado de comicidad en un
film en el que De Niro está vulgar con unos bigotes desproporcionados y casi
siempre con su personaje fuera de eje, inevitable reír ante la aparición “espontánea”
de su personaje, Ruper Pumpkin, en la casa de veraneo del mencionado host.
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