viernes, 11 de abril de 2014

BAFICI 2014 - Día 10

Big Bad Wolves (Israel, 2013) de Aaron Kehsales, Navot Papushado. Vanguardia y Género

Big Bad Wolves, que según Quentin Tarantino fue la mejor del 2013, es una película de tonos y austeridad. La gravedad de la cuestión (niñas desaparecidas que devienen en violadas, asesinadas y decapitadas) es tratada bajo la estrategia de mostrar poco, sugerir mucho y llenar todo el espacio físico de la historia en una gran marea nebulosa, de la que puede surgir un abanico de situaciones. Los austeridad está en el trabajo sobre el fragmento porque el único cadáver de una niña se ve a lo lejos, en un plano contrapicado general y en un costado del cuadro, en cambio los personajes adultos que sufren torturas y golpes son expuestos de manera efectista: plano corto en duración y bien frontal para apreciar la sangre, las uñas arrancadas, los dedos rotos o las laceraciones. También, esta película del dúo Kehsales y Papushado es una película de personajes. Tres. Un policía que se sale de libreto, el único sospechoso de los crímenes (acosado por el detective) y un padre (el de la última víctima encontrada), ex militar. Los tres estarán atados y encerrados en sus propias miserias, culpas y sentimientos. Hay una apelación a los estereotipos: el policía actúa como un justiciero, el sospechoso no tiene un perfil convencional ni aparenta tener algo que ver con los hechos y el padre actúa como un psicópata calmo. Reminiscencias a la saga Saw y al suspenso más reciente sobre desapariciones como Prisoners, este exponente bien genérico resulta atractivo por sus formas y también por su incorrección al espolvorear esta historia (sobre un tema siempre tratado con excesiva graveadad) con dosis justas de humor e incorrección política (las dos apariciones a caballo de un ciudadano musulmán, el único personaje que esboza un cachito de humanidad entre tanto terror).



Necrofobia (Argentina, 2014) de Daniel De la Vega. Competencia Argentina

Las expectativas por lo nuevo de Daniel de la Vega levaron con la levadura de las postergaciones técnicas de algunas funciones, específicamente por la conversión al formato 3D: el traje de gala para semejante presentación de un film bien de género en un BAFICI, que en sus primeras ediciones probablemente lo hubiera ignorado. Lamentablemente la ansiedad no recibió su merecido, sino un menjunje de estilos, temas y recurrencias del cine de terror. Si algo sabemos de la historia del cine de terror, especialmente el slasher (estilo en el que se inscribe Necrofobia) es que la simpleza funciona como base de cualquier pretensión para sostener, por ejemplo, el delirio de un gemelo que vuelve de la muerte para acechar a su hermano y obligarlo a cometer asesinatos, lo cual funcionaría muy bien sin la pobre idea de incorporar elementos religiosos, psiquiatría de cuarta, policías (también de cuarta) y un supuesto amor tan pero tan grande que conduce a la muerte trágica (risas). Todo esto a la multiprocesadora marca Argento. Luego, como si no faltarán ingredientes, hay una pizca de David Lynch (sí, genera algo así como un escalofrío) y un final a todo trapo, proveniente de una imaginería jamás vista. Ah sí, hay un 3D… nauseabundo, confuso… nominal. Hacia el final la locura tiene el freno –narrativo- de mano puesto, ni siquiera se aprovecha la gran sastrería como lugar tétrico, laberíntico (que asoma en la primera parte) o asfixiante. Sólo explota un chasqui bum de lugares comunes, que por un 3D pésimo, ni siquiera da lugar para sacudirse el polvo de semejante despropósito. El terror nacional da un retroceso que lo deja a las puertas del panteón Vieyra, mientras Galletini palmea su hombro. 

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