Big Bad Wolves (Israel, 2013) de Aaron Kehsales, Navot Papushado. Vanguardia y Género
Big Bad Wolves, que según Quentin Tarantino fue la mejor del
2013, es una película de tonos y austeridad. La gravedad de la cuestión (niñas
desaparecidas que devienen en violadas, asesinadas y decapitadas) es tratada
bajo la estrategia de mostrar poco, sugerir mucho y llenar todo el espacio
físico de la historia en una gran marea nebulosa, de la que puede surgir un
abanico de situaciones. Los austeridad está en el trabajo sobre el fragmento
porque el único cadáver de una niña se ve a lo lejos, en un plano contrapicado
general y en un costado del cuadro, en cambio los personajes adultos que sufren
torturas y golpes son expuestos de manera efectista: plano corto en duración y
bien frontal para apreciar la sangre, las uñas arrancadas, los dedos rotos o
las laceraciones. También, esta película del dúo Kehsales y Papushado es una
película de personajes. Tres. Un policía que se sale de libreto, el único
sospechoso de los crímenes (acosado por el detective) y un padre (el de la
última víctima encontrada), ex militar. Los tres estarán atados y encerrados en
sus propias miserias, culpas y sentimientos. Hay una apelación a los
estereotipos: el policía actúa como un justiciero, el sospechoso no tiene un
perfil convencional ni aparenta tener algo que ver con los hechos y el padre
actúa como un psicópata calmo. Reminiscencias a la saga Saw y al suspenso más reciente sobre desapariciones como Prisoners, este exponente bien genérico
resulta atractivo por sus formas y también por su incorrección al espolvorear
esta historia (sobre un tema siempre tratado con excesiva graveadad) con dosis
justas de humor e incorrección política (las dos apariciones a caballo de un
ciudadano musulmán, el único personaje que esboza un cachito de humanidad entre
tanto terror).
Necrofobia (Argentina, 2014) de Daniel De la Vega. Competencia Argentina
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