El nuevo cine argentino tiene género
El asaltante de Pablo Fendrik con Arturo Goetz y Bárbara Lombardo.
Pablo Fendrik es, quizás, un nombre más popular en Francia que Argentina. El asaltante y La sangre brota, fueron dos películas presentadas en la "Semana de la Crítica" de Cannes del 2007 y 2008 respectivamente, estos dos laureles debieran ser más que suficiente en el momento de conseguir lugar dentro del circuito comercial. Sin embargo, la opera prima de Fendrik debió esperar dos años para su estreno en una única sala, perteneciente al nuevo complejo Arte Cinema.
Las preguntas que surgen son: ¿El asaltante es un film experimental sin posibilidades de encontrar un público en Argentina? o ¿Su estreno tardío se trata tan sólo de un capricho del sistema de distribución?
El asaltante tiene un comienzo de alta tensión, un hombre (el sobrio
Arturo Goetz) de casi 60 años entra a un colegio privado, presentándose amablemente como un padre que va a inscribir a su hijo. Sin perder la calma ni el control de la situación desenmascara sus verdaderas intenciones al sacar un arma y pedir por el dinero de las cuotas del colegio.
La cámara, en mano y con un leve balanceo, sigue a nuestro hombre como si se tratara de un documental y de una crónica al mismo tiempo, sumada a la neutralidad de un registro sonoro limpio, sin música. La ágil muñeca del fotógrafo Cobi Migliora se desplaza por pasillos, curvas y demás espacios cubiertos que parecen laberintos, no obstante no es una cámara frenética ni angustiante al mejor estilo La supremacía Bourne. Este recurso técnico no es un mero ejercicio estilístico sino más bien es una consecuencia de las acciones y el carácter de crónica que propone Fendrik.La sensación de veracidad montada no se da excepcionalmente por la cámara subjetiva sino también por los planos secuencias y la ausencia de tiempos muertos, que podrían generar algún malestar y cierta incomodidad en espectadores desprevenidos.
Como buen thriller, El asaltante, revuelve las góndolas del género y opta por lo seguro. La mañana de nuestro protagonista, quien se presenta en los colegios a los que asalta como Carlos Schultz y Alberto Wiliams, sigue su curso. Un incidente menor con una camarera (Bárbara Lombardo) presagia que el segundo asalto no va salir del todo bien. Fendrik expone que el delicuente es un hombre común y no un ladrón de oficio, aunque eso no quita que se muestre violento y sereno a la vez. Hasta aquí habrán pasado tan sólo 35 minutos de película, la segunda mitad deparará en el escape y en la llegada a un destino final, que sorprenderá y que a la vez buscará terminar de simpatizar con este ladrón.
En continuidad con el género, el papel de investigador / policía (obligatorio) en este caso lo hace la camarera, quien tropieza casualmente con el ladrón en el momento preciso del escape del segundo asalto, ahí es cuando comienza a seguirlo. Aunque tiene que ver más con una curiosidad del personaje femenino y no tanto con un seguimiento policial. El asaltante tiene sus falencias hacia la segunda mitad, en el que esa sorpresa de un principio comienza a dar vueltas en círculos, como un loop sin una aparente evolución, la sensación de estancamiento se hace presente por lo que la primera alarma se enciende. A favor de Fendrik, recordemos igualmente que se trata de una opera prima, no apela a facilismos del cine: flashbacks, diálogos que tapan agujeros o explicaciones
mediante el uso de la voz en off, etc. Esa falta de explicación, los escasos diálogos, o de condensación de situaciones no tiene que ver con una carencia de autor, más bien está ligado a un estilo minimalista llevado hasta las últimas consecuencias del que la película no traiciona jamás. El uso sonoro y visual de una ciudad caótica como Buenos Aires, especialmente en horas matutinas, brinda un aire de cotidianeidad del que cualquier porteño puede sentirse identificado pero que aquí es usado en función de un estilo.
El asaltante podría ser pensada como una mediación entre dos polos del cine nacional: el cine de género (mal hecho en Argentina) y un cine propio de un fenómeno de fines de los 90, el nuevo cine argentino. Lo cual puede responder las preguntas que hacíamos al principio: este film es un hibrido y sí, es un capricho del sistema que sólo pueda verse en una única sala.
Es probable que esta opera prima se convierta, gracias al tiempo y al DVD, en una obra de culto y en el puntapié inicial para debatir sobre el siguiente nivel que debe alcanzar el cine nacional en esta era de pos nuevo cine argentino.
El asaltante de Pablo Fendrik con Arturo Goetz y Bárbara Lombardo.
Pablo Fendrik es, quizás, un nombre más popular en Francia que Argentina. El asaltante y La sangre brota, fueron dos películas presentadas en la "Semana de la Crítica" de Cannes del 2007 y 2008 respectivamente, estos dos laureles debieran ser más que suficiente en el momento de conseguir lugar dentro del circuito comercial. Sin embargo, la opera prima de Fendrik debió esperar dos años para su estreno en una única sala, perteneciente al nuevo complejo Arte Cinema.
Las preguntas que surgen son: ¿El asaltante es un film experimental sin posibilidades de encontrar un público en Argentina? o ¿Su estreno tardío se trata tan sólo de un capricho del sistema de distribución?
El asaltante tiene un comienzo de alta tensión, un hombre (el sobrio
Arturo Goetz) de casi 60 años entra a un colegio privado, presentándose amablemente como un padre que va a inscribir a su hijo. Sin perder la calma ni el control de la situación desenmascara sus verdaderas intenciones al sacar un arma y pedir por el dinero de las cuotas del colegio.La cámara, en mano y con un leve balanceo, sigue a nuestro hombre como si se tratara de un documental y de una crónica al mismo tiempo, sumada a la neutralidad de un registro sonoro limpio, sin música. La ágil muñeca del fotógrafo Cobi Migliora se desplaza por pasillos, curvas y demás espacios cubiertos que parecen laberintos, no obstante no es una cámara frenética ni angustiante al mejor estilo La supremacía Bourne. Este recurso técnico no es un mero ejercicio estilístico sino más bien es una consecuencia de las acciones y el carácter de crónica que propone Fendrik.La sensación de veracidad montada no se da excepcionalmente por la cámara subjetiva sino también por los planos secuencias y la ausencia de tiempos muertos, que podrían generar algún malestar y cierta incomodidad en espectadores desprevenidos.
Como buen thriller, El asaltante, revuelve las góndolas del género y opta por lo seguro. La mañana de nuestro protagonista, quien se presenta en los colegios a los que asalta como Carlos Schultz y Alberto Wiliams, sigue su curso. Un incidente menor con una camarera (Bárbara Lombardo) presagia que el segundo asalto no va salir del todo bien. Fendrik expone que el delicuente es un hombre común y no un ladrón de oficio, aunque eso no quita que se muestre violento y sereno a la vez. Hasta aquí habrán pasado tan sólo 35 minutos de película, la segunda mitad deparará en el escape y en la llegada a un destino final, que sorprenderá y que a la vez buscará terminar de simpatizar con este ladrón.
En continuidad con el género, el papel de investigador / policía (obligatorio) en este caso lo hace la camarera, quien tropieza casualmente con el ladrón en el momento preciso del escape del segundo asalto, ahí es cuando comienza a seguirlo. Aunque tiene que ver más con una curiosidad del personaje femenino y no tanto con un seguimiento policial. El asaltante tiene sus falencias hacia la segunda mitad, en el que esa sorpresa de un principio comienza a dar vueltas en círculos, como un loop sin una aparente evolución, la sensación de estancamiento se hace presente por lo que la primera alarma se enciende. A favor de Fendrik, recordemos igualmente que se trata de una opera prima, no apela a facilismos del cine: flashbacks, diálogos que tapan agujeros o explicaciones
mediante el uso de la voz en off, etc. Esa falta de explicación, los escasos diálogos, o de condensación de situaciones no tiene que ver con una carencia de autor, más bien está ligado a un estilo minimalista llevado hasta las últimas consecuencias del que la película no traiciona jamás. El uso sonoro y visual de una ciudad caótica como Buenos Aires, especialmente en horas matutinas, brinda un aire de cotidianeidad del que cualquier porteño puede sentirse identificado pero que aquí es usado en función de un estilo.El asaltante podría ser pensada como una mediación entre dos polos del cine nacional: el cine de género (mal hecho en Argentina) y un cine propio de un fenómeno de fines de los 90, el nuevo cine argentino. Lo cual puede responder las preguntas que hacíamos al principio: este film es un hibrido y sí, es un capricho del sistema que sólo pueda verse en una única sala.
Es probable que esta opera prima se convierta, gracias al tiempo y al DVD, en una obra de culto y en el puntapié inicial para debatir sobre el siguiente nivel que debe alcanzar el cine nacional en esta era de pos nuevo cine argentino.

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