Nacional y popular
"El discurso del rey" (The King's Speech) de Tom Hopper con Colin Firth, Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter.
Sería muy difícil, como si se tratara de un cálculo matemático, armar con certeza un film para ganar el Oscar sin embargo, existen hombres adecuados para realizar tal tarea con la mayor efectividad posible. “El discurso del rey” podría catalogarse dentro de la lista de los clásicos films ingleses que narran algún suceso histórico sin dejar de entretener, preocupándose por una obsesiva reconstrucción de época y permitiéndose algunas licencias con propósitos dramáticos. 

Albert de Windsor (Colin Firth) tiene un problema serio de tartamudez, su autoridad como aspirante a la corona es endeble como consecuencia de este defecto del habla. Luego de recurrir a métodos poco eficaces, su mujer Elizabeth (la gran Helena Bonham Carter) llega hasta Lionel Logue (brillante Geoffrey Rush), un especialista australiano en defectos del habla, quien no posee ni secretaria ni una recepción elegante, es más, tiene una humilde oficina en un segundo subsuelo en lo suburbios londinenses . El choque de mundos, inevitable, entre el carácter del futuro Rey tarta y el poco ortodoxo Logue no se hace esperar. Albert, al que el especialista llama por su sobrenombre Bertie para molestarlo, comienza a dejar de lado su escepticismo gracias a los efectivos métodos del common man.
“El discurso del rey” tiene un comienzo angustiante, Albert trata de dar un discurso ante una multitud con resultados catastróficos para su autoestima. Las reverberaciones de sus intentos por dar con dos palabras seguidas son duros mazazos a la confianza. A pesar de ello, la oscuridad y la mirada burlona hacia “su alteza” son lavadas y sutiles. La mirada histórica sobre los sucesos de la corona británica siempre ha sido solemne, parcial y alejada de una reflexión o de una crítica, siempre en pos de una efectiva construcción narrativa.
La relación entre Bertie y Logue puede leerse como una interpretación de viejos duetos cómicos, siempre dentro de un registro de salón con diálogos quirúrgicamente trabajados, desde el doble sentido hasta la ironía y el clásico seco humor ingles.
Las trampas sobre los sucesos históricos tienen que ver más con atraer al espectador como un juego de seducción hacia una historia estilizada sobre un drama de pre, guerra y post guerra. Bertie es mostrado, además de su problema mencionado, como un gran padre afectuoso que les cuenta cuentos a sus hijas y que es en definitiva el verdadero aspirante al trono, luego de la muerte de Jorge V (expuesto como un tirano con sus hijos y su esposa). Personajes históricos secundarios como Churchill o el Arzobispo de Cantebury son ridiculizados mientras que la niña Elizabeth (la actual reina) es retratada dentro de un aura casi mágico de responsabilidad y de pleitesía hacia su padre, cuando en realidad la pleitesia pareciera ser más bien de la producción hacia la reina.
Las doce nominaciones al Oscar no resultan sorprendentes, el film contiene mucho de los elementos que caracterizan a las producciones más ganadoras de la historia, muchas de ellas inglesas del mismo registro que “El discurso del rey”, basta con pensar en “Shakespeare apasionado”, “Las locuras del Rey Jorge”, etc. Las actuaciones de Firth y Rush se hallan en un registro dialectal preciso en la composición, es justo decir que uno sin el otro no hubieran logrado sus performances indivuales.
La técnica de Hopper para magnificar los interiores, casi no hay exteriores por el corto presupuesto de la cinta, se basa en el uso de gran angulares y puestas con amplios “aires” entre la cabeza del personaje y la parte superior de la pantalla.
“El discurso del rey” es un perfecto ensamble de numerosos elementos perfectamente calculados, enmarcados en un contorno de solemnidad que, como consecuencia, llega al espectador medio para entretenerlo y sacarle varias sonrisas sin sufrir demasiado, lo cual no es poco.
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