jueves, 5 de mayo de 2011

Una de abogados sin objeciones

De genero somos

Culpable o inocente (The Lincoln Lawyer) de Brad Furman con Matthew McConaughey, Marisa Tomei, Ryan Philippe, Josh Lucas y William H. Macy.

Una pregunta que puede surgir luego de ver un film como Culpable o inocente  es: ¿por qué nos sigue gustando el género si, aparentemente, todas las películas (de ese género) son iguales? Las respuestas pueden ser varias: la familiaridad que el espectador busca y suele encontrar, es decir cierta contención que la retórica o temática le brinda; porque gustan los actores -una respuesta más banal-; las ligeras variaciones que pueden ofrecerse y que por apenas, que fuere, ese desvío puede generar la sensación de estar presente ante algo novedoso, etc.

Mick Haller (McConaughey) es un abogado free lance poseedor de una oficina en el asiento trasero de su Lincoln negro -su marca distintiva-, defensor de todo tipo de criminales, sólo por dinero -obvio-. Este papel es una suerte de antagonista a aquél que el actor hizo para el film Tiempo de matar, un letrado idealista y pro bono para el Estado. Haller conoce su mundo, manteniéndose a flote gracias a su inteligencia, por tener calle y conexiones: ex parejas, oficiales, soplones, motoqueros y todo lo que la fauna de una metrópolis con un gran conurbano como Los Ángeles le puede ofrecer.

Si hasta aquí todo suena muy familiar -lo que vendrá también- Haller acepta un caso grave contra un niño rico, presumiblemente culpable de haber apaleado a una prostituta, a pesar de que grite a los cuatro vientos su inocencia y que se trata de una trampa. Nuestro protagonista hará gala de sus lazos para tratar de salvar al joven de una larga condena, la historia, que no espera hasta el último tramo narrativo, comienza a dar giros enrulados. Sólo se puede decir que el abogado canchero quedará en desventaja y pasmado .

El guión es una consecuencia transpositiva de una novela de Michael Connelly, de quien no sería descabellado augurar en que puede convertirse en una figurita popular de la literatura cinematográfica contemporánea junto a Cormac McCarthy y Dennis Lehane, por suerte bastante alejado está de la solemnidad johngrishamniana aunque no de la inmoralidad que suele exponer James Ellroy, no es gratuito que sus libros tengan un porcentaje más alto de policial que de drama judicial. Culpable... es un ejercicio estilístico sin envolturas retóricas visuales ni tampoco apoya su peso específico sobre personajes que buscan una redención, ya que todos los elementos intrínsecos del policial / thriller judicial la mayoría de las veces derivan en un protagonista que lava sus pecados bajo la lluvia arbitraria de situaciones dramáticas incomprensibles -o previsibles- caso testigo el de Michael Clayton.

Además de la vacuidad de pretensión, lo que ayuda en este thriller a no saberse insípido o algo más de lo mismo en la góndola del género, es el desfile de actuaciones secundarias que se pasean por la pantalla: Marisa Tomei -madurísima en todo sentido- como la ex de Haller; William H. Macy -ya caracterizado aquí como el personaje que hace actualmente en la serie Shameless-, un desperdiciado John Leguizamo -por los pocos minutos en cancha-; un casi siempre desaprovechado Josh Lucas, justamente no en este rol, como el villano fiscal; Frances Fisher –como la oscura madre del acusado-  y un resucitado de los ochenta, Michael Pare, sumado a otras caras que uno retiene de otros films aunque no sabe sus nombres, la única excepción negativa es la de Ryan Phillipe, en un papel compuesto con sequedad y torpeza. El score de Cliff Martinez (Traffic) aporta su ladrillo para apuntalar ciertas secuencias dramáticas, sin pasarse de la cuota suficiente que lo puede dejar en infracción por pomposo.

Este es uno de esos films en los que los diálogos no sobran, aunque claro no todos brillan pero mantienen una sobriedad y un halo de justeza para un género que tiene motivos inevitablemente preestablecidos. El problema surge cuando se busca una salida por la tangente, para ello hay que ser muy talentoso o un arriesgado que no tiene nada que perder. El director Brad Furman en su segunda película, eligió inteligente y austeramente por el uso de la plantilla genérica. Para demostrar - o no - talento tiene más que tiempo, especialmente después de ofrecer este digno thriller de abogados, que aquellos fanáticos del género agradecemos.

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