viernes, 13 de mayo de 2011

Woody vuelve a Manhattan

Una introspección al cliché

Qué si "la cosa" funcione (Whatever Works) de Woody Allen con Larry David, Evan Rachel Wood y Patricia Clarkson. 2009, EE.UU.- Francia.

Woody no sólo vuelve a Nueva York, después de un largo exilio artístico en Reino Unido y en España donde filmó sus últimas cintas. Se reencuentra -también- con el cinismo, la acidez y los motivos de su cine nuyorkino. Hasta en sus peores películas, el actor-director siempre saca a relucir algún giro novedoso o al menos un par de líneas brillantes que hacen sonreír hasta el más reacio. Mientras aquí se estrena su película número 39, a 3 meses de haberse estrenado la 40 – Conocerás al hombre de tus sueños- en Cannes tuvo lugar el miércoles la premiere mundial de la 41 - Midnight in Paris -, azar  u oportunismo, es indistinto. Esta vuelta de Allen a su tierra natal parece funcionar como un gran pretexto para relucir toda su maquinaria avasallante de largos parlamentos, citas y referencias existenciales, cinéfilas, musicales y psicoanalíticas. Como en otros casos de su larga filmografía, el autor sabe que su público le pide algo más que diálogos inteligentes y mordaces, porque el nuyorkino es, ante todo, un mejor guionista que director o actor.

Boris (Larry David), es el alter ego de turno del director y a diferencia de los actores que interpretaron a Allen –pensar en Kenneth Branagh en Celebrity- siempre fueron más jóvenes, causa principal por la que el director dejaba el protagónico a otro interprete. Aquí sucede todo lo contrario: el personaje es viejo, hipocondríaco, arrogante, físico cuántico, antisocial y que alguna vez pudo haber ganado el premio Nobel. Lo cierto es que David es a la fecha el mejor intérprete del personaje llamado Woody Allen, la mirada irónica, sarcástica y nuyorkina del creador de la serie Seinfeld funciona a la perfección como un espejo de épocas o ideologías congeniadas que les sirven a ambos.

En los primeros minutos, Boris –Woody- rompe con la cuarta pared invisible para hablarle al público al que se presenta con una larga declaración de principios a cámara, a continuación un flashback muestra como era su vida: casado con una profesional adinerada pero infeliz por tener casi todo en común con su pareja –literatura, arte, intelecto, etc.- corte a: intento de suicidio fallido pero con una consecuencia -una rengera ridícula-, además de perder lujos y vivir actualmente en un edificio desvencijado. La primera licencia se hace presente, Boris es interceptado por una joven que le pide comida y refugio por una noche, el genio ofrece un granito de humanidad que hasta el momento no había mostrado y la deja entrar. Rápidamente se aprecia el antagonismo de mundos, Melody (Evan Rachel Wood) expide optimismo, bondad, gracia y como casi todas las mujeres de los films de Allen: un intelecto pobre y torpeza cultural. Esta relación, que avanza lentamente, se basa en un feedback: mientras la joven trata de humanizar al cascarrabias del genio, él busca implícitamente enseñarle a los tumbos y con su estilo parte de su sabiduría, en definitiva una suerte de Educando a rita cínica y acida. Este intercambio lleva al casamiento, sin importar la considerable diferencia de edad entre los dos y a pesar de la negativa primaria de Boris.

La clave de la historia está en la frase del protagonista: "a veces el cliché es la mejor forma de explicar algo" y Allen construye su película en base a los lugares comunes de su cine pero desde una mirada introspectiva. Este es el típico plus que se apega a los motivos allenescos en sus películas de los últimos 25 años, basta recordar su última obra maestra Los secretos de Harry, en la que Harry Block no podía escribir nada productivo finalmente no hacia más que recurrir a los hechos privados para superar tal escollo. La cuota altamente reflexiva en Si la cosa funciona es sobre el propio cine de Allen, sin nostalgia ni puntos emocionales, es un alegato a favor de todo aquello que sea efectivo, sin importar su procedencia.

Boris funciona como personaje, también, por su violencia verbal y física
– probablemente la causa por la que Woody no interpretó el papel- aunque su gran problema sea el lugar común en el que cae, el del hombre antisocial que finalmente se socializa con el mundo, sin importar que sus palabras no coincidan con los hechos. La vida de Boris termina por darse vuelta cuando aparece en escena la suegra: una burguesa del sur yanqui, conservadora pero sin dinero. Detesta a su yerno al segundo de conocerlo, la imagen de Boris en bata vestido tan sólo con boxers es hilarante y grotesca.

Las vidas de madre e hija cambiarán, la primera por azar dramático se convierte de la noche a la mañana en una fotógrafa vanguardista y la segunda, descubre que su vida debe cambiar - por influencia materna -, no puede ser más la enfermera de un hombre mayor con ataques de pánico frecuentes.
Los convencionalismos - perdonables o no según quien los reciba - son excesivos y demasiado evidentes, porque no hay una mirada puramente distante del cliché que se crítica – en sentido reflexivo -. En Sí la cosa funciona, el protagonista termina corrompiéndose gracias a una historia que se transforma en una típica comedia de enredos, consecuentemente por la aparición –por turnos- de los padres de Melody.

Boris al final dice "odio las fiestas de fin de año" y antes de sumarse al festejo, con casi todos los personajes de la película, sentencia “cualquiera sea el amor que puedas obtener o dar, cualquiera sea la gracia temporal... si la cosa funciona". Ese nihilismo propagado por Boris durante todo el metraje choca contra el suelo en este final feliz, ameno, previsible y dirigido al espectador. Claro que también antes de despedirse de la audiencia dice: “¿Ven? Soy el único que ve el panorama completo, eso es lo que genio significa”. ¿Nos perdimos algo más o la cosa es tan sencilla que el problema lo tenemos los críticos queriendo ver siempre en Woody Allen algo sorprendente, novedoso, destacable porque siempre hacemos en sus films un recorte de autor y no podemos evitar poner toda su filmografía desperdigada sobre el tablero? Boris diría: "lo que sea que te funcione", traducción mucho más fidedigna del título original que la impuesta por la distribuidora.  

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