Es un panda grande y pisa fuerte
Con 265 copias, Kung Fu Panda 2 reflota el fantasma del acopio centralizado en la cartelera cinematográfica argentina. Las consecuencias inmediatas de este estreno pueden verse reflejadas en el levantamiento de estrenos previstos para esta semana y de otras películas que han perdido su lugar a pesar de haber tenido buenos números en la taquilla la semana anterior.
Hace un lustro apenas, El código Da Vinci generaba una polémica entre todos los involucrados de la escena y de la industria del cine local. Sus 300 copias a lo largo y ancho del país provocaron por ejemplo una tapa gratamente recordada de El amante con el rostro de La Gioconda manchada por un tomatazo, formalmente hubiera sido más acertado colocar un póster del film en cuestión, sin embargo la nota funcionó para poner en discusión un conflicto no resuelto con la cuota de pantalla para el cine nacional y para el cine independiente en general. La cuota de pantalla existente en la ley de cine no se cumple, los complejos de cines acaparan un altísimo porcentaje de la demanda del público, tan solo un puñado de salas marginales resisten con films también marginados.
El caso testigo que fue El código Da Vinci (2006) generó un alzamiento en algunos directores argentinos como Rodrigo Moreno y su film El custodio (2006), que sufrió el levantamiento de sus copias en los multicines para dejarle los lugares al film de Ron Howard. Famosa es la carta abierta de Moreno, una semana después del estreno del film: "El problema está claro no es de los empresarios sino del propio estado que cree que defiende los intereses de los productores nacionales con un vergonzoso y deficiente sistema de cuota de pantalla del que muchos funcionarios se vanaglorian”, dijo entre muchas cosas el director. Es muy simplista pensar que el mercado con su mecanismo de distribución no tiene ninguna implicancia ni responsabilidad y que toda la carga de la culpa es absorbida por el Estado. Los culpables de la desprotección que sufren no sólo los films nacionales sino también aquellos que no están amparados en las grandes distribuidoras, son el mercado y el Estado a la vez. El Estado, hasta el momento, no ha podido luchar contra un mercado concentrado en un 85% por salas de capitales extranjeros, que representan a los grandes estudios de Hollywood.
Uno de los puntos olvidados en esta discusión es la diversidad, golpeada también por esta situación. Aquel público que no alcanzó a ver por ejemplo el último film de Woody Allen, estrenado hace apenas un mes, debe esperar a la salida en DVD o directamente incurrir en la piratería (callejera o digital), no es un tema que circunscribe exclusivamente a la parte creadora o productora sino también a la receptora, quien en muchas oportunidades se encuentra con las opciones disminuidas o anuladas. En esta semana no hay chances de ver en los complejos multicines un film que no provenga de Hollywood, este hecho evidencia la disfuncionalidad del sistema que favorece meramente al poder económico industrial de la llamada “meca del cine".
Kung Fú Panda 2, perteneciente al estudio Dreamworks, se une a la historia reciente de los estrenos voraces por parte de las grandes distribuidoras. Acá en Argentina las grandes distribuidoras se agrupan en UIP (que tiene los derechos de Universal, Paramount y Dreamworks), Fox Argentina (Twentieth Century Fox, Fox Searchlight), Warner Bros de Argentina (Warner Bros y New Line Cinema), Disney Latino (Disney y Touchstone), Sony de Argentina (Sony y Screen Gems) y la más pequeña Distribution Company, que se encarga de distribuir algunas películas europeas, otras estadounidense dejada de lado por las grandes distribuidoras y un puñado de producciones argentinas por año.
Las cuatro cadenas de cines, que trabajan mancomunadamente y son entre ellas una simple competencia nominal, funcionan ante todo como comercializadoras de las producciones del país del norte, el "gesto de generosidad" que aparece en la ley de cine no lo cumplen prefiriendo abonar una multa al final del año fiscal, es más barato hacer tal derogación porque resultaría -según estos monopolios- más caro darle espacio a films que no le generarían ninguna ganancia. Es cierto que esto no ha sucedido sólo en el 2006 y ahora con el estreno de KFP2, los otros hechos similares fueron ignorados por: a) tratarse de películas legitimadas por el consenso de la crítica y por cierto público, ej. El señor de los anillos: El retorno del rey con más de 200 copias, b) Cuando se trata de estrenos en épocas del año que parecen tener una compra tácita por parte de las distribuidoras major: vacaciones de invierno, fin de año, etc.
Sería justo remarcar, también, que en cartel se encuentran al menos otros cuatro blockbusters: Rápidos y furiosos sin control, Qué pasó ayer: Parte II, Piratas del Caribe IV y X men: primera generación, estás dos últimas películas estrenadas hace 15 y 7 días respectivamente. Es decir 5 películas -si sumamos KFP2 -, todas estadounidenses, ocupan casi 600 salas: el 70% aproximadamente de la capacidad total del país. Esta desproporción, sin contar que casi todos los cines están concentrados en las grandes ciudades de las grandes provincias, sólo es posible con una ley que no alcanza a proteger del todo a los productores, distribuidores y directores locales e independiente. Los complejos de cines son un ejemplo cristalino de un funcionamiento feroz y destructor que precisa un cambio urgente para elevar el espiritu de una competencia debilitada.

No hay comentarios:
Publicar un comentario