martes, 21 de junio de 2011

Mel Gibson unplugged en un drama atípico

De la mano de Foster

En más de una oportunidad la trama de un film se asocia a la vida real de un actor / actriz. En este caso la historia podría ser un revival para la carrera de Mel Gibson y se centra en la vida de un ejecutivo sucumbido por una profunda depresión que toca fondo, esta mínima descripción puede servir para la vida privada del Gibson de los últimos años, aunque le podemos añadir otros elementos - ultra polémicos - como su antisemitismo declarado o sus problemas de ebriedad. La simpatía que muchos no sienten por el actor la pueden llegar a sentir por el personaje de Walter Black.

Luego de tocar fondo, al ser echado por su mujer, el suicidio parece ser el destino final pero los intentos torpes e inverosímiles llevan a Walter, finalmente, hacia un camino certero: el encuentro con un títere de castor. Este nuevo personaje, el castor, parece ser la solución y la salida a la superficie: volver a casa y además volver a tomar las riendas de su compañía de juguetes. No todo será tan fácil, su hijo mayor lo detesta y el castor, que oficia de intermediario para relacionarse con los demás, comienza a poseerlo peligrosamente, siendo sólo amigable con su hijo menor. Su mujer, Meredith (la propia Foster) es la que más sufre esta aparente irracionalidad y presiente que lo que un principio asomaba como la solución definitiva a los problemas de su marido, no son más que el comienzo de una hecatombe familiar.

Gibson y Foster juntos otra vez en pantalla


No es la primera vez que el cine trabaja con la idea de un hombre manejado por un muñeco, basta con pensar en Magia (1978, Richard Attenborough), ni tampoco las cuestiones psicóticas del otro yo, que también trata la historia, presentan una novedad. Foster vuelve a un tema recurrente en su corta filmografía como cineasta: la familia quebrada. Su debut fue con la pequeña gran Mentes que brillan (1991) seguida de la agridulce Feriados en familia (1995). A diferencia de estas, La doble vida de Walter es sumamente oscura e inestable. La historia principal, sin embargo, está endulzada por la historia secundaria de Porter (Anton Yelchin) – el hijo mayor –, quien también se esconde detrás de una mascara, él lo hace a partir de escritos que realiza para sus compañeros a cambio de dinero. Aunque un nuevo escrito para una chica (la ascendente Jennifer Lawrence) de la que está enamorado, lo llevará a buscar su propia voz y la de ella también. Para los que gustan del thriller psicológico quizá vean en esta subtrama un desperdicio, es justo darle a esta pequeña historia un crédito narrativo porque compensa y aliviana la carga tensa de los estragos que produce el castor, quien se involucra cada vez más en la vida de Walter. El crecimiento dramático del títere genera una ambigüedad poderosa y rara en el cine de Hollywood actual, alcanzado un punto del metraje no sabemos si lo que se viene es un arco final a puro terror o a puro humor negro. 

Si la directora trabaja con un arquetípico esquema televisivo en el diseño de planos y de la puesta en escena, es porque posee entre manos una historia poderosa y anómala al mismo tiempo, la estética de un cine independiente a lo Noah Baumbach (Margot y la boda, 2007; Greenberg, 2010) le hubiera restado potencia al asunto para terminar finalmente en un desborde formal. Foster, asimismo, construye desde lo actoral una sequedad sorprendente en Mel Gibson, quien aparece alejado de sus tics y de su verborragia irritante porque realiza ante todo una composición sincera, limpia y sobria, valores opuestos de su vida personal.
El principal mérito de la historia está en la muñeca de una directora quien oscila entre ambas tramas con fluidez y no pierde el hilo nervioso y atrapante de una idea teórica molesta, en completa oposición al sabor amable y ameno del que nos tiene acostumbrado Hollywood.

LA DOBLE VIDA DE WALTER (The Beaver)

Dirección: Jodie Foster
Guión: Kyle Pillen
Interpretes: Mel Gibson, Jodie Foster, Anton Yelchin y Jennifer Lawrence.
Fotografía: Hagden Bogdanski
Música: Marcelo Zarvos
Montaje: Lynzee Klingman
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2010 
Duración: 94 minutos


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