viernes, 23 de marzo de 2012

Cine - Crítica

Un post apocalipsis correcto


Los juegos del hambre (The Hunger Games)

Hay dos entradas posibles a Los juegos del hambre, una es por el lado del género: la ciencia ficción o más específicamente, el subgénero post apocalíptico. La otra entrada puede ser a un análisis sobre el cine que toma como materia prima las novelas adolescentes, que funcionan económicamente para las editoriales y lo dicho, para el cine también. "Lo post apocalíptico" está lavado, los actores parecen disfrazados de pobres y el contexto es similar al de la Guerra Civil estadounidense. El año en que se desarrollan los eventos no se sabe, tan sólo que EE.UU. no existe, en su lugar hay un país que se llama Panem y está compuesto por 12 distritos más el Capitolio, el distrito más rico de este Estado totalitario. Como castigo a una rebelión de los 12 distritos contra Capitolio, cada uno de ellos debe entregar un joven y una joven (vía una lotería pública) para participar en los clásicos Juegos del hambre, un reality show en el que los 24 elegidos deben matarse entre sí y sobrevivir, además, a un bosque hostil.

Muy pocos son los datos sobre el pasado, uno de ellos es que el número de juego que se celebra es el 74, lo que implica que la sociedad tiene completamente internalizado su estado de servidumbre y de sometimiento. La comprensión de un presente post apocalíptico se completa a la media hora, pero no por un misterio dramático, sino porque todo está ordenado: sí falta la comida y hay una clase muy pobre pero no hay signos de ruptura absoluta con lo anterior. Eso es lo que representa el apocalipsis, un cambio brusco e involuntario que obliga a pensar las nuevas condiciones de vida. Lo interesante radica  en esa contraposición casi anacrónica entre el futurismo del Capitolio y la miseria de los distritos, que parecen pueblos del siglo XVIII. Los personajes saltan también el tiempo, no sólo el espacio.

En lo que respecta a las transposiciones de best sellers adolescentes, la idea de un protagonista moral y políticamente correcto es lo que marca el terreno para cualquier historia, sumado a un contexto que le nada en contra porque todo está corrompido, sucio y/o falto de esperanza, es el desasosiego absoluto sumado al detalle que no se puede confiar en adultos. Con un excelente nombre de ficción Katniss Evergreen (la ascendente Jennifer Lawrence) es una joven que toma la primera gran decisión al ofrecerse como voluntaria de su distrito para salvar a su débil hermana de ese horror que significa ir a competir en estos juegos. Katniss sufre una suerte de constipación emocional, no se define como una rebelde del sistema, es alguien que sigue las reglas para sobrevivir pero tampoco lo hace del todo, tiene pequeñas sublevaciones pero no como parte de su perfil psicológico sino como elemento dramático de la narración. Si algo nos enseñaron los films de este tipo es que aquellos que violan las reglas son los que se salvan, o sea, en un Estado autocrático no tiene su vida asegurada ni siquiera el que sigue todo al pie de la letra.

Los juegos del hambre rebalsa de intertextualidades pero la similitud con el film japonés Battle Royale es alarmantemente inobjetable, las diferencias están en las elecciones de rumbo, en la puesta de cámara y en la moralidad limpita que transpira esta versión. Gary Ross elige seguir por el camino de Crepúsculo, ícono literario - cinematográfico adolescente de estos tiempos, utiliza los planos cortos para las muertes, poquísima sangre y un uso de la violencia limitada, simplemente lo estrictamente necesario. Incluso el personaje pasa por una cantidad de situaciones y sentimientos vividos que obligarían a una transformación que nunca llega y que se disipan en su frase (casi) final: "quiero olvidarme de todo", o sea "un aquí no ha pasado nada".

Queda simplemente destacar los remos actorales de Woody Harrelson como el mentor de los participantes del distrito 12 y Stanley Tucci, como el Mariano Peluffo de todo este circo televisivo, que opera como una versión de The Truman Show mezclada con esa estética chillona de El quinto elemento de Luc Besson. Hay desatinos gruesos, como esa revuelta – también muy ordenadita - luego que el pueblo de un distrito presencia la muerte en vivo de uno de sus "tributos” o la (no) crítica al entretenimiento salvaje a costa de las miserias ajenas, porque mostrar un tema o exponerlo no significa tratarlo o criticarlo. Hay también decisiones condescendientes, lo dicho la violencia estilizada para no dejar afuera a los destinatarios principales: los adolescentes o la moralidad como arma principal en un mundo desalmado. Estas elecciones son las que ennegrecen lo que pudo haber sido un film más visceral, más terrenal y no tan articulado u orquestado como lo son los juegos de la película. 

Dirección:Gary Ross
Guión: Gary Ross, Billy Ray y Suzanne Collins basado en su novela
Fotografía: Tom Stern
Edición: Stephen Mirrione y Juliette Welfling
Música: T-Bone Burnett y James Newton Howard
Intérpretes: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Woody Harrelson, Stanley Tucci y Donald Sutherland
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012
Duración: 142 minutos

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