sábado, 14 de abril de 2012

Cine - Crítica (BAFICI, Día 3, Sábado 14 de abril)



Midori-ko (Japón) de Keita Kurosaka, 55 minutos. Cine del futuro.

Un inicio con simples placas de dibujos hechos con crayones, que simbolizan lo infantil en estado puro, se convierte apenas vemos el título del film en pantalla en un cuento animado oscurísimo sobre el veganismo y como una adolescente busca sobrevivir en un mundo futurista en el que la comida escasea. Su trabajo de encontrar, cultivar y cosechar vegetales, que resultan incomibles por su apariencia estética, se superpone con el de cuidar a un hibrido viviente: mitad humano - mitad vegetal, que se le estrella contra la ventana. Falta decir que este mundo está compuesto por diferentes mutantes como frutas con formas femeninas, mujeres con cabeza de pez, viejos repugnantes, formas con cabeza de nariz, orejas y diferentes partes del cuerpo que viven en la vecindad con la protagonista. La lucha se desata porque todos estos personajes quieren probar de este híbrido que es "delicioso" (adjetivo utilizado por todos aquellos que ven a este engendro comestible). Una joven que pelea para defender su convicción contra un mundo desalmado es la lanza narrativa de una pequeña historia (por su duración) pero realizada con un poderío visual surrealista enmarcado en grabados y trazos que no ocultan la maquinaría manual de una muñeca, además de poseer influencias notables de la animación de Bill Plympton y de Jan Svankmajer.
Puntaje: 8/10 



















The Day He Arrives  (Corea del Sur) de Hong Sang-soo, 79 minutos.
Trayectorias.

La obra de Hong Sang-soo puede ser confundida como un cine habitualmente metadiscursivo pero siempre el lenguaje resulta en él, un ancla para narrar historias que tienen un trasfondo más particular o más acotado. El regreso de un cineasta a su ciudad natal para dar clases, más por necesidad para levantar el autoestima de una carrera que parece terminada que por el hecho de enseñar, y el reencuentro con una ex y amigos lo llevan a un estadio extraño por repetirse las mismas situaciones tres días o al menos tres versiones de los mismos encuentros. Esa circularidad podría confundir por su armado estructural con El día de la marmota de Harold Ramis, lo importante es el progreso dentro de un estado de falsa quietud o de movimiento hacia un costado, es decir que no hay retroceso ni avance a priori, pero que sí lo hay finalmente. El protagonista es un transeúnte mental, porque si bien camina su mente parece paralizada, esa gran idea de movimiento aparente y de quietud interna es la que rodea a este cineasta desganado. El juego de las apariencias y realidades se baten a un duelo sutil en este nuevo acierto en la filmografía del coreano Sang-soo.
Puntaje: 8/10


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