Tabú (Portugal,
Brasil, Francia y Alemania) de Miguel Gomes, 111 minutos. Trayectorias.
Tabú está dividida en dos partes bien opuestas,
el director Miguel Gomes (ganador del BAFICI 2009 con Aquel querido mes de
agosto) rejunta elementos de diversos géneros, pocos son los films que
tienen dos actos bien delimitados en cuanto a pulso rítmico, narración y
especialmente por la eliminación completa de diálogo en una de las partes. El primer acto nos lleva a la vida de Pilar,
una lisbonense madura soltera que tiene de vecina a Aurora, una viejecilla con
apariencia amable y a su sirviente de color. El entrometimiento de Aurora en la
vida de Pilar se hace progresivo hasta llegar a un punto culmine en el que se transforma
en protagonista del film. Ya en la segunda parte o acto, a Aurora la vemos en
su plenitud con su marido, treinta y pico de años atrás en una Angola dominada
por el imperio portugués. Muda, con sonidos diegéticos (no, no se preocupen en
nada se parece a El artista) y con una permanente voz en off, la
historia se transforma en pura aventura, intriga, pasión telenovelesca de
traiciones y por sobre todo en un melodrama gigante, más grande que toda la
pantalla. El humor involuntario, el crecimiento sigiloso de los personajes y el
fantástico anacronismo de la escena de los Ramones conforman una experiencia
ineludible de este BAFICI. Puntaje: 8/10
Tomboy (Francia) de Celine Sciamma, 82 minutos. Competencia Internacional.
La identidad es un tema urgente, es un debate que se
da con frecuencia en estos últimos tiempos y Tomboy va un poco más a
fondo porque el que busca encontrarse en este mundo es Laure, una niña de 10
años recién llegada, con su familia, que se presenta como Mikael. Su carácter
introvertido se pierde al mezclarse como un varoncito, este papel de impostor de identidad no oculta en
su casa mientras su madre ignora por completo este comportamiento y su padre lo
avala opacadamente. Un manto de frescura y de inocencia se tiñe en el recorrido
de la cámara de Sciamma, quién explota al máximo a Zoé Héran, en su doble identidad
y en la interacción con los demás niños, lo que recuerda muy bien a ese
fabuloso film Una semana solos de Celina Murga. Ese andar soleado de
diversos estadios que componen la escenografía infanto-adolescente, se retrata
con la madurez atinada que implica mirar a niños como niños y no enfrascarlos
en un contorno narrativo que podría estar viciado por el género, que en este
caso jugaría en contra. El atravesamiento de identidad construye en Laure /
Mikael algo más que un comportamiento lúdico, la intriga sobre el
descubrimiento latente de los demás niños, en termino de estructura narrativa,
se disipa por carecer de importancia dentro de este fabuloso descubrimiento y
exploración de algo tan simple y complicado a la vez que es la búsqueda de la
identidad.
Puntaje: 8/10
Puntaje: 8/10
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