miércoles, 13 de febrero de 2013

Cine - Crítica

Cine de retazos
por José Tripodero

El lado luminoso de la vida (Silver Linings Playbook)

Dirección y Guión: David O. Russell sobre la novela de Matthew Quick 
Intérpretes: Bradley Cooper, Jennnifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, John Ortiz y Chris Tucker
Fotografía: Masanobu Takayanagi
Montaje: Jay Cassidy, Crispin Struthers 
Música: Danny Elfman
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012, Duración: 122'

El cine de David O. Russell es de retazos, esta calificación puede sonar estrictamente peyorativa pero no lo es. Muchas veces los retazos son los que nos ayudan a completar un todo o a cumplir la función de parche. Generalmente, en sus películas, las costuras entre momentos se notan y por torpeza los intentos por unir los pedazos de sus historias carecen de sutileza. En Tres reyes (1999) el contexto del conflicto del Golfo Pérsico (poco fructífero para Hollywood) era el medio para narrar como tres oficiales desertaban para ir a buscar un tesoro pero, aquí llega el momento del hilo y la aguja, se terminan apiadando de unos prisioneros a los que ayudan a escapar. Hay un cambio radical en los tres militares, mutan de mercenarios sin corazón a humanitarios en un tris, más por capricho que por una razón aparente. 

Este director irregular es, también, capaz de construir momentos emotivos y poco convencionales en el cine industrial. Hay un motivo en su filmografía que es el de la discusión múltiple, en El ganador (2010) se generaba a partir de una trifulca entre el personaje de Charlene (Amy Adams), las hermanas y la madre de Micky, su novio. Esa secuencia de gritos, ataques, contraataques, improperios y revelaciones tenía claridad dentro del caos porque cada palabra, respuesta y cambio en el tono de voz tenía un sentido dramático y no un simple efecto. Una escena similar de discusión entre múltiples personajes se da en El lado luminoso de la vida, todos atacan a Pat (Bradley Cooper), quien parece no tener salida, allí se suma de repente Tiffany (Jennifer Lawrence) con una entrada sorpresiva y trifunfal. Lo que hace es torcer el rumbo narrativo, dándole un volantazo dramático inmejorable, hay un balanceo de tensiones erigido por los diálogos; casi rítmicos, con su tempo justo. Esta escena, en la que participan todos los personajes importantes de la película, sin dudas es lo mejor que hizo David O. Russell en toda su carrera.

Más allá de la escena mencionada, El lado… sufre por la desprolijidad de la primera mitad, en la que las piezas tardan en acomodarse. Si bien la presentación de Pat (el sobrevalorado Bradley Cooper), un treintañero que sale de un hospital psiquiátrico luego de 8 meses, está construida por una economía de planos y diálogos, lo que viene inmediatamente después (la convivencia con sus padres) es gomoso. Los diálogos entre Pat y su padre (Robert De Niro) no tienen chispa, no hay un puente que contribuya al verosímil de una relación entre ambos. Quizás la relación que sí funciona es la que tiene con su madre Dolores porque la actuación de Jacki Weaver se moviliza por el terreno de la alegre ambigüedad, que tiene una madre con su hijo varón. Pat no muestra señales de mejoría por su bipolaridad sumado a que es reacio para cumplir con las pequeñas reglas (por ej. tomar su medicación), su madre no tiene la convicción de que su hijo pueda superar todos sus conflictos internos pero sí fé, esto último que no está expresado con palabras, sí lo está con gestos acompañados de primeros planos bien insertados por Russell. La química entre Pat y, la cuñada de su mejor amigo, Tiffany (que también sufre un trastorno psíquico) es otro de los aspectos fallidos, porque prácticamente no existe. La diferencia de edad entre ambos y la composición que oscila entre la exageración y la dulzura de la joven Jennifer Lawrence contrasta con el esfuerzo de Bradley Cooper, que no llega a ser suficiente, todo parece costarle: los movimientos de sus manos, las expresiones faciales, el tono de los díalogos.

Hacia la segunda mitad es cuando Russell encarrilla todas sus ideas, recurre a la comedia romántica convencional, se olvida de las enfermedades de sus protagonistas que están destinados a estar juntos o al menos intentarlo. Llegado a este punto, lo que le falta a la película es una estrategia, algo que repite el protagonista como mantra para superarse y es algo que no existe en lo narrativo (como ya se explicó) ni tampoco aparece un patrón formal. Esto de patrones puede sonar a un deseo por encapsular una obra artística pero, en el caso del film Russell, las costuras entre sus elecciones en la puesta de cámara se evidencian, sus contrastes chocan. La escena en la que Tiffany y Pat discuten en la puerta de un cine termina con la llegada de un patrullero, tal llegada es mostrada con frenetismo que incluye en una sola toma un paneo y un zoom al auto policial que frena. Esa adrenalina, ínfima, no encaja ni suma a la tensión previa, de la misma manera en la que al final del tercer acto la cámara se aleja violentamente de los personajes y corta a planos en los que se ven las casas y cuartos vacíos, allí se provoca un efecto de incongruencia. Nuevamente, los retazos, aquí sí negativamente, visualmente es tosco. Es llamativo porque los movimientos de cámara, en la escena mencionada de la discusión múltiple, hay armonía y dichos movimientos no se notan, el hilo y la aguja aparecen invisiblemente. Irónicamente lo único que termina funcionando en El lado... es su costado convencional y arquetípico, a contramano del abanico formal del que el director hace gala, que lo resigna a ser un cineasta de momentos.  


Trailer

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