Shyamalan el bueno
por José Tripodero
Dirección: M. Night Shyamalan
Guión: Gary Whitta, M. Night Shyamalan sobre una historia de Will Smith
Fotografía: Peter Suschitzky
Montaje: Steven Rosemblum
Música: James Newton Howard
Intérpretes: Jaden Smith, Will Smith, Sophie Okonedo, Zoe Kravitz
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2013 Duración: 105'
“Es un cine cargado de simbolismos” – dicen algunos críticos, “prioriza lo formal por sobre los temas y los personajes” -afirman otros. Los menos brillantes acusan al director de Sexto sentido de “vendedor de humo”, frase futbolera, por cierto. La verdad es que Shyamalan es el caso testigo de un director considerado prometedor, cuasi salvador del arte y entretenimiento articulados de Hollywood, devenido en una especie de patán de la industria. Los extremos nunca suelen explicar con fundamentos sostenidos la obra de un artista, en los matices podemos hallar las evidencias o los elementos que nos permitan llegar a un buen puerto de estudio. La crítica, como rebaño, suele ubicarse cómodamente en una columna y desde allí establece y marca una posición que, en los casos de directores consagrados u odiados, está pre configurada, lo que anula casi siempre la visión particular de un film. El análisis por acumulación es una recurrencia en la crítica y la figura de Shyamalan es la prueba más fehaciente de esta estrategia.
Después de la Tierra viene a confirmar de alguna manera esta hipótesis sobre la crítica. Los
detractores crónicos de Shyamalan vuelven a las mismas palabras claves:
solemne, simbolismo y formalidad. Esto último para referirse con simpleza al
uso de los aspectos del lenguaje cinematográfico. Pocos son los directores que pueden
elaborar una estructura conceptual fotográfica como la de Unbreakable o la de La aldea.
Shyamalan es, en Después de la Tierra,
el último eslabón de una cadena que comenzó todo con una historia pensada por
Will Smith (protagonista, productor y voz cantante del aparato publicitario)
sobre la relación entre padre e hijo. Al principio, la historia era minimalista
y se encuadraba en un viaje de campamento, finalmente todo devino en una
historia de ciencia ficción y aventuras, que fue lo convenció al estudio Sony
para financiar el film.
Una primera parte de la historia apela
al racconto para economizar, en
tiempos cinematográficos, la actualidad humana que se ha visto obligada a dejar
el planeta Tierra, la vida en uno nuevo (llamado Nova Prime) no le es más
simple, porque después de mil años todavía hay unos alienígenas (más bien “habitantes
originarios”) que detectan exclusivamente la presencia de los humanos por las feromonas
que estos despiden como consecuencia del
miedo. Esta palabra es la que atraviesa
todo el relato, con un padre (Cypher) militar estricto y suerte de leyenda que
puede acabar con estos monstruos sin inmuntarse y su hijo, un cadete aspirante
a comando (Kitai, el propio hijo de Smith, Jaden) que busca su aprobación y más
que nada superar sus conflictos para convertirse en un militar de batalla.
Entre ambos hay un obstáculo trágico del pasado, el que no han podido superar y
tensa el vínculo. Un viaje aparece como vehiculizador para la relación y la
arbitrariedad del guión los une a la fuerza en un accidente que los deja
varados en la Tierra. Padre e hijo son los únicos sobrevivientes, Cypher queda
postrado por una doble fractura y Kitai se ve obligado a recorrer una distancia
importante para recuperar un aparato para enviar una señal de auxilio. Allí
comienza la aventura, la adrenalina y ese tufillo de thriller, que bien ha
manejado el director de Señales en
gran parte de su filmografía. La tensión y la parquedad del padre hacia su hijo funciona, además, como
parte de los conflictos existenciales de Kitai y en menor medida en el propio Cypher,
que se suman a los latentes problemas del contexto hostil de un planeta mutado;
dominado por animales salvajes y riesgos por doquier.
Llama la atención como gran parte
de la crítica ha dejado pasar algunos simbolismos transparentes y burdos como
la súper águila protectora que cobija al joven o una previsibilidad en la
superación del miedo, asignatura pendiente del cadete que no puede evitar
expulsar feromonas para confrontar a los monstruos, lo que lo hace un blanco
fácil. Ni hablar del personaje de Will Smith que no se cansa de predicar
durante toda la película y, para peor, en un tinte aleccionador y autoritario a
más no poder. El género de aventuras tapa con un velo transparente la mirada
moralista y simbólica que se roba la historia porque la importancia de tratarse
de un relato iniciático y en una carrera por la supervivencia es menor
proporcionalmente a la pretensión de transmitir valores y mensajes como: “el
peligro es real pero el miedo es una invención de nuestra mente”. Si en Unbreakable,
Señales y La aldea, el meta mensaje
aparecía cubierto por capas formales y sutilezas dramáticas precisas, en Después de la Tierra la exposición de
las intenciones temáticas es bien lanzada. Este emprendimiento de la familia Smith -también
interviene Jada Pinkett, la esposa de Will, como productora- pone un contorno genérico que sincroniza
tiempos narrativos para que la predica haga su aparición como un invitado
desubicado de una fiesta, claro esto parece ser más tolerable que una “vuelta
de tuerca” clásica de M. Night Shyamalan, cuya firma figura en los créditos pero está
casi ausente en cuerpo y alma en Después
de la Tierra.
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