Suspenso low tech
por José Tripodero
por José Tripodero
Dirección: Robert Luketic
Guión: Jean Dean Hall, Barry L. Levy
Fotografía: David Tattersall
Montaje: Priscilla Nedd-Friendly
Música: Junkie XL
Intérpretes: Liam Hemsworth, Gary Oldman, Amber Heard, Harrison Ford y Richard Dreyfuss
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 2013 Duración: 106'
Tenemos una historia sobre dos
compañías high tech de telefonía
celular que son rivales, cada una es manejada por hombre maduros, casi próceres
de la innovación tecnológica. Entre ellos hay un pasado de disputas que
potencian la pugna, más aún, fueron socios en el negocio. Ellos representan la
idea de que no hay peor enemigo, que el que alguna vez fue amigo. La rivalidad
tiene sentido, además del componente sobre el pasado en común, porque cada uno
necesita al otro: Wyatt es el cerebro y Goddard (sí, Goddard) es el visionario
del marketing. Si hasta acá la premisa parece interesante, la encarnación de
estos personajes en las pieles de Gary Oldman (Wyatt) y de Harrison Ford
(Goddard) colorea un poco el armado narrativo inicial.
Bueno, las nubes cinematográficas
hacen ¡plop! Porque aparece en escena el insufrible de Liam Hensworth, quien se
apodera del protagónico de una película que pudo ser, la narrada en las
primeras líneas. Su personaje, Adam, es el del típico muchachito en busca del
“sueño americano”, tiene una gran idea para escalar en la compañía dónde
trabaja y que pertenece al susodicho Wyatt, el cual parece más preocupado por
otros temas. El ahora despedido y despechado, Adam, se gasta todo a costas de
su exjefe en una noche con sus amigos. Esta tonta decisión lo lleva a tener una
deuda con Wyatt, quien pretende ubicarlo como un topo en la empresa de Goddard.
Es decir, como su personaje, Hemsworth es un infiltrado y un intruso en la
única historia con valor narrativo; la del odio entre los grandes, no sólo por
los años y por el poder que representan sus personajes sino también por lo que
son, a esta altura, Oldman y Ford, dos enormes que le pasan el trapo al
unidimensional actor de Thor (único papel en el que no molesta, hasta ahí nomás).
La presencia del protagonista es
increíblemente irritante por la cantidad de clichés que lleva impregnados,
hasta parecieran caérsele de los bolsillos. Figuras ya gastadas (el pibe de
barrio, de Brooklyn que va a Manhattan a hacerse la América) que fueron usadas
de manera más creativa por comedias de los ochenta (ver sino Secretaria ejecutiva o El secreto de mi éxito) también hacen un
desfile desde el principio y hasta el
final; aparece la habitual historieta histérica entre dos personajes: se odian,
se pelean, se vuelven a amar (decía una canción). Para peor, cuando Paranoia (ni hablemos del título mejor)
se aferra al suspenso, lo que hace es ultrajarlo simplemente para estirar el
relato, nunca para elevar mínimamente la cuota de vueltas de tuerca o sorpresas
que se esperan de este tipo de productos, basta con la aparación sincrónica de
los personajes y situaciones para ir tachando los lugares comunes y aventurar,
unos segundos antes, cuales son los acontecimientos se van a desatar.
En esta
película de Robert Luketic (lejos quedó de Legalmente
rubia, una película que se reía con inteligencia de los clichés) tiene todo
cronometrado, para que el mínimo halo de creatividad detectado sea expulsado de
inmediato. Paranoia no es otra cosa
que un vil producto -como el telefóno celular que representa el botín de la
historia- en el que Hemsworth es el principal feature, los desperdiciados de Oldman y Ford son sólo los factores
decorativos y la narración un pre frito. Paranoia
fue el mayor fracaso en la taquilla de los Estados Unidos durante el 2013 y con
un eco importante de flojas taquillas en gran parte del mundo.
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