martes, 10 de diciembre de 2013

Cine - Crítica

Suspenso low tech
por José Tripodero

Paranoia 

Dirección: Robert Luketic
Guión: Jean Dean Hall, Barry L. Levy
Fotografía: David Tattersall
Montaje: Priscilla Nedd-Friendly
Música: Junkie XL
Intérpretes: Liam Hemsworth, Gary Oldman, Amber Heard, Harrison Ford y Richard Dreyfuss
Nacionalidad y año: Estados Unidos, 2013 Duración: 106'

Tenemos una historia sobre dos compañías high tech de telefonía celular que son rivales, cada una es manejada por hombre maduros, casi próceres de la innovación tecnológica. Entre ellos hay un pasado de disputas que potencian la pugna, más aún, fueron socios en el negocio. Ellos representan la idea de que no hay peor enemigo, que el que alguna vez fue amigo. La rivalidad tiene sentido, además del componente sobre el pasado en común, porque cada uno necesita al otro: Wyatt es el cerebro y Goddard (sí, Goddard) es el visionario del marketing. Si hasta acá la premisa parece interesante, la encarnación de estos personajes en las pieles de Gary Oldman (Wyatt) y de Harrison Ford (Goddard) colorea un poco el armado narrativo inicial.


Bueno, las nubes cinematográficas hacen ¡plop! Porque aparece en escena el insufrible de Liam Hensworth, quien se apodera del protagónico de una película que pudo ser, la narrada en las primeras líneas. Su personaje, Adam, es el del típico muchachito en busca del “sueño americano”, tiene una gran idea para escalar en la compañía dónde trabaja y que pertenece al susodicho Wyatt, el cual parece más preocupado por otros temas. El ahora despedido y despechado, Adam, se gasta todo a costas de su exjefe en una noche con sus amigos. Esta tonta decisión lo lleva a tener una deuda con Wyatt, quien pretende ubicarlo como un topo en la empresa de Goddard. Es decir, como su personaje, Hemsworth es un infiltrado y un intruso en la única historia con valor narrativo; la del odio entre los grandes, no sólo por los años y por el poder que representan sus personajes sino también por lo que son, a esta altura, Oldman y Ford, dos enormes que le pasan el trapo al unidimensional actor de Thor (único papel en el que no molesta, hasta ahí nomás).


La presencia del protagonista es increíblemente irritante por la cantidad de clichés que lleva impregnados, hasta parecieran caérsele de los bolsillos. Figuras ya gastadas (el pibe de barrio, de Brooklyn que va a Manhattan a hacerse la América) que fueron usadas de manera más creativa por comedias de los ochenta (ver sino Secretaria ejecutiva o El secreto de mi éxito) también hacen un desfile  desde el principio y hasta el final; aparece la habitual historieta histérica entre dos personajes: se odian, se pelean, se vuelven a amar (decía una canción). Para peor, cuando Paranoia (ni hablemos del título mejor) se aferra al suspenso, lo que hace es ultrajarlo simplemente para estirar el relato, nunca para elevar mínimamente la cuota de vueltas de tuerca o sorpresas que se esperan de este tipo de productos, basta con la aparación sincrónica de los personajes y situaciones para ir tachando los lugares comunes y aventurar, unos segundos antes, cuales son los acontecimientos se van a desatar. 

En esta película de Robert Luketic (lejos quedó de Legalmente rubia, una película que se reía con inteligencia de los clichés) tiene todo cronometrado, para que el mínimo halo de creatividad detectado sea expulsado de inmediato. Paranoia no es otra cosa que un vil producto -como el telefóno celular que representa el botín de la historia- en el que Hemsworth es el principal feature, los desperdiciados de  Oldman y Ford son sólo los factores decorativos y la narración un pre frito. Paranoia fue el mayor fracaso en la taquilla de los Estados Unidos durante el 2013 y con un eco importante de flojas taquillas en gran parte del mundo.

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