Juana a los 12 (2014, Argentina - Austria) de Martín Shanly.
Competencia Argentina.
Ópera prima de Martín Shanly (proveniente de la
cantera de la FUC) sobre una historia algo genérica de una niña que no quiere o
puede encajar en un sistema. ¿El sistema? es una escuela bilingüe del conurbano
bonaerense, en la que los niños son explotados de alguna manera con sobrecarga
de actividades (de por sí la escuela bilingüe como institución la genera) y la
protagonista, Juana, decide abstraerse de este mundo. Sus escapes la llevan a
buscar amistades basadas en el ocio, en algún dejo de rebeldía y cierto interés
en juegos de niños más pequeños, como lo marca el inicio en el que intercambia
figuritas de Frutillitas con una niña
de varios grados inferior al de ella. Si
bien Shanly busca abrir el espectro para señalar culpas en la docencia (cabe
aclarar que el colegio es católico y la docente más despreciable es la de
catequesis), no sólo en la formal sino también en la particular (grotesco y
grueso personaje el de la maestra particular) la mirada sobre la cotidianeidad
de Juana, como un bicho raro y parco, es la que predomina. Dentro de la vida
diaria de la preadolescente, la figura materna aparece algo apagada, mientras
que la paterna sólo se hace presente en un momento onírico (probablemente lo
mejor del film). Algunas recurrencias del cine de Wes Anderson, como los paneos
violentos para encuadrar personajes en idas y vueltas de la cámara y los
títulos con reminiscencias vintages propias del director de Rushmore, confunden cuando la historia
de esta niña desinteresada por absolutamente todo se pierde entre el
virtuosismo formal y el señalamiento múltiple de culpables sobre su situación
particular. Al final llega el mencionado segmento surrealista y la frase más
interesante: “Como que ya no controlo mis ideas, ahora las ideas me atacan”,
una declaración que parece más el punto de partida y no el desenlace.
El color que cayó del cielo (2014, Argentina) de Sergio Wolff. Selección Oficial
Fuera de Competencia.
Sergio Wolff es
claramente un hombre de cine (ex director del BAFICI, docente, cineasta) y lo
reafirma en este documental en el que extiende unos minutos, su disfraz de
detective que lleva desde su anterior film Yo
no sé que me han hecho tus ojos pero que sustituye, sin perder rigurosidad
ni pulso narrativo, por un seguimiento en el que se presentan diferentes
aristas en torno al mundo de los cazadores de meteoritos. Por un lado Bill
Cassidy, un profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh que relata su
trabajo en los 60’s, en la región chaqueña de Campo del Cielo, en la que ya en
la época de los españoles se buscó incesantemente un meteorito, pero no por su
cualidad de piedra proveniente del espacio exterior sino por su finalidad
práctica: se creía que era parte de una kilométrica fuente de minerales. Mientras
Cassidy tuvo un interés en el cráter y también en el valor etnográfico de la experiencia
con los locales (un recuerdo recíproco), el dealer
de meteoritos Robert Haag expone sin tapujos su condición de mercader,
enumerando (e ilustrando) de qué se trata el negocio, además de su argumento
que lo lava de culpas: “El meteorito no es de Argentina, cayó en Argentina”. Para
el final queda la sorpresa, a partir de una anécdota jugosa de Haag, y el
subrayado de los polos opuestos sobre una misma cuestión. Un fascinante nuevo trabajo de Wolff, aquí menos
puntilloso y más suelto en una construcción formal lúdica estructurada en base
a un mundo bien terrenal, aunque sus materiales caigan del espacio exterior.
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