lunes, 7 de abril de 2014

BAFICI 2014 - Día 6

We are the Best! (Suecia, 2013) de Lukas Moodyson. Panorama

El efecto electrizante que deja esta joyita de Lukas Moodysson, que regresa al tono de su opera prima (Fucking Åmål)  tiene su justificación en la actitud. Esa palabra define toda la efervescencia de un dúo de preadolescentes que deciden formar una banda punk, a pesar de que estén en 1982, en la gélida Estocolmo y todos les digan que ese estilo musical ya murió. No sólo ignoran la afirmación sino que se lanzan a tratar de hacer música sin saber tocar instrumentos, mucho menos afinar y con poco miedo para enfrentarse a una banda de heavy metal por un espacio en una sala de ensayo. Bobo (Mira Barkhammar) y Klara (Mira Grosin) necesitan a una tercera integrante, alguien que al menos sepa lo que es un acorde, y por eso se enganchan a Hedvig (Liv LeMoyne), una joven ligeramente mayor que ellas, bien cristiana y conservadora. Hedvig no tardará en parecerse a sus nuevas amigas, adoptará el pelo, el gusto por la misma música pero sobre todo la actitud. We are the Best! está recargada de ternura (las risitas infantiles, los abrazos espontáneos, las caras de sorpresa cuando Hedvig pela de la nada, con su guitarra criolla, el hit Sex Noll Två de KSMB) pero también hay espacio para las peleas por algún chico (punk claro) y especialmente para la comedia estilo coming of ages. Por eso no hay que sonrojarse al conectar nostálgicamente con algunas de las comedias ochentosas de John Hughes pero también con el cine de más acá, por ejemplo Ghost World, esa pintura de la abulia del fin de la adolescencia que hizo Terry Zwigoff sobre la historieta de Daniel Clowes. Moodysson también tomó como fuente la historieta para We are the Best!, que escribió su hermana Coco. Para el último tramo del relato sólo queda el espacio para que este trío se enfrente al mundo hostil que se esconde en los estereotipos, en el machismo y en la mirada sesgada y pre cocida, por eso no importa que las chicas sólo tengan una canción para tocar sino una tonelada de actitud como repertorio para patear cabezas. 


Escape From Tomorrow (EE.UU., 2013) de Randy Moore. Nocturna

Idea que funciona perfecta como anzuelo, la de filmar de contrabando una película en Disney y que esta sea una de terror psicológico, más bien claustrofóbico. Una familia tipo (papá, mamá, hermano y hermana) pasa su último día de vacaciones en el lugar más feliz de la Tierra (según el catálogo del festival) y que no comienza bien para el jefe de familia porque se entera que ha sido despedido de su empleo, noticia que ocultará a su esposa. Si bien el blanco y negro de la fotografía funciona para esbozar climáticamente, desde el inicio, una atmósfera de ensueño algo pesadillesco, Moore no puede torcer el rumbo del aburrimiento que genera el acompañamiento de esta familia por los diferentes juegos y atracciones del lugar. La única idea bien ejecutada es la de un dúo de teens francesas que seducen como ninfas, casi siempre, a una distancia moderada a papá y, que luego de una separación de mamá para acaparar más juegos con sus hijos, se convertirá en un juego de persecución que se estira y se rompe como chicle, pero que es anudada varias veces para llegar a un desenlace tan pirotécnico como un chasqui boom, el que hará decir a más de uno: “ajá”. Moore desperdicia la idea guerrillera de meter una cámara a escondidas en un lugar como Disney para revelar tal osadía convertida en una idiotez que sólo tiene una broma acorde a esa idea (el plano final – final). El viejo Walt sonríe diabólicamente desde el más allá. 

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