We are the Best! (Suecia, 2013) de Lukas Moodyson. Panorama
El efecto electrizante
que deja esta joyita de Lukas Moodysson, que regresa al tono de su opera prima
(Fucking Åmål) tiene su
justificación en la actitud. Esa palabra define toda la efervescencia de un dúo
de preadolescentes que deciden formar una banda punk, a pesar de que estén en
1982, en la gélida Estocolmo y todos les digan que ese estilo musical ya murió.
No sólo ignoran la afirmación sino que se lanzan a tratar de hacer música sin
saber tocar instrumentos, mucho menos afinar y con poco miedo para enfrentarse a
una banda de heavy metal por un espacio en una sala de ensayo. Bobo (Mira
Barkhammar) y Klara (Mira Grosin) necesitan a una tercera integrante, alguien
que al menos sepa lo que es un acorde, y por eso se enganchan a Hedvig (Liv
LeMoyne), una joven ligeramente mayor que ellas, bien cristiana y conservadora.
Hedvig no tardará en parecerse a sus nuevas amigas, adoptará el pelo, el gusto
por la misma música pero sobre todo la actitud. We are the Best! está recargada de ternura (las risitas infantiles,
los abrazos espontáneos, las caras de sorpresa cuando Hedvig pela de la nada, con
su guitarra criolla, el hit Sex Noll Två
de KSMB) pero también hay espacio para las peleas por algún chico (punk claro)
y especialmente para la comedia estilo coming
of ages. Por eso no hay que sonrojarse al conectar nostálgicamente con
algunas de las comedias ochentosas de John Hughes pero también con el cine de
más acá, por ejemplo Ghost World,
esa pintura de la abulia del fin de la adolescencia que hizo Terry Zwigoff
sobre la historieta de Daniel Clowes. Moodysson también tomó como fuente la
historieta para We are the Best!,
que escribió su hermana Coco. Para el último tramo del relato sólo queda el
espacio para que este trío se enfrente al mundo hostil que se esconde en los
estereotipos, en el machismo y en la mirada sesgada y pre cocida, por eso no
importa que las chicas sólo tengan una canción para tocar sino una tonelada de
actitud como repertorio para patear cabezas.
Escape From Tomorrow (EE.UU., 2013) de Randy Moore. Nocturna
Idea
que funciona perfecta como anzuelo, la de filmar de contrabando una película en
Disney y que esta sea una de terror psicológico, más bien claustrofóbico. Una
familia tipo (papá, mamá, hermano y hermana) pasa su último día de vacaciones
en el lugar más feliz de la Tierra (según el catálogo del festival) y que no
comienza bien para el jefe de familia porque se entera que ha sido despedido de
su empleo, noticia que ocultará a su esposa. Si bien el blanco y negro de la
fotografía funciona para esbozar climáticamente, desde el inicio, una atmósfera
de ensueño algo pesadillesco, Moore no puede torcer el rumbo del aburrimiento
que genera el acompañamiento de esta familia por los diferentes juegos y
atracciones del lugar. La única idea bien ejecutada es la de un dúo de teens francesas que seducen como ninfas,
casi siempre, a una distancia moderada a papá y, que luego de una separación de
mamá para acaparar más juegos con sus hijos, se convertirá en un juego de persecución
que se estira y se rompe como chicle, pero que es anudada varias veces para
llegar a un desenlace tan pirotécnico como un chasqui boom, el que hará decir a más
de uno: “ajá”. Moore desperdicia la idea guerrillera de meter una cámara a
escondidas en un lugar como Disney para revelar tal osadía convertida en una
idiotez que sólo tiene una broma acorde a esa idea (el plano final – final). El
viejo Walt sonríe diabólicamente desde el más allá.
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