Mauro (Argentina, 2014) de Hernán
Roselli. Competencia Internacional
La
continuidad de la era post Nuevo Cine Argentino demuestra que hay capacidad
para representar micromundos no estudiados, nuevos espacios y construir
-también- nuevas estéticas, más alejadas del fenómeno antecesor pero sin
renegar de esas líneas trazadas sobre personajes periféricos, más cercanos en
la existencia del mundo real que del imaginario cinematográfico, ese es el caso
de Mauro, el protagonista de esta ópera primera que lleva su nombre. Su
rebusque en la vida es el de ser un “pasador”, que significa encargarse de
buscar cambio en la calle con dinero falso, al mismo tiempo que con un amigo (Luis) tratan de abrirse camino al fabricar por las suyas el dinero y venderlos
a comerciantes y dueños de lugares populosos, algo marginales, con la ayuda de
la mujer de su amigo (quien está embarazada). No obstante la trama no se ocupa
exclusivamente de la “aventura” de este dúo, que oscila entre la amistad y la
pelea por nimiedades, sino de la cotidianeidad (palabra clave de este momento
del cine nacional y que se ve potenciada en los trabajos presentados en este
BAFICI). Aquí la de un personaje que pasa unos días en lo de su madre (un
personaje adepto al cine clásico, menciona la clásica Roman Holiday y las diferentes versiones de Motín a bordo) pero también por la droga y
algunos boliches, donde conoce una joven con la que rápidamente se engancha.
Gracias a ella llega una gran posibilidad para que Mauro y Luis hagan un gran
trabajo y así, abrirse camino, como si fuera un gran score si se tratara esta historia de un film noir. Hay algo de
ese género, especialmente por el rol de la joven novia de Mauro que termina en
un devenir casi de femme fatale, con la que
entabla también una conexión sobre la creencia. Algunas de sus charlas, pos sexo, van por el carril de lo esotérico y la fe, de la misma manera
que el trabajo de él, el cual se basa en la confianza del que recibe esos
billetes creados artesanalmente. Hacia el final Mauro y Mauro buscan salir a flote,
después de la marea que inunda la cotidianeidad pero que no la sumerge en el fondo,
algo que capaz le pasaría a un personaje bressoniano (hay un claro diálogo con El dinero de Bresson). Roselli (quién
figura como un hombre orquesta en la dirección, producción, guión, fotografía,
sonido directo y montaje) se anota en la lista de promesas gestadas en esta era
para direccionar el futuro del cine nacional independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario