Wrong
Cops (EE.UU.-Rusia-Francia, 2014) de Quentin Dupiex. Vanguardia y Género
No
hay dudas, Wrong Cops es de las
peores películas alguna vez exhibidas en el BAFICI, probablemente encabece el
top tres de las más fallidas. Sabido es, que hacer humor es tan o más complicado
que hacer drama, y más aún lo es el humor absurdo. Cuatro de los peores canas
se mueven por carriles diferentes, en una estructura que se asemeja más a una
sit com o a un episodio que podría ser de una serie al estilo The Office pero con policías. El primero
de ellos trafica marihuana que introduce en ratas muertas, el segundo trabaja
como oficial de escritorio y es cliente del primero con el que tiene una deuda,
los otros dos son una pareja que patrulla las calles (ella una suerte de Amy
Poehler con menos gracia y él un obsesionado por los pechos femeninos). Todos
estarán conectados a partir de dos acontecimientos puntuales: el traficante
lleva por doquier a un vecino que baleó por error (el cual deambula moribundo por
toda la película) y por una bolsa de dinero encontrada azarosamente por el oficial
de escritorio. El contexto apócrifo también se suma al absurdo de este grupo
de guardianes de la ley al servicio de los intereses individuales, sin el más
mínimo aprecio por el otro. Esto, que podría ser una ventaja a la hora de
construirle un sentido al absurdo, se desvanece por una repetición de
gags y situaciones totalmente forzadas (por ejemplo por todas las apariciones del policía con
el único objetivo de ver tetas). Más allá de las apariciones estelares de Eric
Roberts, Ray Wise y Marilyn Manson (a cara lavada) la segunda película de
Dupiex parece más un work in progress
de una serie televisiva que una comedia de policías disfuncionales.
Mientras estoy cantando (Argentina, 2014) de Julián
Montero Ciancio. Competencia Argentina
No
hay dudas que este mediometraje es simpático y alegre, con algo de magnetismo que
imanta el único personaje, protagonista absoluto, que es Juan María Pampín, un peluquero del barrio de Caballito, quien se autodefine como un artista cuyo material de trabajo es el cabello.
Entrador nato, soñador, contador de chistes y -ante todo-genuino, Juan tiene
como berretín cantar y grabar –en la parte trasera del local- sus propias
versiones de temas clásicos, los que van desde “Across the Universe” de Los
Beatles hasta algún tango pasando también por “Thriller” de Michael Jackson,
entre otras gemas musicales. El objetivo de este verdadero personaje (y también
de la película) es su bautismo de fuego, en una peña tanguera. Estrategias como
llegar un poco más tarde al lugar para cantar al final o el armado de las
pistas, contribuyen para amasar la llegada de ese momento culmine.
Probablemente el final presuroso, aplaste un poco la ambición de este retrato,
que no por pequeño (en metraje y en historia) debe ser considerado menor.
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