domingo, 20 de enero de 2013

Cine - Crítica

Pura química 
por José Tripodero

En la mira (End of Watch)

Dirección y Guión: David Ayer 
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Michael Peña, Natalie Martinez, Anna Kendrick y David Harbour
Fotografía: Roman Vasyanov
Montaje: Dody Dorn
Música: David Sardy
Nacionalidad y año: EE.UU. - 2012, Duración: 109'

En la mira es una película de personajes, no de una historia. Algún purista podría decir que siempre hay historia en una película y sí, acá lo hay, pero lo que progresa es la relación entre la pareja de policías uniformados Taylor y Zavala que interpretan Jake Gyllenhaal y Michael Peña respectivamente, no el drama. Ambos patrullan las peligrosas calles de South Central en Los Angeles (escenario recurrente del guionista/director David Ayer) filmándose uno a otro y también los diferentes acontecimientos policiales en los que están involucrados: tiroteos, persecuciones a pie y allanamientos. Por eso es que en gran parte lo que vemos es una imagen casera o amateur dentro de otra imagen, este recurso al parecer incansable de estos últimos años aquí tiene un valor sintomático de los personajes que continuamente hacen chistes, se burlan de los demás policías; por ejemplo sobre un compañero a quien un pandillero le dejó un cuchillo clavado en el ojo Taylor dice: "le van a sacar el ojo como una aceituna”.


Tanto Taylor como Zavala switchean de un estado casi adolescente, como si jugaran a ser policías más que a serlos, a un estado profesional cuando la situación lo amerita, de alguna manera la construcción de sus personajes pareciera ponerlos en un pedestal de superpolicías, a pesar de las advertencias de sus compañeros: "El Departamento de Policía de Los Angeles tiene un pene muy grande y los va a separar". Además de los diálogos triviales sobre chicas, sexo, alcohol y momentos nostálgicos de la adolescencia se cuela un motivo que atraviesa todo el metraje: la única opción. Esa falta de alternativas se halla especialmente en Zavala (hijo de mexicanos), quién se caso con su única novia y se enroló en la Policía de Los Angeles porque le resultaba la única posibilidad para ganar algo más de dinero sin tener que pasar por la universidad. La cara opuesta es Taylor, un oficial dispuesto a hacer carrera dentro del Departamento, sus acciones marcadas por el objetivo de ser detective dejan consecuencias que, además, arrastran a su compañero. 

Llegado un punto David Ayer sabe que este recurso de la imagen dentro de la imagen y la acción comprimida se agota y por eso apela a una pistoleada hecha y derecha sin matices, pandilleros contra los dos canas. Esta secuencia final recuerda mucho al desenlace de Día de entrenamiento (escrita por el propio Ayer) porque el escenario es un conventillo latino de la mala muerte con pasillos largos y fondos abiertos, allí se despliega todo el arsenal contenido hasta el momento. ¿Podría pensarse este cambio radical de registro como una incoherencia? No porque es una experiencia jamás vivida por los protagonistas; los pone patas para arriba hasta llegar al punto de la desesperación. Contar más sería adelantar un final bien elucubrado tanto desde lo narrativo como desde lo visual. South Central y David Ayer tienen pura química como Taylor y Zavala.

 

Trailer

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