12 días de fiesta
Como cada mes de
abril, durante dos semanas se desarrolla el BAFICI (ya ni siquiera es necesario
desglosar sus iniciales), un festival cada vez más abierto al público en
general, por eso es que se suman secciones urgentes (el caso de Sportivo
BAFICI, en un año mundialista) y otras destinadas a (re) descubrir piedras
angulares del Cine Argentino (la retrospectiva sobre Carlos Schlieper), entre
otros recortes propuestos. Doce días y mucho cine para empacharse. Aquí un extenso balance y además la infaltable lista de mejores.
Lejos del BAFICI inicial cerrado a títulos de corte
independiente (por sus modos de producción, por las estéticas y por abrir el
panorama mundial de un cine inaccesible), las últimas ediciones (desde la
última dirigida por Sergio Wolf y las dos siguientes, a cargo de Marcelo
Panozzo) acusaron recibo de la accesibilidad de las películas en estos tiempos
y sobre todo de la necesidad de reinventar un festival (o más bien un evento
social) impostergable para la masa cinéfila, algo gustosa de cine y -cuanto
menos- curiosa. Hoy en día, el cine del mundo gracias a la Web y a los diferentes
canales de divulgación (legales e “ilegales”, que existen en ella) no necesita
imperiosamente de un festival para pasar revista de la actualidad mundial o al
menos, en un recorte, de lo que sucede con el cine. Desde la comodidad de un
hogar es posible llegar hasta puntos bien lejanos para tropezar con el cine menos
comercial y hasta más experimental.
La nueva brisa
mediterránea
De la misma manera que el BAFICI inicia su camino hacia la
adultez, el cine nacional independiente busca ampararse en una tematización
sobre la hibridez etaria del pasaje de la adolescencia a la inevitable etapa de
la adultez. Films como Atlántida de
la cordobesa Inés María Barrionuevo, no sólo posa su mirada a la altura de sus
personajes (acompañándolos durante un día al borde del apocalipsis contextual e
interno de cada uno de ellos) sino que también se ocupa por retratar un momento
en el tiempo no tan lejano para nuestro país: el año 1987 de la hiperinflación,
los cortes de luz veraniegos y el fantasma del quiebre institucional. Sin
embargo, Barrionuevo (ya parte de la nueva corriente del cine cordobés que pisa
cada vez más fuerte) no tiñe de gravedad a su historia sino que la carga de
ternura y elementos característicos del cine coming of ages: el despertar sexual, la indecisión sobre qué vida
llevar en un futuro cercano y cosas menos importantes, estas últimas vistas
desde la óptica adulta. También en la misma línea de Atlántida encontramos Ciencias
naturales, de Matías Lucchesi (otro cordobés), sobre una niña de doce años
obsesionada con encontrar a su padre, al que jamás conoció. Sumergida en la
estructura de buddy movie, una
docente (del colegio pupilo al que niña concurre) decide ayudarla, luego de
atraparla en el momento de fuga. Así, el film muta a una road movie sobre la identidad, en el que importa tanto el objetivo
como el viaje. Otro ladrillo para la construcción de un cine nacional que
intenta mover, por lo menos ligeramente, el faro que ilumina sólo Buenos Aires para
encuadrar un cine, como el de Córdoba, que se asoma con su propio sol en el
panorama del cine argentino.
La competencia argentina también ofreció un
costado positivo surgido de nombres más experimentados; el caso de Rodrigo
Moreno y su sacrificado film Réimon,
sobre una mucama por horas seguida en la cotidianeidad de su trabajo en dos
casas: una de clase alta en la que el dueño nunca está y la otra de una pareja
joven progre que siempre está y se la pasa estudiando El Capital de Marx. Las lecturas de algunos largos fragmentos de
este tratado, una de ellas realizada con una cámara posada de frente al lector,
subrayan demasiado la ironía de aquellos que intentan decodificar el texto y la
propia explotación, bien práctica, que se desarrolla en casa. De todos modos,
Moreno no pretende responder interrogantes, sino poner sobre la mesa aquellas
cuestiones, que no difieren demasiado de las que conformaban un cuadro de
situación en el momento del escrito económico-político del pensador alemán. La
astucia del director de El custodio,
está en los momentos de silencio en los que la mucama (Réimon, como le dicen a
Ramona en tono juguetón los patrones progres) limpia con un lustra muebles una
mesita cargada de libros, discos compactos y apuntes universitarios, ese plano
tiene un valor simbólico cinematográfico mucho más potente que las lecturas en
voz alta.
La temida Competencia
Internacional
Es sabido que la Competencia Internacional puede ser un caza
bobos porque no es una sección que englobe los mejores títulos, como ha
ocurrido en varias ediciones allí puede descansar lo peor. La flexibilidad de
programar terceras películas en las secciones competitivas permite que se
expandan las posibilidades de hallar mejores obras. Entre lo mejor de esta
sección encontramos 20.000 Days on Earth,
que oscila entre el documental retratista y la ficción. El personaje retratado
(y en varios pasajes auto retratado) es el músico australiano Nick Cave pero
lejos de ser un documental de que sigue la vida privada o la gira de una
estrella de rock, 20.000 Days… es un
viaje esquizofrénico que atraviesa momentos de una entrevista escondida (la
secuencia del diván) y de otros al estilo “fantasmas de navidades pasadas” en
los que lleva en su auto a Kylie Minogue y Ray Winstone. Gran experimento
ignorado por el jurado comandado por el “director consorte”: Eduardo Antín o
más conocido como Quintín. Otrora director de las primeras ediciones del
festival, hoy convertido en twittero compulsivo. La ganadora, Fifi Howls of Hapiness (algo así como Fifi aúlla de felicidad) cuenta la
historia de un artista plástico iraní, exiliado luego de la revolución en 1979.
Su paradero desconocido y su huella casi borrada del imaginario artístico lo
convirtieron en una figura mítica. Mira Farahani (la directora de este
documental) no sólo lo encuentra en Roma
sino que construye un trabajo sobre los ecos que provoca el hallazgo de
artista, devuelto a la comunidad internacional.
Presentaciones,
actividades y secciones ocasionales
Entre las diferentes actividades y presentaciones se edito
(en forma de facsímil) el guión de Arroz
con leche, la película más popular (de una filmografía casi desconocida)
del director Carlos Schlieper, fallecido en 1957. Emulador del cine de
Lubistch, Hawks y Sturges, fue el más fiel representante de la screwball comedy en la época del Cine
Clásico en Argentina. Este estilo de comedia estaba marcado por los enredos
matrimoniales (de clase media alta), los one
liners efectivos y –en el caso de los films de Schlieper- una avanzada
muestra en la igualdad de género entre el hombre y la mujer. En el reciente
finalizado BAFICI, una sección le hizo honor a un hombre bien de género y arquitecto
de la comedia más pura en tiempos de oro para el cine nacional. Gran parte de
las películas proyectadas tienen el status de “inconseguible” y es por eso que
llegaron gracias al aporte de coleccionistas privados. Claramente una parada
obligatoria de la edición de este año. El otro libro publicado por el BAFICI
2014 fue El amante del tenis, del
célebre crítico Serge Daney, traducido por Leonardo D’Espósito. La pasión de
Daney, es conocida, no tenía como destinatario absoluto el cine sino también el
tenis. En este libro, que fue presentado por D’Espósito y la ensayista Beatriz
Sarlo, describe, con la misma rigurosidad que destroza Golpe al corazón de Francis Ford Coppola, la contemporaneidad tenística
femenina en la que asoma una nueva jugadora: Gabriela Sabatini, entre otros
relatos, descripciones y análisis sobre “el deporte blanco”. Si bien las dos
presentaciones se mostraban atractivas, ya en los anuncios antes del comienzo
del festival, la habitual edición de libros que piensan el devenir del cine
actual estuvo ausente.
Especialmente, si enhebramos lo que sucede en Córdoba,
con el fenómeno de un nuevo cine que aflora, lo cual hubiera sido interesante
de pensar y desarrollar en una publicación. Este fenómeno está comprendido
también por el gran trabajo del Cineclub Municipal Hugo del Carril. El espacio
no sólo incluye la proyección de films sino también el desarrollo de cursos y
de un club con socios, amigos y una gran “dvdteca” disponible. Otro de los
pilares de esta efervescencia que surge de la provincia mediterránea, es la
producción de nuevas revistas de cine (en tiempos en los que El Amante busca sobrevivir en forma de
ceros y unos en el ciberespacio), la mesa estuvo moderada por el crítico de La Voz del Interior, Roger Koza con la
participación de Nicolás Prividera, Horacio Bernardes y Eduardo A. Russo, entre
otros. La ausencia de grandes nombres del cine independiente -todavía resuena
la cancelación del año pasado de Hong Sang-Soo- se notó en la columna de
actividades, eventos y conferencias.
Visitas
internacionales marcadas por la deformidad
No hubo caras más sonrientes que las de los amantes del cine
ultra deforme, desgarbado e inmundo. Frank Henenlotter, padre del cine de
culto, perteneciente a la era dorada del VHS, tuvo una retrospectiva de toda su
filmografía: desde Basket Case (1982)
hasta el documental That’s Sexplotation!
(2013). En el medio hay irreverencias como las de Daño cerebral (1988) y la reversión de la historia de Frankenstein
en clave Tom Browning, llamada… Frankenhooker
(1990). El repaso de su obra se coronó con la presencia de este demente del explotation (como le gusta definir a su
cine) en una master class conducida
por Axel Kuschevatzky, amigo personal del director. Cada una de las
proyecciones tuvo la presencia del crítico Matías Orta (A Sala Llena). Que
Henenlotter tenga un espacio considerable, como lo tuvo en el BAFICI 2014,
evidencia que el BAFICI se ha abierto a tocar todas las costas del cine, sin
mostrarse reticente, ni elitista ante un cine descerebrado, experimental o
puramente de género. Es increíble leer, en algunos diarios de gran tirada, que
el festival funciona como una colmena de hipsters;
hombres y mujeres de anteojos con marcos gruesos, ropa de grandes marcas y
ávidos por exponerse más que por participar de la fiesta cinematográfica. Un
tiro completamente desviado, este el de describir al evento como una simple
convocatoria de estilos juveniles, desde la moda y sesgado por el prejuicio. Otra
de las visitas importantes fue la de David Zellner, quien además de integrar el
jurado de la Competencia Internacional, presentó Kumiko: The Treasure Hunter. La presencia de Zellner estuvo algo ignorada
por la prensa. También se pudo disfrutar, además de sus películas, a la
portuguesa Rita Azevedo Gomes. Tres visitas, bien disímiles, imposibles de
conectar, salvo por la realización de un festival como el BAFICI.
Organización y
proyección(es).
La mejora con respecto al año pasado ha sido notable. Por empezar
en el trato a la prensa: los ajustes en cuestiones muy puntuales y
significativas como la entrega de acreditaciones a tiempo, el cambio de sector
y el espacio para el trabajo se ha dispuesto de una forma más armoniosa. El
gran cambio de este año fue la tirada del diario Sin Aliento sólo en soporte digital, el diario que es un clásico
del BAFICI, se acopla a los tiempos actuales y a una nueva forma de leer
periódicos. Algunos críticos y asistentes observaron esta disposición como un
retroceso. La publicación indudablemente ganó en aspectos retóricos, los cuales
no hubieran sido posibles en un soporte papel, por ejemplo en la diagramación y
en el uso del color.
Más allá del esfuerzo de voluntarios y miembros del staff,
el público sigue ingresando una vez comenzada la función y muchas veces, cuando
la película sobrepasa la media hora. También se notaron algunas demoras, como
así también cancelaciones. El papelón de las suspensiones de Necrofobia (la función de prensa y dos
para el público) fue inadmisible, no sólo por cancelar funciones en sí, sino
por presentar (finalmente gracias al reflejo de los organizadores) un producto
lamentable en su formato 3D, más allá de ser un menjunje de estilos,
referencias y lugares comunes del cine de terror, mezclado con la religión, el
juego de espejos y de gemelos. Un producto genérico que no reúne la condiciones
para integrar una Competencia Argentina, en especial la de este año que ofreció
grandes dosis de optimismo para el futuro cercano del cine independiente
nacional.
El BAFICI 2014 ha sorteado muchísimos inconvenientes,
producto del complicado año económico que ha vívido el país. El festival no se
ha visto exento de los problemas pero ha podido salir a flote, mantener un
nivel soberbio en la programación (a pesar de grandes títulos que han quedado
afuera) y brindar la mayor diversidad posible, que abarca clásicos (una
increíble copia de Calles de Fuego de
Walter Hill), cine deportivo (en un año mundialista), cine infantil con
preestrenos exclusivos (Río 2 y Muppets 2: los más buscados), cine
europeo independiente, lo nuevo de grandes maestros (Godard, Hong Sang-Soo,
Takashi Miike, Sono Sion, etc.) y el mejor panorama mundial. Otra de las
grandes murallas para evadir es la existencia de una oferta digital, que tentaba
para bajar de la Web muchas de las propuestas para verlas en la comodidad de la
casa. La gestión Panozzo entendió esto ya desde el año pasado, cuando ofreció
la videoteca on line para la prensa
pero además ofreciendo mejores copias, que enaltecen la experiencia del vivo en
una sala con pantalla grande, sonido optimo y, también por qué no, el pequeño
detalle de compartir el visionado con otros (en los casos de films como Basket Case, Maniac Cop y demás bizarreadas de la sección Panorama Nocturno).
Para el 2015, si el presupuesto, la predisposición y la buena voluntad de todos
los actantes se matiene no queda más que vivir la cita inevitable, automática y
obligatoria del BAFICI, no sólo como un simple festival en el que se presentan
películas, sino también como un evento singular en cada una de sus ediciones,
que crece en felicidad para los amantes del cine.
Las mejores cinco (se puede acceder a las críticas haciendo click sobre los títulos)
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